
Hasta hace unos meses parecía imposible una nueva guerra en Europa y ahora ya estamos acostumbrándonos resignados a las monstruosidades increíbles por parte del ejército ruso, con amenazas de armas nucleares y a una escalada bélica sin precedentes por parte de occidente. Se pensaba que las guerras y conflictos armados ya solo podrían darse en África o en Asia, después de dos terribles guerras en Europa, con 100 millones de muertos. Hay muchas guerras hoy en el mundo, refugiados e inmigrantes como nunca; pero desde 1945 ninguna guerra como la que hay entre Rusia y Ucrania ha afectado y afecta tanto al planeta entero.
UN FRACASO DE LA POLÍTICA
En el fondo se trata de un conflicto entre Estados Unidos (con sus aliados) y Rusia, las dos superpotencias. Ucrania es el campo de batalla, la que pone las víctimas, sobre todo civiles. Por su parte Estados Unidos, Inglaterra y Occidente suministran cada vez más armas a Ucrania, instrucción militar, servicios de inteligencia, cooperación estratégica, etc., haciendo imposible un alto al fuego.
El papa Francisco la llamó “guerra total” en el marco de una “tercera guerra mundial”, con el peligro hasta de una guerra nuclear. Proféticamente el Papa había ido personalmente ya en febrero pasado a la embajada rusa en Roma en pos de la paz sabiendo lo que significa una guerra hoy a este nivel. La tildó como una “locura” en línea con Juan XXIII que en Pacem in terris afirma que una guerra con las armas de hoy es “irracional”.
Para Francisco la guerra “es un fracaso de la política y de la humanidad”. En Fratelli Tutti escribe: ”Hoy es muy difícil defender los criterios racionales madurados en el pasado para hablar de una posible guerra justa” (n.258). Ya Juan Pablo II había instado a no iniciar la guerra en Afganistán y se opuso fuertemente a la guerra contra Irak; no se le hizo caso y las consecuencias han sido desastrosas hasta el día de hoy.
Fue Juan XXIII quien salvó la paz mediando en 1962 a través del diálogo y la negociación en el conflicto entre Estados Unidos y Rusia por la cuestión de los misiles rusos en Cuba que apuntaban hacia el país del norte. El papa Francisco intervino decenas de veces contra la agresión armada de Rusia a Ucrania. Envió dos cardenales y un arzobispo a Ucrania y una significativa ayuda para ese pueblo mártir. Mostró en una audiencia pública una bandera ensangrentada proveniente de Bucha, uno de los lugares de Ucrania donde se encontraron fosas comunes y cámaras de tortura. Pero el Papa no quiere hacer un viaje a Kiev aunque esté invitado, sin un análogo viaje a Moscú. No es para equiparar al agresor con el agredido, sino para intentar un alto al fuego consensuado, que pueda ser el primer paso para las negociaciones.
La secuela de esa guerra puede crear una cadena de odio y revancha por generaciones enteras. “Una solución por la fuerza arregla las cosas en el momento, pero deja que el fuego siga ardiendo bajo las cenizas”, dijo el cardenal Pietro Parolin.
NI VENCEDORES NI VENCIDOS
El Papa quiere que no haya vencedores ni vencidos; no una paz impuesta sino justa y negociada (nunca toda la razón y la verdad están únicamente de un solo lado). Quiere una paz que no deje a nadie humillado y herido como pasó después de la primera guerra mundial con Alemania. Por eso busca todos los resquicios de diálogo y quiere hablar también con el patriarca ortodoxo Kirill a pesar de que este haya calificado la guerra como “cruzada” y “guerra santa”. Según él los soldados rusos que sacrifican su vida en Ucrania, lavan todos sus pecados. Su alineación con Putin se debe a que el proceso de separación entre Iglesia y estado, entre la esfera religiosa y política nunca se dio en Rusia y el excesivo nacionalismo es una característica común.
En contra de todo eso en Ucrania y en Occidente se está luchando por una victoria total y para poner de rodillas a Rusia como estado terrorista. El papa Francisco dijo claramente que no existe una Caperucita Roja buena de un lado y un lobo malo del otro. Dividir al mundo en buenos y malos es puro fundamentalismo. Todos somos buenos y malos.
La OTAN había sido creada con una finalidad solamente defensiva y no con una finalidad expansionista y agresiva. Incumpliendo promesas se extendió hacia el este amenazando llegar cerca de Rusia y ahora se da la misma situación de cuando Estados Unidos se sintió amenazado por los misiles rusos en Cuba. Estados Unidos, que tiene 800 bases militares en todo el mundo, ha logrado junto con Europa crear un “enemigo común”, siendo que Rusia es más parte de Europa que de Estados Unidos. La que debía ser una política pacificadora, se transformó en una loca carrera armamentista, apoyada y fomentada por las grandes industrias bélicas de Estados Unidos. Desde que comenzó la guerra en Ucrania, ese país ya gastó en armas 15.500 millones de euros.
