Algunas reflexiones sobre el debate Grabois vs Milei
Por Dr. Pablo Guerra[1]

Por un lado Javier Milei, un economista convertido en una suerte de showman potenciado por los medios, hábil expositor y sobre todo cuestionador del statu quo desde el paradigma radical del pensamiento anarco capitalista. Hoy desde su banca de Diputados y aún como outsider, se eleva como una de las figuras más importantes del devaluado sistema político argentino. Por otro lado, Juan Grabois, abogado y militante social, fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos y Unión de Trabajadores de la Economía Popular, amigo del Papa Francisco y dirigente político de Patria Grande, cercano al kirchnerismo. En el medio del escenario, el periodista Jorge Fontevecchia, del Grupo Perfil, quien hizo de anfitrión y moderador en un largo debate de más de cinco horas, transmitido por su canal de Youtube[2].
Si bien el enfoque inicial que se quiso dar por parte de los organizadores fue el de entrevistar a dos referentes, representativos de escuelas opuestas en materia económica (la “Escuela Austríaca” de un lado; la denominada por Perfil “Escuela del Vaticano”, por otra), lo cierto es que se trata de un intercambio que va más allá de meras lecturas económicas, para posicionarse en temáticas más amplias, incursionando en temas políticos, sociales y culturales.
Sin duda, una idea muy interesante que se plasmó en un material atípico para los tiempos que corren (¿que programa de televisión se permite un debate intelectual de cinco horas?) y de mucho relieve para comprender la emergencia de planteos e ideas que se presentan como opuestos en la arena política del día a día, pero también en la disputa académica y de la acción social.
Antes de ir al contenido del debate digamos algo de las corrientes económicas expresadas por parte de los protagonistas.
La Escuela Austríaca tiene su origen a partir de los 1870s, con la obra de Carl Menger en el marco de la denominada Teoría Marginalista, que básicamente cambió la forma de comprender el valor de las mercancías al abandonar las teorías del valor objetivo (defendida entre otros por Marx, pero también Ricardo) y postular la tesis que el valor responde en última instancia a la utilidad que le confiera cada agente (valor subjetivo).
En un plano más doctrinario, esta Escuela se caracterizaría por sus fuertes críticas tanto al socialismo como a cualquier intervención estatal en la economía. Ludwig Von Mises, por ejemplo, se ha convertido desde los 1920s en referencia obligatoria contra la intervención estatal y a favor de la fijación de precios a través del libre mercado. Frederick Von Hayek continúa esta tradición, incluyendo perspectivas más filosóficas plasmadas en libros como “Camino de Servidumbre” (1944) o “Los fundamentos de la Libertad”, texto que entendemos fundante de lo que se denominaría en nuestras latitudes como “Neoliberalismo”. Ideas parecidas surgieron en Norteamérica. Destaca en ese sentido la obra de Milton Friedmann, fundador de lo que se denomina “La Escuela de Chicago” de fuerte influencia “monetarista” para resolver los problemas de la inflación limitando el crecimiento de la oferta monetaria y muy seguido en América Latina por los denominados “Chicago Boys”, vanguardia económica de las primeras privatizaciones y desmantelamiento de los Estados de Bienestar. Aunque con muchos puntos de contacto con los anteriores en materia de ideas, claramente estos autores de radicalidad pro mercado también presentan diferencias. Por ejemplo, en el manejo de la inflación o sistema de tipo de cambios, Hayek se muestra crítico a las soluciones planteadas por los monetaristas.
Respecto a lo que el programa periodístico denominó “Escuela Vaticana” nos surgen algunas dudas sobre la conveniencia de tal denominación. Si bien es cierto que Grabois mantiene una amistad con el Papa Francisco y que él mismo integra el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, menos cierto es que exista una escuela del Vaticano en materia económica. Sí existe una Doctrina Social de la Iglesia que tiene obvias referencias éticas al manejo de la economía[3]. También existe un particular interés de Francisco por profundizar esos retos que debe afrontar la economía justamente en aras de un Desarrollo Humano Integral. De hecho, eso es lo que le motivó para convocar en 2020 una reflexión en estas materias en el marco de un proceso que se denominó “La Economía de Francisco”[4].
