(entrevista): obispo Heriberto Bodeant

«VER EL COMPROMISO DE LA GENTE, A UNO LO ANIMA»

el obispo beto posa sonriente, al costado la fachada de la catedral de canelones
“Tenemos una dificultad que es antiquísima y común en toda la historia de la Iglesia… creer en la conversión del otro”.

Queridos Amigos, Heriberto Bodeant, uruguayo (67) oriundo de Young, ordenado sacerdote 36 años atrás, es, desde hace año y medio, Obispo de la grande y variada Diócesis de Canelones. Su trayectoria de cura y obispo lo muestran como un Pastor cercano a la gente, gustando de hacer camino al encuentro con las comunidades. Es también «un hombre aggiornado» que con sus características sencillez y profundidad, sabe utilizar los medios de comunicación para transmitir la Buena Nueva del Evangelio!  Días pasados nos recibió fraternalmente en la Sede de la Iglesia Canaria, frente a las preciosas Plaza y Catedral, dialogamos:

¿Cómo te recibió Canelones, y cómo te encuentras tú?

Bueno, luego de casi 12 años en Melo, dónde todos nos veíamos y sabíamos con quién estábamos, llegué a Canelones en pandemia, dónde de pronto conoces a alguna gente, pero todos estábamos con mascarilla, eso fue particularmente duro, llegar en un momento donde el encuentro no se da en su forma natural, ver una Catedral con solo los cupos permitidos, así que fue un momento de impacto fuerte. ¡La gente me recibió y me sigue recibiendo muy bien en todos lados!

Encontré una gran variedad de realidades, «Canelones es un país en miniatura» como dicen, es el segundo departamento más poblado del país. Si uno va yendo para San Ramón, mira el campo y le parece que podría estar pasando por un campo en Treinta y Tres, muy rural… si empezás a bajar vas encontrando los viñedos, las chacras, también los predios más chicos, gente que trabaja en familia, que gusta de la tierra y del trabajo, y de hacerlo y hacerlo bien, con capacidad de emprendimiento, grande o pequeño, gente con ganas. Después está el mundo de la Costa: «es otro país», muy contrastante en sí mismo, con el norte y el sur, y esa división va marcando realidades bien diferentes. En el norte con presencia de asentamientos, gente que la está peleando día a día, en el sur quizás gente más establecida, a veces con lo que empezó siendo su segunda residencia que después se transformó en casa de algún hijo. Demográficamente estos lugares son distintos, con sectores que están envejecidos, hay comunidades donde la gente dice «no tenemos jóvenes» …
Así que en el primer año el esfuerzo fue ir a cada parroquia, al menos una vez, tener un encuentro y celebración con la gente, a algunas he ido hasta 2 o 3 veces. En este segundo año la idea es ir a cada parroquia a una reunión con el consejo parroquial, con la gente que participa activamente, y bueno, voy escuchando. La gente siente que con la pandemia disminuyó la participación en la comunidad, y la dificultad en el rearmado, también aquellos que dicen que hay que pensar en las lecciones que sacamos de esto y cómo seguir adelante. Algunas comunidades encontraron muy bien la forma para seguir, usando los nuevos medios de comunicación.

¿Cómo ves la realidad de las pequeñas comunidades, de reunirse en grupo… se sigue con esa mística? 

Bueno, propiamente Comunidades Eclesiales de Base, en la diócesis, están en la Costa. Me encontré con ellas, son una realidad bien linda, bien rica, que continúa y que se expresa en varias iniciativas. En alguna parroquia hay lo que se llaman Grupos de lectura orante, después también están los movimientos como los Cursillistas, Encuentros Matrimoniales, el Camino Neo Catecumenal, en fin… todos han vivido, de una forma u otra, el impacto de la pandemia, buscando la forma de recomenzar. Yo creo que hay gente con ganas de encontrarse, y cuando se hace la convocatoria la gente está, vino y participó con ganas. Hicimos un Encuentro Diocesano por el camino sinodal, después una Asamblea, la gente estuvo presente.

Papa Francisco, Fratelli Tutti, Iglesia en salida, Sinodalidad… ¿Cómo vamos viviendo esto, qué a favor y qué en contra tenemos, según nuestra idiosincrasia?

Lo que a veces nos frena, me parece, es cierta rigidez. No estoy hablando de una rigidez doctrinaria, sino de una actitud que se puede dar en personas de distinto pensar, es decir, a veces no tenemos la suficiente apertura hacia el otro. Tenemos una dificultad que es antiquísima y común en toda la historia de la Iglesia, que está en el evangelio, que es la dificultad de creer en la conversión del otro «va a la casa de pecadores y come con ellos»,  aceptar a alguien que viene de otro horizonte, que tiene otra manera de sentir, de pensar, y esto en un departamento donde hay tanta diversidad de orígenes. Yo qué sé… a veces es un poquito difícil insertar a alguien de la Costa, que vive una vida en un ir y venir a Montevideo, pero que está ahí, que se siente también parte del departamento, con alguien del Santoral, son idiosincrasias distintas. La unidad de la Iglesia, la fraternidad, es siempre un desafío. Hay una plegaria eucarística que se denomina «la iglesia en camino a la unidad», la unidad es un camino, llegar a hacernos uno es pasar por muchas etapas ​en las que vamos aprendiendo. Cuando Francisco o la Secretaría del Sínodo larga la pregunta de ver cómo ha sido nuestro caminar juntos en Iglesia, si nos ponemos a recordar, tenemos muchísimos elementos que muestran una Iglesia uruguaya que ha tenido una participación importante de laicos, por ejemplo, los jóvenes, la Pastoral Juvenil, que ha ido haciendo todo un camino. Tenemos una historia de consulta al Pueblo de Dios, de diálogo. Me parece importante recuperar esa memoria y ver cómo continuamos. Ese creo es un punto a favor. Entre las visitas a los consejos yo pensaba en 2 lugares tan distintos como pueden ser San Ramón y Solymar. En los dos lugares encuentras gente con mucho compromiso, sintiéndose parte de la comunidad, responsable de buscar caminos para la comunidad, no en forma de protagonismo individual, ni en una actitud de «padre, usted díganos qué tenemos que hacer» sino gente con la que uno puede decir que juntos vamos a ir buscando por dónde ir. Ver ese compromiso de la gente, a uno lo anima. Gente que tiene también sus preguntas y con la que juntos podemos ir buscando respuestas. Yo me siento siempre llamado a buscar y dar una palabra en positivo: animar a buscar juntos consolación, según el lenguaje ignaciano. Dios está realmente, nos anima, nos mueve, nos fortalece.

