Por Roberto Torres Collazo

Hace siglos se ha venerado en gran parte del mundo cristiano la cruz como símbolo de entrega de Jesús de Nazaret por nuestros pecados, para afirmar desde la fe que fue un sacrificio, para nuestra salvación (1 Cor 5,7; Rom 5,9-11; Ef 5,2). Cruz que también nos recuerda la solidaridad, la coherencia, el valor y amor hasta el extremo. Todo esto es verdad y su simbolismo merece nuestro respeto. Sin embargo desde el punto de vista histórico la cruz en los tiempos de Jesús era considerada una humillación, vergüenza que sufrían los rebeldes. De aquí que Cicerón dijera: “Todo lo que tenga que ver con la cruz debe mantenerse lejos de los ciudadanos romanos, no sólo de sus cuerpos, sino hasta de sus pensamientos, ojos y oídos”. Era la pena capital también aplicada para los subversivos que se rebelaban contra el Imperio Romano.
San Pablo declaró: “Maldito todo aquel que cuelga del madero” Gal 3,13. En el contexto que las autoridades judías y romanas en el siglo I consideraban la cruz un objeto de maldición por parte de la divinidad sobre el reo. Es decir, morir en la cruz era ser reprobado por Dios. Los dos “ladrones” crucificados con Jesús eran probablemente rebeldes que habían sido arrestados en una insurrección, porque en la Palestina del siglo I no era costumbre crucificar ladrones.
Por mucho tiempo se nos ha enseñado que estaba escrito que tenía que sufrir, que era voluntad de su Padre que fuera torturado, muriera crucificado, como si Dios fuera un vampiro que necesita sangre. Jesús no quiso morir en la cruz.
El nazareno rechazó la cruz en el huerto de Getsemaní donde oraba pidiendo a su Padre que lo libere de su arresto, tortura y ejecución, Mc14,36. Y lo pidió “A gritos y con lágrimas” Heb.5,7. Ningún buen padre o madre quiere que sus hijos sufran, menos aún Dios que es Padre y Madre.
El asesinato del Maestro fue resultado de sus denuncias a las leyes de impureza, su interpretación de la Ley, sus críticas a los ricos, contra las tradiciones que agobiaban al pueblo, su repudio a la idolatría del poder político, sus palabras contra la hipocresía de líderes religiosos que cargan al pueblo con sus pesadas enseñanzas. El Templo, era el centro de la vida de los judíos en Palestina porque habitaba Dios, por el contrario Jesús les dice que se puede adorar a Dios en cualquier lugar, Jn 4,20-24 y sacó los mercaderes del Templo. Las mujeres generalmente eran marginadas y aún así, tuvo discípulas Lc 8,1-3. Basta ojear los evangelios para observar que los pobres eran su mayor preocupación. También hay consenso entre la mayoría de los exégetas, teólogas, teólogos Católicos y Protestantes que el mensaje central de Jesús fué el Reino de Dios y su justicia en esta vida, no en el cielo. En el Nuevo Testamento Reino de Dios aparece 122 veces, 99 en los Evangelios y 90 en los labios de Jesús.
El símbolo de la cruz a lo largo de la historia frecuentemente ha sido usado por los sacerdotes, ministros, pastores, reyes, emperadores, presidentes, militares, machos para justificar el sufrimiento y dominio sobre los indígenas, los campesinos, los esclavos, las mujeres, negros cuando predicaban y todavía predican que tenemos que aceptar el sufrimiento, tenemos que resignarnos, cargar con nuestras cruces, que son presuntas “pruebas” y que en el “cielo será mejor”.
¿Qué significado tiene en el siglo 21 la cruz?
El grito del Profeta Jesús en la cruz Mc15,37 es un grito de protesta contra los sistemas de dominio y control que crean sufrimientos, dolores y muertes de las mujeres, los inocentes, los indefensos, las y los excluidos. La tortura y la muerte del Maestro son también expresiones hoy de su solidaridad y compasión con todos los pueblos crucificados por las guerras, el hambre, desigualdades…. La cruz es el signo de la sagrada rebeldía contra la muerte, el sufrimiento y dolores que impone la idolatría del capitalismo neoliberal.
La cruz significa también que debemos ser más compasivos, más solidarios, denunciar las cruces malditas y contagiar a los demás de alegría y esperanza. Esperanza proactiva como bien enseña en Gaudium et spes, #39, Vat.II, donde preparamos hoy el material para la escatología (los fines de los tiempos). Alegría y esperanza militante fundamentadas en la resurrección de Cristo. En medio de los dolores de parto que sufre la humanidad nacerá una nueva creación y humanidad como afirma san Pablo en su carta a los Romanos 8,22-24: “Vemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto. Y también nosotros, aunque ya tengamos el Espíritu, como anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos en nuestro interior mientras esperamos nuestros derechos de hijos y la redención de nuestro cuerpo. Estamos salvados en esperanza”.
Para preparar su escatología que ya irrumpe en la historia hay que combatir las malditas cruces.
Referencias
Aleixandre, D. Martín Velazco, J. & Antonio Pagola, J. (2013. 4ta. edición). Fijos los ojos en Jesús: en los umbrales de la fe. Editorial PPC: España.
Biblia, versión Latinoamericana.
Antonio Pagola, J. (2010). Jesús: aproximación histórica. Editorial Claretiana. Argentina.
Mesters, C. (2000). Con Jesús, ¿sí o no?. Editorial Verbo Divino: España.
Rivera Pagán, N. L. (2021). Historia de la conquista de América: evangelización y violencia. Editorial Clie: España.
Pérez, Andreo, B. (2018). La revolución de Jesús: el proyecto del Reino de Dios. Editorial PPC: España.
Qué manera más retorcida de leer el Evangelio. No es ciertamente, la de Benedicto XVI. Y tampoco la de San Juan Pablo II Magno, que en su juventud fue víctima del comunismo, condenado por la Iglesia en Divini Redemptoris.
Me gustaMe gusta
No estoy de acuerdo, la Cruz es nuestra salvacion. El siglo es XXII !!!! amanda
Me gustaMe gusta