Por lo tanto, seguramente lo que Grabois representa es una mirada de la economía que hunde raíces tanto en esa DSI como en la particular impronta que ha tratado de exponer Francisco al convocar a una conversión de la economía en el espíritu del Santo de Asís, “atenta a las personas y al ambiente, fundada en la equidad, la comunión y la fraternidad”. Lo hace además, bebiendo de diferentes fuentes del pensamiento social de izquierda y desde una eclesiología latinoamericanista que al menos desde hace algo más de 50 años impulsa -no sin detractores- una concepción liberadora con acento en los más excluidos.
Más allá de las diferentes escuelas de pensamiento, ambos invitados a la confrontación de ideas, responderán a sus opciones de vida.
Por el lado de Milei, claramente es un profesional de la economía dedicado a la enseñanza y consultoría, pero también al arte de la dialéctica, siempre bajo la influencia de lecturas de autores provenientes de la Escuela Austríaca y del Liberalismo Él mismo ha incursionado en la producción intelectual al escribir algunos libros y artículos de opinión. En la instancia del debate, ha sido usual su recurrencia a fuentes de autores como los citados Hayek, Misses, Menger y Friedmann, pero también Smith, Rodbertus, Becker, Hazlitt, Debreu, Arrow, Hahn o Buchanan.
Por el lado de Grabois, si bien es abogado y desde el ejercicio del Derecho ha tenido acciones muy conocidas, sus principales aportes vienen desde la militancia social, promoviendo la acción colectiva de sectores tradicionalmente excluidos, como el de los cartoneros, convirtiéndose en una de las caras visibles del movimiento de la economía popular. Desde una perspectiva de opción preferencial por los pobres, evidentemente su manejo en el debate no estará nutrido de referencias teóricas como de la experiencia concreta de conocer las limitaciones y potencialidades que vive y exhibe el pueblo sencillo.
El Debate
La entrevista se abre con una consulta a Grabois sobre el “salario básico universal”, una propuesta que en algunas ocasiones fue mencionada por Francisco y que impulsan muchas organizaciones sociales argentinas. La propuesta, diferente a la Renta Básica Universal, implica asegurar a los sectores más excluidos un ingreso mínimo. Grabois analiza el concepto, señalando que es un primer instrumento para resolver uno de los aspectos de la exclusión, pero insuficiente para dar cuenta de otros problemas, caso del acceso a la vivienda. Soslaya el papel del mercado, pero es de la idea que para una efectiva libertad se deben asegurar ciertos derechos mínimos (Tierra, Techo y Trabajo “y alguno que otro más”).
Aún sin pulir su respuesta a la pregunta inicial, la primera intervención de Grabois es suficiente para pasarle la palabra a Milei y que diera su punto de vista sobre el futuro del trabajo. Su posición la podemos definir como optimista. Veamos. Su primera afirmación es que el cambio tecnológico no destruye puestos de trabajo, en todo caso, lo que se necesita es un “mercado laboral flexible” que asegure resultados favorables para el conjunto de la economía. Respecto a la propuesta del salario universal, la define como una propuesta “aberrante” ya sea por razones morales (¿quién lo financia? La visión de Milei es que los impuestos implican un robo a la propiedad privada) como por razones referidas a aspectos que tienen que ver con la racionalidad de los agentes (si subvencionamos a los pobres, restamos incentivos para que trabajen). Tampoco logra cerrar una respuesta ordenada a la pregunta disparadora, sino que por el contrario, prefirió argumentar sobre las bondades de un sistema de mercado que atienda a las preferencias de los sujetos sin intervenciones, un aspecto central en la teoría y doctrina de la Escuela de Viena.
Pero justamente esa tendencia de Milei a debatir sobre la base de un marco teórico al que quiere dar visibilidad, mueve a Fontevecchia a consultar a Grabois qué opinión le merecen esos argumentos teóricos. Aquí tenemos una primera respuesta que puede haber descolocado a algún fanático: lejos de mostrarse lapidariamente en contra, manifiesta apertura intelectual a un discurso diferente:
“Me parece muy interesante porque son cosas que están un poco fuera del ecosistema intelectual al que pertenezco, entonces siempre es interesante escucharlo y tratar de comprender y aprender algunos conceptos e ideas”.
