6 DE ENERO: ¿DÍA DE REYES?

obra de claudio pastro, los tres magos se inclinan ante el niño jesús, en brazos de maría.
Cláudio Pastro, artista plástico brasilero.

El nombre correcto de la fiesta es “Epifanía” que en griego (el idioma del tiempo de Jesús) significa “manifestación”, y no “día de reyes” como se dice popularmente. Esta fiesta es un apéndice de la Navidad. Dios se manifiesta, se revela a la humanidad haciéndose hombre él mismo, en todo igual a nosotros, para solidarizarse con nosotros y nuestras luchas, para que lo conozcamos y sigamos sus enseñanzas, que buscan nuestro verdadero bien. Se revela primero al pueblo judío, pero naciendo en medio de los más pobres, los pastores, que además eran considerados pecadores públicos, porque no iban al templo.

Nació en una gruta, abierta a todos
Allí pueden entrar también los pobres, y hasta los animales. Pero en la fiesta de la Epifanía Dios se manifiesta también a los paganos (es decir a los no judíos, de otra religión) y a los ricos representados por los magos, que no eran ni magos, ni tres, ni reyes, sino gente religiosa adoradora de los astros, que disponían de bienes y recursos.
No sabemos sus nombres, pero la enseñanza evangélica es que Dios vino para todos.
Al ver una estrella especial sobre Israel, los magos allí viajaron iluminados por Dios. Lo importante en la vida es buscar la verdad, buscar a Dios y ponerse en camino, porque Él también nos busca.
Puede ser que la estrella cada tanto desaparezca, pero no hay que desanimarse. Los magos pensaban que se trataba de un hecho extraordinario, del nacimiento de un rey, quizás de un hijo de Herodes. Por eso fueron directamente  a la corte del rey Herodes. La de este rey es una figura histórica bien conocida; fue llamado “Herodes el grande” por haber reconstruido el templo, pero había subido al trono por medios ilegítimos y por no ser judío vivía con el terror de que alguien le quitara el reino.
Los historiadores relatan que por ese miedo llegó a asesinar a sus propios hijos y a muchos allegados que les parecían posibles candidatos al trono. Como no era judío ni conocía la Biblia, convocó a los sumos sacerdotes y a los maestros de la Ley (o escribas) para que le indicaran donde debía nacer el Mesías. Ellos le citaron un texto del profeta Miqueas que habla de Belén, donde nació el rey David. Pero las autoridades religiosas judías no se movieron para buscarlo; por el contrario, los magos siguieron caminando hasta encontrar a Jesús.
Como es sabido, en los evangelios se entremezclan a veces la historia con la teología o la enseñanza religiosa, sobre todo en los relatos de la infancia que fueron los últimos en inscribirse y con muy pocos datos.
Es sabido también que los evangelios no son biografías de Jesús sino más bien catequesis; los evangelistas no son historiadores sino testigos de Jesús y misioneros del Evangelio.

¿Qué es entonces lo que nos quiere transmitir Mateo en la fiesta de Epifanía?
Jesús vino al mundo para tender una mano a todas las personas, porque todos somos iguales ante él. Tampoco los “paganos” son abandonados por Dios y hay lugar en la gruta para ellos también.
Lo importante es  buscar a Dios, la verdad y el bien siguiendo esa estrella que es la propia consciencia.
Esta fiesta nos invita a tener la puerta abierta para con todos, sin discriminaciones, promoviendo una Iglesia misionera que sabe dialogar con todos, valorar los elementos de verdad y de bien que hay en todos, que comparte la buena noticia del amor de Dios  manifestado en Jesús para con todos.
En realidad parecería hoy que para una parte muy importante de la humanidad Jesús no haya nacido. Millones aún no lo conocen y sin embargo lo necesitan hoy más que nunca.
Esta fiesta también nos enseña a compartir nuestros bienes con el Niño en el establo; los pastores que son pobres con un poco de leche, los magos que tienen más recursos con oro, incienso y mirra.
El hecho histórico incontestable es que Jesús nació en la pobreza y en la humildad, en pleno anonimato, devolviéndoles dignidad a todos los marginados de la historia; pasando además treinta años de su breve vida en una aldea de la montaña, alternando entre el trabajo manual, la familia y la sinagoga como “uno de tantos”.

Creemos en un Dios que se hizo cercano y que nos anima a levantar cabeza; en un Dios que se hizo niño, no de yeso como en el pesebre sino de carne y hueso, y que revive hoy en los niños que sufren hambre o que viven bajo las bombas. En los salmos, los antiguos pedían con insistencia: “muéstranos tu rostro Señor”. Su rostro se ha revelado y es el de un niño que llora, envuelto en pañales.