“NADIE PUEDE SALVARSE SOLO”

Muchos pedían una encíclica papal sobre la paz por la actual guerra entre Rusia y Ucrania, que preocupa y afecta a toda la humanidad. Las Iglesias Cristianas de Europa (católicas, protestantes y ortodoxas) han hecho un fuerte llamado colectivo para que “los agresores, conscientes de los terribles sufrimientos causados y acudiendo a su sabiduría política, cesen las hostilidades y, con la ayuda de la comunidad internacional, se abran a un diálogo para una paz justa”. Pax Christi Internacional ha pedido una tregua navideña y el alto al fuego. El Papa por su parte ha respondido con el excepcional documento “Nadie puede salvarse solo” en ocasión del próximo primero de enero, Jornada Mundial de la Paz número 56. Más que una encíclica o un discurso, es un manifiesto breve y contundente, entendible para todos. Con palabras mismas del Papa presentamos cuatro claves del documento para “trazar juntos caminos de paz”.
LAS LECCIONES DEL COVID 19
“Transcurridos tres años, ha llegado el momento de preguntarnos si hemos salido mejor o peor de la pandemia. De los momentos de crisis no se sale igual; se sale mejores o peores. ¿Qué hemos aprendido de esta situación pandémica para hacer de este mundo un lugar mejor?
La mayor herencia que nos deja el Covid es la consciencia de que todos nos necesitamos; nuestro mayor tesoro es la fraternidad universal y nadie puede salvarse solo. Hay que detectar y promover los valores universales que trazan el camino para la hermandad humana.
Hemos aprendido que la fe puesta tan solo en el progreso y la tecnología ha sido excesiva y se ha convertido en una intoxicación individualista. La pandemia nos ha ayudado también a un beneficioso retorno a la humildad, a la reducción de las pretensiones consumistas, a un renovado sentido de la solidaridad, a poner la palabra “juntos” en el centro de nuestras actividades. De hecho las respuestas más eficaces a la pandemia han salido de las instituciones que se han unido para enfrentar este desafío”.
UN NUEVO TERRIBLE DESASTRE
“En el momento en que nos atrevimos a pensar que lo peor había pasado, un nuevo y terrible desastre se abatió sobre la humanidad. Es una guerra en gran parte comparable con la epidemia, pero impulsada por decisiones humanas reprobables. La guerra en Ucrania no solo ha cobrado víctimas inocentes entre los directamente afectados, sino en todo el mundo con sus daños colaterales, inclusive a quienes viven a miles de kilómetros de distancia debido por ejemplo a la escasez del trigo y a los precios del combustible.
No era lo que esperábamos y preveíamos para la post-pandemia. Esta guerra, junto con los demás conflictos que se dan en el planeta, representa una gran derrota para toda la humanidad. La guerra en sí misma es un error y un horror. Todas las guerras en las últimas décadas han pretendido ser justas. Hay una legitimidad moral con ciertas condiciones para la defensa contra el agresor. Pero el desarrollo de las armas nucleares con las nuevas tecnologías, impensables hasta hace poco, le dan a la guerra un poder destructivo incontrolable.
Aunque se ha encontrado la vacuna contra el Covid, aún no se han encontrado soluciones adecuadas para poner fin a las guerras. El virus de la guerra es ciertamente más difícil de vencer porque no procede del exterior sino del interior del corazón humano corrompido por el pecado (Mc 7,17-23 ). Hay que dejar que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad”.
CAMINOS DE PAZ
“Debemos volver a la búsqueda del bien común con un sentido solidario, con un “nosotros” abierto a la fraternidad universal. Es hora de que todos nos comprometamos a sanar nuestra sociedad, nuestro planeta en pos de un mundo más justo y pacífico.
Después de la experiencia del Covid deberíamos entender que las diversas crisis morales, sociales, políticas y económicas están todas interconectadas; son una la causa o consecuencia de la otra.
Si se busca la paz, se requiere responsabilidad y compasión para garantizar la sanidad y la educación pública a todos, promover acciones de paz, cuidar a nuestra casa común, hacer frente al cambio climático con medidas claras y eficaces, garantizar la alimentación y el trabajo para todos, apoyar a quienes ni tienen un salario mínimo, desarrollar políticas adecuadas para la acogida e integración de los migrantes. Solo atesorando lo que la historia puede enseñarnos e invirtiendo en estas situaciones, será posible construir un mundo nuevo y ayudar a edificar el Reino de Dios”
NO CEDER AL DESÁNIMO
“Aunque los acontecimientos parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados a un túnel oscuro de injusticia y sufrimiento, estamos llamados a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que está presente y nos acompaña, nos sostiene en la fatiga y sobre todo orienta nuestro camino.
Las personas y la sociedad no avanzan si existen conflictos, sentimientos de derrota y amargura; eso debilita los esfuerzos dedicados a la paz, provoca frustración y violencia de todo tipo.
Permanezcamos despiertos, no nos encerremos en el miedo, el dolor o la resignación y no cedamos al desánimo.
Por el contrario, seamos como centinelas capaces de velar y distinguir las primeras luces del alba, después de las horas más oscuras”.
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