CISMA en IGLESIA ORTODOXA

cirilo y putin, retratados por las calles de moscú
Rusia: una Iglesia inmersa en la guerra.

La palabra “cisma” quiere decir en griego ruptura, división, fractura y los ortodoxos son una de las tres ramas del Cristianismo: católicos, protestantes (o evangélicos), ortodoxos. Son los primeros cristianos que se separaron de la obediencia al Papa después del primer milenio en que la Iglesia era una sola y unida al Papa como sucesor de Pedro. Se llaman “ortodoxos” porque según ellos son fieles a la tradición apostólica.

Este cisma sucedió en el año 1054 y fue el primero que se dio en la Iglesia de Jesucristo. Se estima que en el mundo son hoy unos 300 millones y predominan en los países del este europeo, Chipre, Grecia, Georgia, Bielorrusia, Ucrania, Rusia. La mayoría de los Ortodoxos está formada por la Iglesia Ortodoxa Rusa (el 79%).
Son Iglesias nacionales por su excesiva vinculación con el poder político. Cada país tiene su propio patriarca (=obispo jefe ) o también el metropolita (=arzobispo) y es independiente (autocéfala). Hay una cercanía ecuménica muy grande de los ortodoxos con los católicos en cuanto a doctrina, moral, devoción a la Virgen y los santos, liturgia etc.

Iglesias en política
Después del Concilio Vaticano II los Papas, antes con Atenágoras y ahora con Bartolomé, han tenido un trato de hermanos y colaborado activamente por la reconciliación. Los ortodoxos han tenido notoriedad pública en estos días por la guerra Rusia-Ucrania. Se trata de dos países ortodoxos que ahora se declaran “enemigos”.
En esos países la religión influye mucho en la política y la Iglesia está atada a los gobiernos de turno, inspirados igualmente por un exaltado nacionalismo. Después de la caída de la Unión Soviética y la declarada independencia de Ucrania, y más ahora con la guerra, también los Ortodoxos de Ucrania, que siempre dependieron del patriarcado de Moscú, quieren ahora ser una Iglesia independiente.  Rechazaron la agresión rusa y la postura del patriarca.
La declarada anexión del Donbass y de Crimea a Rusia, profundizaron las tensiones religiosas de los ucranianos. Estos fueron apoyados por el patriarca Bartolomé que desde Estambul ya en febrero pasado había condenado la agresión rusa y la guerra. Este patriarca que reside en la ciudad madre de los Ortodoxos, la antigua Bizancio o Constantinopla antes de ser conquistada por los musulmanes (siendo la capital del imperio romano de oriente) y que ahora se llama Estambul (Turquía), es teóricamente el líder mundial de los Ortodoxos; pero su primacía es tan solo honorífica y no tiene la autoridad del Papa de Roma.
Cuando en 2016 organizó el Sínodo Panortodoxo (el primero en siglos) en Creta, Rusia y otros países no participaron. El cisma se da  no solo con Roma sino también entre las Iglesias ortodoxas. En 2017 hubo una excomunión mutua entre Moscú y Estambul.  Kiril (Cirilo), el patriarca de Moscú desde 2009, debido al gran número de sus fieles, que ahora sin embargo están disminuyendo, pretende la hegemonía del mundo ortodoxo. Se presenta como el patriarca de la Gran Rusia o de todas las Rusias. Ha elaborado la teoría del “mundo ruso” que rige en todos los lugares donde se habla ruso o hay filorusos.

Poder y privilegios
Después de haber sido perseguido por el comunismo soviético, quiere volver a tener el poder y los privilegios del tiempo de los zares. Lo ha logrado con Vladimir Putin apoyando su política imperial y recibiendo enormes beneficios para sí mismo como multimillonario y para su iglesia, la que ha tenido una gran expansión aún fuera de Rusia. Putin sería el nuevo Constantino defensor de los cristianos y él el baluarte de los valores cristianos frente a la corrupción y decadencia moral de Occidente.
La estrecha alianza con Putin ha llevado a Kirill a apoyar la guerra contra Ucrania, a pesar de tener allí más de 12 mil parroquias. Para Putin y Kiril, Ucrania es el corazón del mundo ruso porque allí surgió el cristianismo ortodoxo ruso. Kiril ha bendecido el ejército ruso y las armas que combaten contra “las fuerzas del mal”, “contra el Anticristo”.
Ha declarado que “el sacrificio de los soldados por cumplir con su  deber lava todos los pecados” y lo comparó con el sacrificio de Cristo en la cruz.

“Rusia se está defendiendo”
El papa Francisco, que ya lo había encontrado en Cuba en 2016,  intentó por todos los medios volver a hablar con él para lograr un alto al fuego en la guerra. El que logró hablar con Kiril fue el secretario general del CMI (Consejo Mundial de las Iglesias), el ortodoxo Joan Sauca, de la Iglesia Ortodoxa de Rumania, el 17 de octubre pasado en Moscú. Según sus declaraciones,  coincidió con Kiril en que las guerras no pueden ser “santas” y que las Iglesias deben trabajar por la paz. Kiril lamentó que se citen frases suyas fuera de contexto y dijo: ”Las guerras las hacen los políticos, no las Iglesias. Pero cuando se actúa en defensa propia o para dar la vida por los hermanos, entonces es otra cosa. Nosotros defendemos nuestras fronteras. Las Iglesias no deben echar leña al fuego sino hacer todo lo posible para apagar el fuego”. Según el patriarca, “es Rusia la que se está defendiendo de la agresión de Occidente y sus lacayos dirigentes ucranianos.  Estos ya en 2014 han bombardeado y destruido casas y edificios en el Donbass, provocando la huida a Rusia de 2 millones de refugiados. Hay que buscar la paz pero una paz justa, yendo a las causas de la guerra”.
No son de la misma opinión los 300 sacerdotes y diáconos rusos que en un documento público se opusieron a la guerra y a Kiril  preguntándose: “Pensamos con amargura en el abismo que tendrán que superar nuestros hijos y nietos en Rusia y Ucrania para volver a ser amigos, respetarse y quererse como antes”.

El error de humillar a Rusia
También los cinco obispos católicos de Rusia sacaron un valiente comunicado pidiendo el cese del fuego inmediato y añadiendo: “La paz no es solo ausencia de guerra, sino una firme determinación de respetar a todas las personas y  pueblos en su dignidad”.
En este contexto de desinformación de un lado y de otro, de guerra “religiosa” y polarización exacerbada el papa Francisco se rehúsa a bendecir a una de las partes e invita también al presidente de Ucrania a dejar la intransigencia de un lado y a negociar. Esto ha creado malestar también entre muchos católicos. La Conferencia Episcopal de Polonia habló de una “política ingenua y utópica”. Para la diplomacia vaticana es un error pretender poner de rodillas a Rusia y buscar armas cada vez más poderosas para lograr la victoria. Más que una escalada militar, cada vez más costosa y peligrosa, hay que concretar pasos para una paz todavía posible.