
El pasado 29 de junio, Solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, el papa Francisco publicó la Carta Apostólica Desiderio desideravi sobre la Formación Litúrgica del Pueblo de Dios. Es un texto dirigido a los obispos, presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y a los fieles laicos.
Se trata de una carta escrita después del Motu proprio «Traditionis custodes» y que pretende profundizar y reflexionar sobre la Liturgia, dimensión fundamental para la vida de la Iglesia. El papa Francisco busca recordar el sentido profundo de la celebración eucarística definida después del Concilio Vaticano II e invita a obispos, presbíteros, diáconos, consagrados y todos los fieles laicos a recibir formación litúrgica. No se quiere tratar la cuestión de manera exhaustiva, sino que se quieren ofrecer algunos «elementos de reflexión para contemplar la belleza y la verdad de la celebración cristiana».
En el documento se expresa que todos están «invitados al banquete de la bodas del Cordero» (Ap 19, 9). El Papa subraya la importancia del sacramento, sobre todo por el hecho que «cada vez que vamos a Misa, el motivo principal es porque nos atrae el deseo que Él tiene de nosotros […] ciertamente, nuestra comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo ha sido deseada por Él en la última Cena».
La Liturgia es el camino que el Señor ha escogido para vivir en comunión: «la fe cristiana, o es un encuentro vivo con Él, o no es», afirma Francisco, recordando que la Eucaristía no es un recuerdo de la Santa Cena, sino que «necesitamos estar presentes en aquella Cena […] lo necesitamos a Él». Es por eso que el Papa invita a toda la Iglesia a «redescubrir, custodiar y vivir la verdad y la fuerza de la celebración cristiana».
La celebración litúrgica es un don gratuito de salvación recibido en la fe y, para que el don vaya calando en nosotros, se nos pide redescubrir cada día la belleza de la verdad de la celebración cristiana: «la Liturgia es el sacerdocio de Cristo revelado y entregado a nosotros en su Pascua, presente y activo hoy a través de los signos sensibles para que el Espíritu, sumergiéndonos en el misterio pascual, transforme toda nuestra vida, conformándonos cada vez más con Cristo».
Francisco nos recuerda: «el asmobro es parte esencial de la acción litúrgica porque es la actitud de quien sabe que está ante la peculiaridad de los gestos simbólicos; es la maravilla de quien experimenta la fuerza del símbolo, que no consiste en referirse a un concepto abstracto, sino en contener y expresar, en su concreción, lo que significa».
El texto nos recuerda la fuerza salvadora que tiene la Eucaristía en nuestra vida: «la Liturgia da gloria a Dios porque nos permite, aquí en la tierra, ver a Dios en la celebración de los misterios y, al verlo, revivir por su Pascua». La celebración de los sacramentos es eficaz en sí misma por la gracia de Dios, pero no es una cuestión de conocimiento mental, sino una «experiencia vital» y a la que estamos «llamados a vivir todos los bautizados».
El papa Francisco llama a todos los obispos, presbíteros y diáconos, formadores de los seminarios, profesores de las facultades teológicas y de las escuelas de teología, y también a los catequistas, a «que ayuden en el pueblo santo de Dios a beber de la que siempre ha sido la fuente principal de la espiritualidad cristiana», teniendo en cuenta que, el domingo, «antes de ser un precepto, es un regalo que Dios hace a su pueblo».
Ante el ardiente deseo de Jesús (Desiderio desideravi, Lc 22,15) de hacernos partícipes de su Cuerpo y Sangre, no podemos sino aceptar la invitación del Papa a todo el pueblo de Dios: “Abandonemos las polémicas para escuchar juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia, mantengamos la comunión, sigamos asombrándonos por la belleza de la Liturgia. Se nos ha dado la Pascua, conservemos el deseo continuo que el Señor sigue teniendo de poder comerla con nosotros” (n. 65).
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