MUJERES HEROICAS

hermana luisa con niños y niñas de la calle
Luisa, Pequeña Hermana del Evangelio: una vida entregada hasta el martirio.

A menudo salen noticias, desconocidas por los grandes medios, de mujeres que entregan su vida hasta el martirio por el Evangelio y los pobres, en los lugares más difíciles y apartados del mundo. Es el caso de la Hermana misionera Luisa Dell´Orto, de 65 años, que ha sido brutalmente asesinada en Puerto Príncipe (Haití) donde residía y trabajaba desde hace 20 años.

Anteriormente había trabajado entre los pigmeos de Camerún (África) y en Madagascar. Era una Pequeña Hermana del Evangelio, discípula del p.Charles De Foucauld. Había creado en la periferia de Puerto Príncipe un centro para los niños de la calle. Era el único espacio libre en la zona, dedicado a los niños que allí podían encontrarse y jugar juntos. Estos eran atendidos con el estudio, la diversión y el deporte por parte de voluntarios y de los chicos mayores que habían crecido allí. La obra se levantaba en medio de una extensión enorme de casitas de lata y madera, encimadas la una sobre la otra, con una cantidad de vericuetos que se abren espacio con dificultad en medio de una selva de favelas.
Pero el centro de la Hermana Luisa era conocido por todos porque alejaba a la juventud de la droga, el narcotráfico, la violencia. El 25 de junio pasado fue agredida en la calle a golpes de puñal y murió al día siguiente en el hospital. Aún no se conocen los autores y los motivos. Ella era consciente de que podía pasarle algo, pero decidió quedarse para acompañar a los chicos y a sus familias asoladas por la pobreza y las consecuencias del terremoto de 2010 con 230 mil muertos.
Escribió: “Me dirán que soy un poco loca para quedarme y exponerme a cualquier riesgo. Es porque para esta gente es importante poder contar con alguien, con la solidaridad que surge de la fe y el amor de Dios; es el mayor don que podemos ofrecer”.
Su muerte tuvo un gran impacto a nivel popular. Ella había dedicado su vida a los más pobres que solo son importantes para Dios, pero ignorados por todos.

En septiembre pasado moría asesinada, después de 60 años de vida dedicada enteramente a los pobres de Mozambique (África), la misionera comboniana Hermana Maria De Coppi (83 años) en un atentado islamista nocturno a la misión de Chipene. Esta misión está ubicada al norte del país, cerca de Cabo Delgado donde desde hace 5 años hay una guerra cruel entre islamistas y gobierno, con miles de muertos y 800 mil desplazados. Los terroristas acusan a la Iglesia de ser cómplice del gobierno y de la represión militar.
Maria estaba en el país desde 1963 y era el alma de la misión de Chipene atendida por los padres combonianos con dos residencias para estudiantes, una escuela, un centro de salud y una iglesia. Aquella noche todo fue incendiado y destruido. Las personas con unos cuantos chicos pudieron salvarse huyendo a la selva. Maria, que se había quedado en casa, fue asesinada de un tiro en la cabeza. A la Hermana Ángeles Lopez, que acompañaba a Maria y se salvó por milagro le dijeron: “Tienen que salir de aquí. No queremos su religión; queremos el Islam”.
De vuelta a España la Hermana Ángeles piensa volver cuanto antes. Las Hermanas se dedican allí no solo a alimentar a niños desnutridos sino a  la formación intelectual y espiritual de catequistas, en especial mujeres. Ángeles dice perdonar a los asesinos porque son mercenarios, personas drogadas; si no matan, los matan a ellos. “El pueblo sufre más que nosotros”, dice. Y deja un mensaje a los más jóvenes: “Vale la pena gastar una vida por la misión; hay mucha gente que tiene sed de saber y de conocer a Dios”.

En la selva amazónica boliviana la brasileña Hermana Ciria Mees (54 años) desde el Vicariato Apostólico del Pando coordina a más de 160 pequeñas comunidades cristianas rurales donde no hay sacerdotes ni diáconos.
Viaja muchas horas en 4×4 y navegando por los ríos, preside las celebraciones dominicales periódicamente y promueve la formación de agentes pastorales y animadores de comunidades. Ha recibido del obispo la autorización para celebrar casamientos, bautismos (ya bautizó a 900 niños), funerales.
Como Ciria hay cientos de mujeres en Amazonia, religiosas y laicas, que ya ejercen un servicio diaconal de hecho. Son la única presencia de la Iglesia como institución en centenares de lugares. Una presencia valiente y peligrosa, pero cercana a los más pobres.