Ucrania es un país de 50 millones de habitantes, en su mayoría pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa (hay un 11% de católicos). La palabra “ortodoxo” se empezó a usar en el año 1054 cuando la Iglesia de Constantinopla (hoy Estambul) se separó de la Iglesia de Roma y es el término por el cual ellos se definen fieles a la fe cristiana contra los herejes. Constantinopla pasó a ser la “segunda Roma” hasta que en 1453 los turcos conquistaron Constantinopla.
No habiendo una autoridad central efectiva, la Ortodoxia se transformó en cantidad de Iglesias étnicas y nacionales. La mayor de ellas es la Iglesia rusa. Dos tercios del mundo ortodoxo lo forman los fieles rusos y ucranianos. Los ortodoxos ucranianos practicantes son el doble que los practicantes ortodoxos rusos.
Ahora están enfrentados debido a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Con la independencia de 1991, en Ucrania fue creciendo la conciencia de su propia identidad nacional, evadiendo del imperio ruso y volcándose hacia occidente. Lo mismo ha pasado con la Iglesia ortodoxa en Ucrania.
En Rusia hubo una declaración pública de 300 sacerdotes (=popes) contra la guerra, pero en Rusia los sacerdotes son 40.OOO. Por el contrario, la Iglesia ortodoxa de Ucrania hasta ahora fiel al patriarcado de Moscú y que es la más numerosa, por boca de su metropolita Onofre se ha declarado en contra de la invasión rusa.
Más fuerte aún la protesta del metropolita Epifanio, cuya Iglesia se ha independizado de Moscú, contra Kirill por apoyar al ejército ruso. Auguró “las maldiciones y condenas de Dios para los servidores del diablo. Un castigo despiadado del Todopoderoso espera a los asesinos porque aman el mal y la oscuridad”.
Estas Iglesias hermanas parecen animadas más por el odio que por el amor cristiano, invocando el castigo de Dios. Por eso el papa Francisco ha declarado “sacrílega” la guerra de Ucrania porque ambos bandos se respaldan en el nombre de Dios.
Francisco ha vuelto a tronar contra la agresión rusa sin nombrar a nadie, como es su costumbre, y dijo: “Desde el este de Europa de donde debiera llegar la luz, han llegado las tinieblas de la guerra. Pensábamos que invasiones de otros países, brutales combates en las calles, amenazas atómicas.., fueran recuerdos de un oscuro y lejano pasado. Sin embargo el viento helado de la guerra que solo trae muerte, destrucción y odio, ha vuelto a soplar y se abatió con prepotencia sobre poblaciones inermes. Todavía hay algún poderoso, tristemente encerrado en anacronistas pretensiones nacionalistas, que provoca y fomenta conflictos. La noche de la guerra ha bajado todavía sobre la humanidad. No hagamos que se diluya el sueño de la paz. Un nuevo futuro se hará todos juntos o no se hará. Esta guerra representa una derrota para todos. Repudiamos la guerra donde los padres sepultan a sus hijos, los hombres matan a sus hermanos sin siquiera haberlos visto. Un niño sobre dos ha tenido que irse de Ucrania. Esta es la bestialidad de la guerra, una barbaridad que destruye el futuro”.
No se le puede acusar a Francisco de no haber hablado, y muy claramente, contra esta guerra, sin inmiscuirse en la guerra religiosa entre los hermanos ortodoxos, la que seguramente también obstaculizará los esfuerzos ecuménicos del papa Francisco.
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