
“HOLODOMOR” (“matar de hambre” en ucranianos) es el nombre con el cual llaman a la gran hambruna que asoló a Ucrania hace 90 años. Es llamado también “genocidio”, y “holocausto”; pero al contrario de otros, este ha sido silenciado e ignorado. Solo 20 países han reconocido este genocidio. El 26 de noviembre pasado, también por lo parecido con lo que sucede hoy al pueblo ucraniano, ha sido conmemorado de una manera especial. No fue una hambruna natural sino planificada cruelmente por Stalin a través de la colectivización de la propiedad privada, la expropiación de tierras y hasta de animales y los productos de la tierra.
Fue un genocidio para los campesinos que eran la mayoría de la población. El régimen soviético, en el marco de su plan de industrialización quiso imponer las granjas colectivas dependientes del Estado; y eso en contra de la voluntad de millones de campesinos, los cuales fueron castigados y reducidos al hambre y a la muerte por hambre. Después de la caída de los imperios ruso y austrohúngaro, Ucrania había pasado bajo la esfera soviética, que reprimía cualquier nacionalismo y religión. La que era el “granero de Europa” sufrió la expropiación de tierras y pequeñas empresas, que pasaron a manos del Estado. Los campesinos tuvieron que trabajar forzosamente para la ventaja exclusiva del Estado. A los rebeldes el ejército rojo los diezmaba con ejecuciones masivas de hasta diez mil personas. El 80% de los intelectuales fueron ejecutados. El 25% de la población fue exterminada. Cuando más tarde los soviéticos se dieron cuenta que iba faltando mano de obra campesina, repoblaron las zonas más afectadas con ciudadanos rusos sobre todo en la región del Donbás, donde ahora se desarrolla un conflicto armado desde 2014 entre el gobierno ucraniano y los separatistas rusos.
LOS GRECO-CATÓLICOS
Cada año, el cuarto sábado de noviembre, los ucranianos conmemoran la histórica hambruna del invierno 1932-33. La voz profética que más se levantó en aquel tiempo desde la Iglesia contra la tiranía fue la del arzobispo greco-católico de Kiev Andrej Szeptyeky. Protestó públicamente contra “el yugo de Moscú” condenando el comunismo soviético como “un sistema ateo de caníbales que produce la muerte por hambre de un país antes dichoso. No hay palabras para estos crímenes y suplicamos la ayuda internacional para sobrevivir”.
La Iglesia Católica igual que la Iglesia Ortodoxa fueron perseguidas y tuvieron que actuar en la clandestinidad. Después de la Segunda Guerra Mundial todos los obispos católicos, encabezados por el arzobispo Josyf Slipyi, fueron encarcelados. Slipyi recién fue liberado en 1963 por la presión de Juan XXIII y John Kennedy y así pudo participar del Concilio. Su vida sirvió de inspiración para la famosa novela de Morris West: “Las sandalias del pescador”.
En Ucrania la religión mayoritaria es el Cristianismo ortodoxo, con sus varias ramas. Los católicos son el 10% en un país de 41 millones de habitantes y llevan el nombre de “greco-católicos”. Son católicos orientales fieles al Papa y a la doctrina de la Iglesia Católica, pero de rito bizantino. Esta Iglesia es la más numerosa de las Iglesias católicas orientales. Son llamados despectivamente por Rusia como “uniatos” por su unión con Roma.
Juan Pablo II visitó en 2001 Ucrania, invitado por los greco-católicos y el presidente democrático del país para celebrar la beatificación de 27 mártires. Pero entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa rusa que en el país tiene (o tenía) muchos fieles, la cuestión del uniatismo fue y es el mayor obstáculo para el diálogo ecuménico. Por su parte los obispos católicos se comprometieron a no hacer proselitismo.
UN NUEVO HOLODOMOR
Están ahora preocupados porque se acerca un nuevo Holodomor, por los bombardeos, el hambre, el frio, la falta de gas y electricidad. También el patriarca ortodoxo Bartolomé de Estambul, distanciándose de su colega Kirill de Moscú, dijo: “Los hechos diabólicos de 1933 se repiten ante nuestros ojos. Asistimos al resurgimiento de hechos violentos e inhumanos que, aunque diferentes, coinciden en cuanto a barbarie. La actual, cruel agresión rusa a Ucrania hace revivir hechos del pasado que esperábamos que nunca más sucederían en la historia”. Los obispos ucranianos han declarado un “año de la misericordia” que terminará en la fiesta de Cristo Rey del año próximo.
El actual arzobispo de Kiev, Sviatoslav Shevchuk, ha asegurado que los católicos de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Kazajstán están unidos en la oración y en busca de la paz. Fue él quien convenció al papa Francisco para que escribiera una carta de apoyo al pueblo ucraniano y denunció el arresto con torturas de dos sacerdotes católicos. Sin embargo, los greco-católicos se sienten traicionados o abandonados por el “apoyo indirecto” del Vaticano a la “agresión” rusa y no se la haya denunciado desde el comienzo con nombres y apellidos.
También la declaración del Papa sobre la crueldad de los mercenarios chechenos y buriatos sin culpabilizar a los militares rusos, cayó mal. Sin embargo, el Papa no habló con ligereza como lo acusan también desde Europa. Se trata de etnias incorporadas por la fuerza al Estado ruso, pero no son rusos ni cristianos; los chechenos son musulmanes y los buriatos budistas, descendientes de los antiguos mongoles y viven mayormente en Siberia.
También los católicos ucranianos quieren continuar la guerra para derrotar a Rusia y no entienden cómo el Papa sigue criticando a occidente por enviar armas a Ucrania en vez de negociar. La guerra no terminará aún, pero sí terminarán miles de personas y estructuras, siendo una catástrofe para todos. La victoria, si se excluye la negociación, no llegará para nadie y hará imposible una futura convivencia. Se repite lo que dijo el Papa Benedicto XV de la Primera Guerra Mundial: “Ha sido una inútil masacre”.
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