El joven hoy, ¿es un desafío para la Iglesia? 

Yo creo que para muchos jóvenes de hoy, que no tienen vínculos con la Iglesia, o que no tienen vínculos que les parezcan que les ayuden a ver más allá de unas apariencias, para muchos hoy la iglesia es algo indiferente, es una institución que no sabes bien qué hace, es decir, hay un desconocimiento. Siempre decimos que nosotros «no hacemos marketing» no nos presentamos, y bueno, ahí… Sin embargo, para mí ha sido muy grato ver que hay jóvenes. Por ejemplo, en la Jornada Nacional de la Juventud, que se hizo en forma diocesana, los organizadores esperaban sobre todo adolescentes, y fue al revés, fueron sobre todo jóvenes en sus 20 en adelante. Entonces veo que hay jóvenes abiertos a la fe, en búsqueda, y eso anima mucho. Pero tenemos que dar el valor a todos, a los que ya están y a los que vienen, recibirlos, acompañarlos, escucharlos, dialogar, presentar al Jesús que nos da Vida, que nos abre a una vida nueva: es el Amigo que te ama, te escucha, te exige, que te muestra misericordia!

¿Qué ha significado y qué significa hoy para ti «la Oración de Abandono» del Hto. Carlos de Foucauld ? 

Cuando yo conocí la Oración de Abandono, fue una oración que me impresionó enormemente; realmente, ese desprendimiento de uno mismo y ponerse en las manos del Padre con una disponibilidad total, significan algo fuertísimo… Y bueno, cuando hice el segundo retiro largo en el Seminario, lo hicimos con un obispo chileno, Carlos González Cruchaga, que creo era primo de San Alberto Hurtado. Yo le conté que a veces rezaba la oración de abandono y que la encontraba muy difícil de decir hasta el final, y él me dijo: «mirá, si rezas el Padre Nuestro, pensando bien lo que estás diciendo, es tan difícil como la oración de abandono». Bueno, yo la he rezado sobre todo en los momentos dónde he sido llamado a un cambio, y entonces uno necesita realmente hacer una entrega confiada, pues uno sale hacia lo desconocido; Abraham partió sin saber a dónde iba. Y últimamente leyendo cosas con motivo de la canonización, buscando lo que podríamos llamar la traducción oficial, encontré el comentario de una persona, una mujer perteneciente a la Familia Foucauld, interesantísimo, que dice que esta oración no fue escrita con la intención de rezarla, ni de rezarla junto a otros, ni de que fuera la oración oficial de nada, en realidad fueron reflexiones del Hto. Carlos buscando llegar a la esencia de la oración de Jesús, el abandono de Jesús. Entonces, dice, para rezarla en todo su alcance, el único que la puede rezar así es Jesús, recordando siempre que tenemos que unirnos a Jesús para rezarla, no la podemos rezar sin el «yo vine para hacer la Voluntad de mi Padre», «Padre en tus manos encomiendo mi espíritu»… También dice que fue escrito en su época de monje trapense, tiempo de mucho silencio, donde pudo hacerlo y nos dejó esto tan hermoso, que te envuelve, te supera, es muy hermosa. La Canonización del Hto. Carlos le da todo un respaldo a la oración, le da autoridad. Nadie está obligado a rezarla, pero está ahí, y si uno se anima a «entrar en esa aventura» de ponerse así, a intentar hacerse uno con Jesús, para poder rezarla con el corazón y que la gracia que se pide ahí, se pueda realizar, o al menos un poquito…

¿Quieres decir algo para Umbrales, para el equipo, para los lectores

Yo creo que algo que puede ser misión de Umbrales es seguir recogiendo lo que vaya siendo el caminar del Pueblo de Dios, de la región, encontrando cómo la vida se abre camino, y que esos testimonios lleguen a unos y a otros y nos animemos mutuamente en el camino. Ese es mi deseo para que Umbrales siga esa misión desde la fe, de cada una de las comunidades, de las personas, y que se trasluzcan en las distintas experiencias. La dificultad es acercarnos a una noticia de Iglesia, cuando la leemos desde quienes la miran como periodistas generales… -bueno, el interés puede estar en si es una obra social importante que se hace, o si hay un tema polémico- en cambio, aquí parece que es un recoger experiencias, al menos es lo que ha hecho Umbrales, y la experiencia es algo que tiene un valor propio, para compartir, para alegrarse con el otro por ese camino que se ha hecho, una experiencia atravesada por la fe, ¡que por ahí pueda seguir Umbrales!

Solo queda agradecer al tan apreciado hermano y amigo Heriberto por su generosidad con Umbrales, y asegurarle que lo tendremos bien presente, junto a su Comunidad de Canelones, ¡¡en nuestras oraciones ante la Virgen de Guadalupe, Madre y Señora nuestra!!

Jorge Márquez, jardinero.