“Se halla más consuelo en la esencia del silencio que en la respuesta a una pregunta. La eternidad es el presente. La eternidad se encuentra en la palma de la mano. La eternidad es una semilla de fuego cuyas repentinas raíces rompen las barreras que guardan mi corazón de ser un abismo. Las realidades del tiempo están en connivencia con la eternidad”.
Así dice Thomas Merton en su obra “El signo de Jonás” (1953) y realmente parece haberlo vivido este monje francés quien, a fuerza de contarnos y de contarse a sí mismo en su relación con el Misterio, logró enseñarnos a valorar la esfera de lo religioso en la vida de todos los días. Apasionado por el diálogo ecuménico y el encuentro, fue un profeta de la meditación en el mundo contemporáneo.