
Hablando con el periodista argentino Joaquín Morales Solá del diario “La Nación”, el papa Francisco dijo que no irá a Ucrania y explicó: “No puedo hacer nada que ponga en riesgo objetivos superiores que son el fin de la guerra, una tregua o al menos un corredor humanitario. ¿De qué serviría ir a Kiev si la guerra continuara el día siguiente?. Estoy dispuesto a hacer todo para frenar la guerra. He besado públicamente la bandera ucraniana, con un gesto de profunda solidaridad para con sus muertos, sus familias y la multitud de prófugos”.
Se le preguntó por qué no nombraba a Putin y a Rusia por su nombre: “Los Papas nunca nombran públicamente a un jefe de estado y menos a un país en estas circunstancias; siempre se intenta mediar para lograr la paz. El Vaticano no descansa nunca. Los detalles no se los puedo contar porque dejarían de ser gestiones diplomáticas. Pero los intentos no han cesado ni cesarán nunca. En mi visita a la embajada rusa fui yo solo. Fue una decisión personal que tomé en una noche de vigilia pensando en esta guerra. Está claro que estaba señalando al gobierno de aquel país la posibilidad inmediata de poner fin a la guerra. Yo quisiera que no hubiera ni una sola muerte más en Ucrania, ni una más. Las guerras son anacrónicas hoy, a esta altura de la civilización”.
Sobre el encuentro con el patriarca Kirill de Moscú: “A pesar de que nuestras relaciones con el patriarca Kirill son muy buenas, lamento no poder tener un segundo encuentro con él, como teníamos programado para junio en Jerusalén; pero la reunión en este momento podría prestarse a muchas confusiones”.
Por lo tanto el encuentro ha sido postergado, como ha confirmado un portavoz del patriarcado de Moscú. Un nuevo encuentro de Francisco con Kirill hubiera sido también una manera de acercarse a Putin, terminar con la guerra y evitar una profundización de la división entre Iglesias cristianas.
En esa misma línea de la diplomacia vaticana, con el afán de evitar una guerra prolongada, escribe el conocido profesor y politólogo Massimo Borghesi: “El entusiasmo por la paz ha dado paso al entusiasmo por la guerra también en occidente. Sin embargo occidente no tendría que avivar las llamas sino calmarlas, si quiere la paz. Este es el punto esencial, no la inútil disputa si la guerra o no la guerra; el tema es cómo lograr la paz. Ya en la guerra de Irak en 2003 también muchos católicos se habían puesto del lado de Estados Unidos y contra el Papa. Como resultado hubo cientos de miles de muertos, la destrucción total de un país y el éxodo de millones de personas y también de los cristianos. Al Papa se le acusaba de utópico y pacifista, tal como ahora se hace con Francisco. Como están las cosas, en ocasión de la guerra en Ucrania, se perfila una nueva guerra fría prolongada que podría asfixiar la vida de pueblos y generaciones enteras. Si occidente quiere buscar la paz para Ucrania, tendrá que mantener un canal abierto con Rusia y considerar hasta dónde puede llegar la resistencia militar al invasor; porque más allá de ciertos límites, el conflicto puede desbordar en un conflicto entre Rusia y la OTAN con consecuencias imprevisibles. Los fanáticos defensores de la “guerra justa” se exponen a esto, alentados por la política agresiva de Estados Unidos. Sin pensar en el infernal poder destructivo que Putin puede desatar por venganza o por sentirse acorralado. Presentar a Putin como a un nuevo Hitler no ayuda. Lo que hay que hacer es perseguir la paz; y la fuerza debe estar en consonancia con este fin. Hay que aprovechar todas las oportunidades posibles para lograr la paz. Esto es lo que hace el papa Francisco, el verdadero realista”.
Mientras tanto el Papa, la ONU y el Consejo Ecuménico de las Iglesias pidieron una tregua en ocasión de la Pascua Ortodoxa (24 de abril). El patriarca ortodoxo ucraniano Onofre, dependiente del patriarcado de Moscú, también pidió poder realizar una procesión humanitaria hasta Mariupol con un corredor humanitario para poder brindar asistencia de emergencia y evacuar a los civiles y militares heridos el viernes santo, 22 de abril.
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