Aún así, a continuación observa una limitación en ese discurso: su abstracción en el sentido de un discurso alejado de la realidad. Menciona la necesidad de ver lo complejo, pero también lo sencillo. Sin duda esos términos tienen una profunda significación epistemológica y son bienvenidos para comprender mejor la realidad. Abona esta postura señalando que el derecho a la propiedad siempre ha sufrido alteraciones por parte de movimientos como los luditas que no lograron con la destrucción de las máquinas resolver sus problemas. Eso implica mirar más allá de lo meramente teórico y reconocer que para que la propiedad sea respetada, debe haber un mínimo común asegurado o dicho en sus palabras: “tiene que haber esperanza y un umbral mínimo de dignidad para todas las personas”. También cuestiona el derecho a la propiedad analizando sus orígenes, por ejemplo, el despojo de algunas pocas familias patricias respecto a la tierra que pertenecía a los pueblos originarios.
En esta segunda intervención, Grabois muestra también la complejidad del mundo del trabajo (distinguiendo, por ejemplo, entre el trabajo y el empleo) y expresando que fue “gracias a la lucha de los trabajadores” que derechos como el descanso o la limitación de la jornada se han asegurado. Dicho en otros términos, el mercado dejado a su arbitrio hubiera mantenido diversas formas de explotación, insistiendo en que “el mercado y la lógica de capital no son humanos”[5].
Ahondando en su visión de futuro, vislumbra la posibilidad de trabajos que no respondan tanto a criterios de mercado como a las necesidades ambientales y sociales, algo que podría lograrse distribuyendo la renta generado por la mayor productividad tecnológica.
A continuación Milei retoma la palabra, comenzando a ahondar sobre el concepto de mercado. Recurre a Mises y su obra “La Acción Humana” al que considera uno de los tres libros más importantes de la historia de la economía. Es así que entiende al mercado como
“un proceso de cooperación social en el cual se intercambian derechos de propiedad, por lo tanto es inherente a la existencia del ser humano”.
A la crítica de que en el mercado “no hay lugar para todos” responde que eso pasa solamente si el Estado le pone restricciones a su funcionamiento. Señala que el salario mínimo, es un ejemplo de “ultraregulación” del mercado. Incluso contra toda evidencia de la antropología cultural[6] e historia, dice que “en el mercado no hay violencia, todo lo contrario”.
Respecto a la igualdad, acepta su pertinencia solamente en el sentido de ser iguales ante la Ley. Todo otro tipo de intento de igualdad implica robo: igualar para abajo es un disparate e igualar para arriba es imposible por un tema de escasez. En uno de los pasajes más largos de la entrevista, abarca varios temas y no pierde oportunidad para criticar al keynesianismo, al punto de señalar que la obra de Keynes era “una oda al nazismo”; a los “empresaurios” como “socios de los políticos corruptos”, al peronismo y al sindicalismo.
Vislumbrando un futuro mejor y sin pobreza (segundo aspecto en el que se muestra optimista), Milei insiste en que la condición para ello es un sistema de libre empresa, un “liberalismo puro”. También respecto a la pobreza, explica que la misma se ha reducido en la historia de la humanidad, gracias “al capitalismo de libre empresa y al progreso tecnológico”[7].
Hagamos un paréntesis. La pobreza, lo sabemos bien los sociólogos, es una categoría de análisis que debemos utilizar en términos relativos. Milei prefiere abonar su discurso sobre la base de un análisis de la pobreza en términos absolutos, lo que le permite deducir que con el paso de las décadas, de los siglos y de los milenios, ésta se ha reducido notablemente, vía un mejor acceso a los bienes. También es un concepto multidimensional. El análisis economicista de Milei no ayuda a observar la diferencia entre quienes se refieren a la pobreza (singular) y quienes preferimos hacer referencia a las pobrezas (plural). Las derivaciones de estos aspectos no son menores. Por ejemplo, el consumismo (aspecto que no fue tratado en ningún momento por los invitados) conduce a pobrezas sobre la base de necesidades creadas desde el corazón del sistema; de la misma manera, el capitalismo no solamente ha creado enormes riquezas, sino que también se ha mostrado como un triste sistema creador de pobreza, además de desigualdad, claro.
La tercera intervención de Grabois se da justamente para responder a esta visión de la evolución de la pobreza que maneja Milei asociando su baja al funcionamiento del libre mercado. Comienza reconociendo una diferencia con su contrincante. Mientras Grabois reconoce no tener tantas certezas como dudas, ve a Milei como alguien que responde fielmente a un dogma. Vaya manera sutil de presentarse como antidogmático. Y desde esta posición, que a todas luces resulta más confiable, reflexiona sobre los niveles de vida en clave de sustentabilidad ambiental, un aspecto que hasta ahora no se había mencionado:
“Tener el nivel de vida de un hombre o una mujer de clase media norteamericana hoy para toda la humanidad sería imposible, siquiera recolectar los residuos de todo eso. Hay un límite ambiental”.