Ahora el odio al tirano ruso Putin se está transformando en odio a todo el pueblo ruso y por otra parte en Rusia se levanta la bandera de la defensa de la patria amenazada, como en el tiempo del nazismo.
Según el Eurobarómetro el 68% de los europeos apoya el envío masivo de armas y el 78% las sanciones económicas. Se vuelve a la guerra fría contra todo lo que es ruso por un lado y contra todo occidente por el otro, con las consecuencias que todos padecemos. Decía Gandhi que “la ley del ojo por ojo hace que todos terminen ciegos”.
Vuelven a enfrentarse los dos imperios: Estados Unidos (con la OTAN) y Rusia. Por eso el Papa no cierra los canales de diálogo con Rusia. Se opone a la amplificación del conflicto; propone la acción diplomática y no la escalada bélica.
Hasta Ucrania que es un país cristiano ahora trata a los rusos, aún siendo también cristianos, como enemigos y se ha volcado contra el Papa acusándolo de filoruso. Todo comenzó con el Vía Crucis del Coliseo en Roma cuando en una estación del Vía Crucis las protagonistas fueron dos mujeres amigas, una rusa y la otra ucraniana, como símbolo de diálogo y reconciliación. En Ucrania se gritó al escándalo y no se transmitió por televisión. Crece la cultura del odio.
CULTURA DEL ODIO
Se ha olvidado el mandamiento evangélico del amor a los enemigos, del perdón, de la no violencia. Por su parte el Papa, aún reconociendo la brutalidad de la agresión rusa y el derecho a una legítima defensa, pide dialogar y negociar con el agresor.
El arzobispo católico de Moscú Paolo Pezzi considera factible una “salida política en la que nadie se sienta derrotado”.
El Papa no ha atacado públicamente a Vladimir Putin obviamente para mantener abiertos los canales de diálogo y estaría dispuesto a un encuentro con él, como cuando san Francisco fue al encuentro del sultán.
Putin no quiere reeditar la Unión Soviética ni volver al marxismo; quiere devolver a la Rusia la gloria pasada, aún por encima de las leyes internacionales y los crímenes de guerra.
Falta una autoridad mundial imparcial y legítima, y los poderosos le han impedido a la ONU desarrollar su misión transformándola en una simple ONG. Por eso las superpotencias, sobre todo Estados Unidos, se han abrogado el derecho de imponer sus intereses e ideologías aún con las armas como en Vietnam, Afganistán, Irak, Siria… con los resultados que todos conocemos.
Es sabido cómo la venta de armas es el negocio más lucrativo del mundo y los gobiernos son los principales vendedores y compradores. La lista está encabezada por Estados Unidos, Rusia y China. Las guerras son necesarias para que este negocio continúe.
UNA PROPUESTA DE PAZ
El célebre economista italiano Stefano Zamagni, presidente de la Academia Pontificia de Ciencias, ha propuesto que Ucrania renuncie a la OTAN (no a la Unión Europea); se garantice su soberanía, independencia e integridad territorial por parte de la ONU, Unión Europea y Turquía; haya un acuerdo entre los dos países por Crimea, libertad de movimiento de personas y recursos financieros, autonomía de las regiones de Lugansk y Donetsk dentro de Ucrania, acceso de ambo países a los puertos del Mar Negro para las actividades comerciales; que se retiren las tropas y el armamento ruso de Ucrania y al mismo tiempo se dé una eliminación gradual de las sanciones a Rusia por parte de Occidente; el establecimiento de un Fondo Multilateral para la reconstrucción de Ucrania (con la participación también de Rusia).
Es tiempo de eliminar las guerras. Hay gente que dice: ”siempre ha habido guerras, siempre ha habido pobres”; por eso se resigna y justifica así su conducta pasiva y en definitiva cómplice. No han entendido que hoy el hombre es capaz de destruir el planeta pero también puede eliminar las guerras, el hambre y la miseria.
La Doctrina Social de la Iglesia ya no busca humanizar la guerra como en el pasado, sino desterrarla. El Concilio Vaticano II se auguraba una época en la que “por el acuerdo de las naciones pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra” (Gaudium et Spes n.82). En la práctica cualquier guerra termina siempre con males mucho más grandes de los que se quiera eliminar.
El papa Francisco advertía proféticamente en Fratelli Tutti: “Una guerra hoy en una región determinada puede terminar de involucrar al entero planeta porque el mundo de hoy está fuertemente interconectado” (n.259).
Primo Corbelli
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