(entrevista): dr. Enric Benito

Acompañar, para ayudar a partir

el entrevistado retratado durante un encuentro
“El debate entre eutanasia y cuidados paliativos es falso”. Dr. Benito.

El pasado 19 de noviembre el quincenario Entre Todos, de la Arquidiócesis de Montevideo, publicó una entrevista al médico español especializado en cuidados paliativos Enric Benito. Su visita al Uruguay se debió a la presentación de la película Hay una puerta ahí, (de Mueca films -con estreno previsto para 2023-), pero también estuvo realizando ponencias sobre el acompañamiento espiritual en el proceso de morir. Presentamos a nuestros lectores algunos pasajes enriquecedores de la citada entrevista.
El especialista español, que también es docente y conferencista, pasó de trabajar como médico oncólogo a dedicarse exclusivamente hacia los cuidados paliativos, hecho que modificó su vida.

¿Cómo ocurre ese cambio?
Fue la respuesta a la reflexión, después de una crisis personal importante, a mis cuarenta y pocos años.
Tenía un rol como oncólogo, como científico, como académico, como padre de familia, pero sin embargo me encontraba muy mal.
Había algo que no funcionaba.
Hay un tema: el dolor es algo físico, pero el sufrimiento es existencial.
Al igual que con el dolor, avisa al cuerpo que hay algo que no está bien. Yo no entendía nada de lo que me estaba pasando, pero tuve
lo que llaman crisis o depresión, junto con estrés. Había salido del camino, era famoso, rico e importante.
Pero no era feliz.
Con el tiempo y con ayuda, me di cuenta que lo mío no era recetar quimioterapia ni tratar el cáncer, sino cuidar personas en el proceso de morir. Cuando hice ese cambio, la vida me ha empujado a seguir creciendo y compartiendo esa parte tan importante que es el acompañamiento espiritual. Aprendí a descubrir que en la vida hay verdades que no están escritas en los libros, desde la experiencia de los momentos más auténticos de la vida, que es cuando parece que todo se acaba.

 

Justamente en ese momento de sufrimiento, ¿qué cosas se aprenden?
Creo que el sufrimiento es el rechazo de la realidad. Al acompañar el sufrimiento, descubres que es la resistencia hacia lo que no
me gusta, y que la aceptación es el camino para la trascendencia.

Dentro de ese proceso, el acompañamiento es ayudar a la persona a soltar, a permitir, al dejar ser, a no luchar. Cuando hace ese camino, le da paz y tiene un crecimiento vicario. El acompañar es descubrir.
Me gusta provocar y decir que la muerte no existe. Lo que existe es el morimiento, que es un proceso de desencarnar. Es como el nacimiento, venimos a este mundo de una manera un poco compleja. No son momentos fáciles, pero después accedes a otro
nivel de conciencia. Eso es lo que aprendes cuando acompañas.
El legado que ellos nos dejan es perderle el miedo a la muerte, que no es poca cosa. Saber que la muerte no existe, y que es parte de
un proceso muy bien organizado.

Cuando digo estas cosas la gente no lo comprende; cognitivamente no lo puedes entender, pero la realidad no la comprendemos
con la mente, sino desde la experiencia y el corazón.

¿Cómo nos preparamos para ese momento de la muerte? ¿Qué sería el ‘buen morir’?
La buena muerte es la aceptada y acompañada. Creo que no debemos identificarnos ni con tu cuerpo, ni con tu género, ni con tu
edad, ni con tu profesión. Todas son circunstancias, algunas buscadas y otras no, pero son temporales y efímeras. Lo que tú eres no
está nunca amenazado.
Es una afirmación rara, puede sonar media extraña, pero nadie se dio la vida a sí mismo, ni controlamos ninguna de las cosas
importantes, como los latidos del corazón. Ni siquiera controlamos que salga el sol por la mañana, o el aire que respiramos.
Hay que adoptar esa humildad y asumir que hay algo que lleva todo esto. Hay una vida que tiene un sentido, un propósito. Formamos parte de él, pero no somos sus dueños.

Se está hablando mucho sobre los cuidados paliativos y la eutanasia. ¿Qué tiene que ver la forma de ser del hombre, y aquello que no le puede ser sacado, en el tema de los cuidados paliativos?
En los cuidados paliativos atendemos personas, y para eso precisamos una cierta antropología.
No basta sólo con saber de anatomía y fisiología, sino conocer qué es un ser humano y cuál es el fundamento de su humanidad. No
tiene nombre, le podemos llamar dignidad, pero es lo que hace que seamos merecedores de cuidados y de respeto.
Detrás del tema de acabar con el sufrimiento de manera rápida, sea por la forma que sea, hay varias asunciones que no están
demostradas. Una es que el sufrimiento no sirve para nada, y que hay que domesticarlo, anestesiarlo y quitarlo. El sufrimiento no
hay que buscarlo, ni aplaudirlo, ni homenajearlo, pero tampoco hay que esconderlo o rechazarlo, porque es una fuente de crecimiento humano.
La otra asunción la diré de forma directa, para provocar: ‘muerto el perro, se acabó la rabia’. O sea, si le quitamos la vida, entonces dejará de sufrir. Es algo que se asume, pero que no está demostrado.
¿Cómo sabe usted que no sufrirá por ello después de muerto? Los que no sufren son quienes dejan de preocuparse y ocuparse del otro. Acompañar es la oportunidad para que el paciente emprenda un viaje, desde su mente hacia su corazón, desde su personaje hacia su profundidad.
Porque desde aquí, sentado, puedo hacer cualquier tipo de especulaciones sobre lo que imagino que voy a querer que pase, y planificar cómo quiero morir.
Pero cuando estemos ahí, veremos qué verdaderamente pasa. Por lo tanto, lo importante es la experiencia, no la idea.

Hay una puerta ahí se llama la película. Como decía, es una producción de Mueca Films.
¿Cómo nació la idea de este documental?
En 2019, una médica uruguaya que trabaja en cuidados paliativos, la doctora Ramos, que está en el Casmu, habló conmigo durante
un congreso en Salta, Argentina, y me contó el caso de esta persona, que era un paciente que se llamaba Fernando Sureda. Yo pensé que podría ser de mi pueblo, por el nombre, porque soy de Mallorca y muchos vinieron para Argentina y Uruguay. Efectivamente lo era. Luego le pregunté la edad, tenía setenta años, que era mi edad.
Le pedí que me escribiera para poder conocerlo, y ahí empezamos a hablar, a respetarnos y a aceptarnos. Él era una persona
solidaria, era una buena persona, que sabía que estaba muriendo y que se preocupaba por los demás, no quería generarle sufrimiento a su familia.
En el primer zoom le pido grabar las charlas, como un material docente. Él me responde que no, que para eso que haga una película.
Al cabo de un tiempo, me dice que hay una productora en Montevideo muy interesante, que dirigen los hermanos Ponce de León. Y quedó por ahí.
Seguimos grabando cada sesión, hasta que falleció en septiembre de 2020, en un proceso de mucha paz.
Pasó de ser militante de la eutanasia a convertirse en un agnóstico esperanzado, y todo eso está grabado.
Después me comuniqué, tal como me dijo, con Facundo Ponce de León y le dije que tenía un pedido del más allá para él. Le
pasé muchas horas de grabación y conversaciones de WhatsApp de esos nueve meses, y el material le pareció muy intenso e interesante.
Ahí es que surge la idea del film.