También cuestiona el dogma de la “cataláctica” u orden espontáneo que surge cuando al mercado se lo deja actuar, al que define como una “pseudociencia”; o el discurso del emprendedurismo individual que no tiene en cuenta las inversiones que hacen los Estados para apoyar la innovación.
Desde un punto de vista más aterrizado, introduce un nuevo aspecto en el debate, esto es, si los mejores niveles de desarrollo humano tienen lugar o no en países con mayor carga impositiva o mayor nivel de gasto social; o si los altos niveles de vida en los países nórdicos se debe al Estado de Bienestar o al capitalismo libre de empresa que les caracterizó en algún momento. Este aspecto dominará parte de un nuevo tramo del intercambio y más allá del cruce de argumentos, no hubo acuerdo entre los contendientes.
Lo que sí se evidencia, es un discurso radical sin lugar a las dudas por parte de Milei y otro discurso más medido y mediatizado por la complejidad, por parte de Grabois. Mientras que para el primero “la evidencia empírica está de mi lado”, para el segundo, “no hay una receta universal”. En esta sección del debate, nuevamente Grabois se muestra más serio (e incluso diría, más científico) en el análisis de la realidad, respecto a un Milei forzado a encontrar evidencia para su propósito, que es exhibir las supuestas bondades de un modelo teórico que nunca fue contrastado en la práctica.
Una nueva pregunta del periodista y moderador refiere a profundizar la visión que los entrevistados tienen sobre el tema de la pobreza y las desigualdades. Milei toma la palabra y hace una exposición más bien técnica respecto a la medición de la pobreza para luego avanzar hacia una alocución de corte teórico para analizar cómo interpreta la desigualdad el marxismo a partir de su teoría de valor trabajo. Será momento para cuestionar la teoría de la plusvalía y mostrar cómo la teoría marginalista dio un vuelco a la literatura económica con sus planteos sobre escasez y preferencias. En resumen: veinte minutos en lo que pareció más una clase de teoría de valor que un diálogo con su interlocutor. Algo que notó Fontevecchia, a punto de pasarle la palabra a Grabois haciendo referencia a esos 20 minutos que “este hombre habló sin parar”.
En todo caso Grabois sostuvo una posición que sin duda podría ser cuestionada desde ciertas posiciones más radicales igualitaristas: señala que la desigualdad no le obsesiona tanto como el nivel de ingresos de los más pobres:
“Si se pudiera resolver el problema de la pobreza sin discutir el de la riqueza, francamente a mí me importaría poco la situación del 1%, para decirlo de alguna manera”.
También sostendrá que lo escandaloso de la desigualdad viene por el lado del rico, más que del pobre:
“A mí me resulta éticamente escandaloso desde el punto de vista del millonario. No me gustaría vivir así y no me parece evangélico, si querés”.
Sostiene que un requisito para el ejercicio de las libertades, es contar con un piso de mínimos cubiertos. Luego, nuevamente exhibe datos de la realidad que ponen en evidencia las limitaciones de un discurso básicamente teórico por parte de Milei: raramente los mercados resolverán de acuerdo a las preferencias cuando hay poderes fácticos como el de los monopolios.
La temática de la desigualdad y pobreza, estuvo muy enfocada en los impactos para ricos y pobres. Creo que se perdió una interesante oportunidad para comprender los impactos que sociedades muy desiguales producen en el conjunto de la sociedad. Algunos autores como Veenhoven muestran una distribución más uniforme de la felicidad en aquellos países en los que también existe una más equitativa distribución de los ingresos. Por su parte, un estudio de los uruguayos Gerstenblüth, Melgar y Rossi (2013) para el continente, muestra que si bien la inequidad no tiene un efecto directo sobre la felicidad, tiene un efecto indirecto a través de la escala subjetiva de ingresos. Sería interesante plantearse además, si acaso -y más allá de las evidencias empíricas- cierto nivel de igualdad no debería formar parte de lo que entendemos como una sociedad virtuosa.
