El pasado 24 de febrero se conmemoró el “triste aniversario de una guerra absurda y cruel” (papa Francisco). Había empezado siendo una guerra aparentemente local, aunque incubada desde hace tiempo. En realidad se reveló como una reivindicación nacionalista e imperialista de Rusia, que quiere volver a ser una gran potencia como en los tiempos de la URSS. Tal como había hecho con Crimea, parece que Putin pensaba conquistar Kiev en tres días y fue un fracaso, porque se encontró con la resistencia heroica de los ucranianos.
El resultado de esta guerra ha sido hasta ahora la destrucción de todo un país, de hospitales y escuelas, con 8 millones de prófugos, seis millones de desplazados internos y 17 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria urgente. Frente a esta agresión violenta y cruel, se comprobó una vez más la debilidad de la ONU, que exigió a Rusia el retiro inmediato, completo, incondicional de todas sus tropas y una pronta negociación para una paz justa y duradera. La ONU no logró resultado alguno. La intervención militar de la OTAN y de Estados Unidos en favor del país agredido creó una escalada bélica sin precedentes.
Ahora Rusia acusa a la OTAN y a Estados Unidos de agresión a los que supuestamente son sus territorios; Rusia no haría “más que defenderse”. Inclusive la guerra, con el apoyo de la Iglesia Ortodoxa rusa, fue presentada como una cruzada religiosa contra occidente, no solo “porque quiere dominar el mundo” sino por ser “moralmente decadente”: por destruir la familia, por su relativismo y degradación moral.
Sería una guerra entre dos opuestos modelos de civilización con sus valores y estilo de vida. Escribe Kyril Hovorun, ex secretario del patriarca de Moscú: “La convicción casi generalizada es que la civilización rusa es especialmente favorecida por Dios y superior a las demás. Putin sabe que no hay explicaciones racionales para esta guerra y entonces recurre a las teorías seudoreligiosas que le proporciona el patriarca Kirill. Occidente es la maldad y Rusia la salvación; Ucrania está siendo ocupada por las fuerzas del mal”.
Muchos observadores comparan la ideología del “mundo ruso” al nacionalismo imperialista y mesiánico alemán que proclamaba la superioridad de su raza. Aunque no haya una guerra nuclear, se está volviendo a la guerra fría que funcionó por setenta años sobre la base del equilibrio de las armas. Los bloques se dan hoy entre los países de la UE acompañados por Estados Unidos y por el otro lado Rusia con Bielorrusia, Corea del Norte, China, Irán.
China defiende a Ucrania como país agredido, pero no condena a Rusia, porque la guerra habría sido instigada por Estados Unidos. Países importantes como India, Pakistán, Sudáfrica no se pronuncian. Hay un sustancial equilibrio militar en la guerra de Ucrania, la que se va transformando en una guerra prolongada, de desgaste con costos económicos y humanitarios insoportables.
Rusia no podrá ocupar Ucrania y Ucrania no podrá recuperar todo su territorio incluyendo Crimea. Enormes daños con bombardeos, masacres, torturas, saqueos ya ha sufrido Ucrania. En Rusia, que hayan muerto unos cien mil soldados -en gran parte ex presos y caucásicos- en un país de 145 millones de habitantes, no se advierte. Además la censura y la desinformación son totales, lo que hace que las madres al recibir a sus hijos muertos en la guerra les den la culpa no a Putin sino a los ucranianos. De todos los males se acusa a occidente y prevalece el desinterés y la indiferencia sobre el tema de la guerra. No hay oposición política, pero cientos de miles de rusos han preferido irse del país.
La Iglesia Ortodoxa ucraniana ya no reconoce la autoridad del patriarca Kirill de Moscú. El metropolita Epifany de Kiev condenó al “tirano del Kremlin y a sus sirvientes vestidos de sotana” y en particular a Kirill: “su actitud de bendecir la agresión y justificar sus crímenes es absolutamente vergonzosa. La ideología del “mundo ruso” debe ser condenada como el nazismo y el bolchevismo y por herejía. Kirill debe ser destituido por Bartolomé de su cargo y los responsables del genocidio que sean llevados ante un tribunal internacional y condenados”. En el futuro inmediato las armas no callarán, porque ambas partes buscan la victoria o en el mejor de los casos una tregua desde una posición de fuerza. Más de un tercio del presupuesto ruso se invierte en armas. Además las armas son la primera fuente de ganancias para todas las economías del mundo. No se ha entendido, como ha dicho el Papa en sus más de cien intervenciones, que la paz (cese del fuego y negociación para una paz justa) es lo más importante y urgente para todos, y que la paz no presupone una victoria. Sin embargo, ambas partes solo hablan de victoria.
Por otra parte, insistió el papa Francisco: “la paz construida sobre los escombros nunca es una victoria”. Y preguntó a todos los gobernantes: ”¿Hemos hecho lo posible para parar la guerra?”. Lamentablemente en occidente se confió y se invirtió más en una escalada militar que en la diplomacia. El Vaticano ha trabajado intensamente en las áreas diplomáticas, de intercambio de presos y de ayuda humanitaria.
Ha dicho el arzobispo Paul Richard Gallagher: “La diplomacia vaticana no se resigna a un largo conflicto: quiere el cese del fuego inmediato aunque de momento parezca no haber base ninguna para una negociación. Solo unas negociaciones serias harán posible una futura y necesaria convivencia entre Rusia y Europa”.
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