Una serie de intercambios posteriores, primero entre Milei con Fontevecchia; luego con Grabois, van cerrando la primera parte del debate, ahora centrado en el papel que le cabe a los Estados y a los Mercados. A la postura de Milei de “eliminar el Estado” Grabois le retruca que eso mismo pretendía Marx con su Modo de Producción Comunista. Los polos opuestos parecen juntarse en algún punto. Grabois se muestra nuevamente más pragmático cuando reconoce que los mercados solucionan varios problemas, aunque a diferencia de lo que piensa el economista, le asigna al Estado un papel relevante más allá de las limitaciones que presenta en este particular momento histórico.
Hagamos un nuevo paréntesis. En esta parte del debate, hubiera faltado mencionar el papel de las comunidades y la sociedad civil con sus roles incluso económicos, más allá de las lógicas del mercado y del Estado. Es que por momentos el intercambio de posiciones parece quedar atrapado en aquellas posturas sesentistas que discutían si más Mercado o más Estado, sin el apoyo conceptual de la categoría comunidad, tercer sector o economía plural. Será más adelante, en la segunda parte del debate, que Grabois se referirá al tema, vinculando al Peronismo como una corriente “no estatista” que buscaba una “comunidad organizada”. Hoy son varios/as los autores/as que desde una concepción plural de la economía, reconocen que además del Estado y de las empresas de capital, existe un sector basado en el trabajo y la asociatividad que maneja racionalidades e instrumentos diferentes a los hegemónicos.
La segunda parte del Debate continúa analizando el papel de los mercados en nuestras economías. A la visión optimista de Milei, según la cual si dejamos actuar al mercado, en algún momento todos nos veremos beneficiados, se le opone la visión de Grabois, para quien la sola actuación del mercado conducirá a más barbarie. Respecto al Estado, comparte con Milei que éste se ha mostrado ineficiente y con políticos corruptos, pero se pregunta:
“¿No puede haber un Estado planificador democrático que pueda explicarnos a vos, a mí, a él, cómo va a invertir los fondos en resolver los problemas más acuciantes de este país, como por ejemplo, que la gente tenga una vivienda? ¿No puede haber un sector de dirigentes políticos que no sean delincuentes, o que no estén corrompidos por los corruptores? Yo creo que sí, y es por lo que hay que luchar, porque las cosas están mal”.
Para Milei esa posibilidad es inexistente pues “el Estado todo lo hace mal” y “no hay ninguna forma de que lo pueda hacer bien”. El diálogo (a diferencia de la primera parte, la segunda es más dialogada) se va introduciendo en nuevos temas, caso de la interpretación que cada uno tiene sobre el derecho a la propiedad. Milei vuelve a reiterarse en que el Estado roba cuando exige el pago de impuestos. Su concepción del Estado como un agente externo y no como un instrumento de la comunidad al servicio del bien común es notorio.
Sobre una parte del debate, Grabois menciona aquel faltante de la primera parte: entender a los mercados también como el espacio en el que actúan otros actores más allá de los agentes capitalistas:
“Un actor fundamental, aparte del sector privado tradicional: hay otro sector que es privado, pero que tiene otro incentivo que no es la maximización de la ganancia para funcionar, que es lo que nosotros llamamos el sector popular o social de la economía, el sector organizado de la economía popular que puede resolver muchos de los problemas de ineficiencia e ineficacia del Estado”.
Milei no parece interesado en desarrollar una opinión sobre ese sector, aunque lo menciona a la hora de señalar que en un mercado libre, quienes viven del comercio en la calle (denominados “manteros” en Argentina) tienen los mismos derechos de comercializar respecto a quienes lo hacen formalmente, una perspectiva que tiene antecedentes desde la perspectiva liberal[8].
Una parte central del debate tiene que ver con el análisis del presupuesto teórico de la libertad de acción en los mercados. ¿Yo soy libre de elegir trabajar 14 horas para poder vivir? Según Milei, sí. Incluso al punto de legitimar las ventas de órganos. Es así que se origina el siguiente diálogo, en lo que se convierte sin duda en el mayor contrapunto del evento:
“G: En tu concepción sería legítimo que alguien le compre un brazo a un tipo porque le gusta coleccionar brazos.
M: Si alguien se lo quiere vender, ¿cuál es el problema?
G: Te aseguro que vas a encontrar mucha gente dispuesta a vender su brazo a cambio de una vivienda para su familia. Ahora, eso es una inmoralidad, es una monstruosidad que no se puede aceptar, porque eso es la imposición de la perversión del poderoso.
M: Ese es el error. Porque decís que el tipo decida sobre su cuerpo, si quiere utilizarlo para financiar algo, para dárselo a los hijos. Y en el fondo, cuando tenés un Estado que te saca el 50%, como que te hubiera cortado la mitad del cuerpo, es muchísimo peor…”.
Como se comprenderá, el tema de lo que podemos y no podemos vender en los mercados, ha sido tratado por parte de la filosofía política. Claramente la visión más ortodoxa del individualismo y mercantilismo no impondrá preferencias y por lo tanto se resistirá a las normas sociales y legales que regulan los bienes y servicios que se ofrecen en el mercado. Otras visiones, como las de Walzer, parten de la base de que el mercado debe tener restricciones, y no todo en la vida puede ser transformado en mercancías.
Comentarios Finales
De un lado, un economista devenido en político outsider con propuestas anti – Estado, que como nunca antes, comienzan a generar receptividad por parte de una población que ha visto cómo derechas e izquierdas no logran enderezar el rumbo económico del país. Del otro lado, un abogado y militante social que ha encontrado en la acción colectiva de los nuevos movimientos sociales vinculados a la economía popular, un protagonismo que también se expresa en el ámbito político. El primero, un entusiasta seguidor de las escuelas económicas más radicalmente libre mercadistas. El segundo, un militante cercano al papa Francisco que bebe de diversas fuentes del pensamiento más progresista. Ambos, representantes de diferentes expresiones que buscan abrirse camino en medio de un gran descontento ciudadano y una serie de crisis que van agotando las reservas no solo económicas, sino además morales de un país que siempre se mira a la sombra de lo que supo ser.
Poder reunir ambas expresiones dando voz a semejantes protagonistas, es un hecho destacado. Hacerlo en el marco de un Programa con más de 5 horas de duración, algo inusual en un mundo donde todo pasa a alta velocidad.
Si bien es cierto que ese neoliberalismo que expone Milei probablemente encuentre en escuelas más puras del socialismo marxista su polo contrario, no menos cierto es que Grabois representa una mirada alternativa del Desarrollo que va más allá de los paradigmas dominantes. Por eso, de un lado tenemos un discurso absolutamente ortodoxo que no cede nada a su contraparte. Del otro, un discurso más abierto al diálogo, pero al mismo tiempo claro respecto a darle prioridad a los más excluidos atendiendo a las externalidades que produce el mero crecimiento económico cuando no distribuye y atenta contra el medio ambiente.
Desde el punto de vista de los contrastes, el punto más alto lo encontramos respecto a la discusión de lo que cada uno entiende por mercancía. Mientras que el paradigma absolutamente individualista y mercantilista de Milei no plantea límites respecto a lo que se pueda vender en los mercados, el planteo de Grabois es que hay límites que tienen que ver con la dignidad humana. Mientras que Milei no se cuestiona la libertad de encuentro entre la demanda y la oferta de órganos; Grabois se niega a pensar que la venta de un riñón o un brazo es equivalente a la venta de una bolsa de papas.
A todo esto, no cabe duda que los mercados son construcciones humanas muy bienvenidas para favorecer el encuentro de productores y consumidores; de demandantes y ofertantes. No cabe duda además, que cumplen un importante rol asignador de precios. También debería ser claro, que en esos mercados, las partes no intercambian en igualdad de condiciones. Incluso, algunas personas ni siquiera pueden entrar al mercado al no tener ningún activo valioso (o sea potencialmente demandado) para ofrecer. Esas condiciones de “competencia perfecta” solo existen en los modelos teóricos. La realidad es más porfiada, los sujetos no disponen de la misma información y sus preferencias pueden estar afectadas por innumerables condicionantes. Por eso es que también los mercados pueden contribuir al agotamiento de los recursos naturales, pueden socavar los derechos sociales (¿es una intervención antimercado prohibir a los/as menores de edad venderse en el mercado del sexo?); o incluso la mismísima democracia (¿Milei estaría de acuerdo en que podamos vender nuestro voto en el mercado? ¿Eso no socava la legitimidad del sistema democrático?). Posturas como las de Milei se niegan a reconocer que la humanidad también avanza cuando restringe algunos mercados nocivos. De lo contrario, deberíamos abrir las puertas a la esclavitud[9], al trabajo infantil[10], al asbesto[11] o a muchos agroquímicos que se seguirían utilizando si no fuera por su prohibición[12].
De cara al futuro próximo necesitaremos reflexionar sobre el papel de los mercados, de los Estados y de las diferentes expresiones económicas surgidas desde la sociedad civil. Desde nuestro punto de vista, deberíamos avanzar en la propuesta de mercados más democráticos, que a su vez ganen en mayor justicia social y cuidado del medio ambiente. En ese plano, será imprescindible un mayor protagonismo de las economías transformadoras (sociales, solidarias, ambientalmente sustentables, que impulsen el comercio justo, el consumo responsable, las finanzas éticas…). También serán necesarios Estados más transparentes y eficaces en sus roles. Más que erradicarlos, una solución que solo beneficiaría a los más poderosos, se trata de reconocerlos como instrumentos de la comunidad organizada y con roles insustituibles en tanto garantes del bien común.
NOTAS:
[1] Profesor, Investigador y Coordinador de la Red Temática de Economía Social y Solidaria de la Universidad de la República.
[2] Una transcripción de la primera y segunda parte puede leerse en https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/debate-de-dos-modelos-opuestos-la-escuela-vaticana-y-la-austriaca-por-jorge-fontevecchia.phtml?utm_source=grabois-milei1 y https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/juan-grabois-y-javier-milei-mas-parecidos-que-diferentes-los-dos-quieren-cambiar-el-mundo-por-jorge-fontevecchia.phtml
[3] Sobre la actualidad de la DSI véase los artículos publicados por Primo Corbelli en Umbrales. Por ejemplo, https://umbrales.edu.uy/2017/05/05/tema-central-vigencia-de-la-doctrina-social-de-la-iglesia/
[4] Sobre las características de la Economía de Francisco pueden verse los siguientes artículos que al respecto hemos publicado en Umbrales: https://umbrales.edu.uy/2020/02/17/la-economia-de-francisco-vii-estado-vs-mercado-es-falsa-dicotomia/; https://umbrales.edu.uy/2019/12/03/the-economy-of-francesco-v-adviento-esperanzados-por-otra-economia/; https://umbrales.edu.uy/2019/11/07/the-economy-of-francesco-iv-amor-al-projimo-y-reciprocidad/; https://umbrales.edu.uy/2019/10/23/the-economy-of-francesco-iii-economia-y-etica-cristiana/; https://umbrales.edu.uy/2019/09/13/the-economy-of-francesco-ii-por-que-la-iglesia-debe-opinar-y-orientar-sobre-la-economia/; https://umbrales.edu.uy/2019/08/23/evento-internacional-the-economy-of-francesco-que-es/
[5] Si bien comprende el sentido de tal afirmación, debo señalar que el mercado a mi criterio es un hecho fundado en las necesidades humanas a tal punto que mercado y solidaridad en principio, no deberían entenderse como contradictorios. Siguiendo a Polanyi, deberíamos distinguir al mercado como lugar físico, del mercado como sistema, este último sí generador de inhumanidades, como es el caso de preferir destruir alimentos antes que distribuirlos para asegurar un mayor precio de transacción (ley de oferta y demanda); o justificar salarios de hambre en nombre de la competitividad. El mismo Grabois más adelante en el debate aclara esta visión del mercado, señalando que lo que ve como inhumano no refiere “a un mercado específico sino a esa abstracción perversa…”.
[6] A manera de ejemplo, en la tradición Maya, Ek Chuah era el Dios del comercio pero también de la guerra. Hermes en la tradición griega representaba al comercio y al robo; lo mismo que Mercurio entre los romanos.
[7] Llama la atención tal afirmación, toda vez que el sistema de libre empresa comienza a operar en la historia de la humanidad, recién en el marco de la modernidad y más concretamente sobre principios del S. XIX y salvo excepciones, siempre bajo regulaciones más o menos fuertes.
[8] Me refiero, entre otras, a la postura de Hernando de Soto en “El Otro Sendero” (1986), también expuesta por Vargas Llosa, autor del Prólogo.
[9] La esclavitud fue abolida en Gran Bretaña en el año 1833. EUA lo haría en 1863. Uruguay lo hizo en 1842.
[10] Su regulación a la baja comienza a plasmarse sobre inicios del S. XIX. Para inicios del S. XX se plasma la idea de la prohibición del trabajo infantil.
[11] La mayoría de los países del mundo comenzaron a prohibir su venta antes de los 1990s.
[12] De hecho, aunque prohibidos muchos se siguen utilizando, sobre todo en aquellos países en los que justamente no hay suficientes controles estatales que velen por el cumplimiento de la norma.
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