María Cristina Inogés (entrevistada en Marzo por Umbrales) es una escritora católica española y una de las teólogas laicas más destacadas, apreciada también en el Vaticano; participa de una comisión asesora del Sínodo de Obispos del año próximo. Ha escrito un libro titulado: “No quiero ser sacerdote; mujeres al borde de la Iglesia”. Extraemos de sus artículos y entrevistas una síntesis de su pensamiento citando sus mismas palabras.
“El papa Francisco al abrir el acolitado y el lectorado a las mujeres dio un paso importante. El acolitado ya no será ayudar al sacerdote en el altar o ser monaguillas, sino será “servir en el altar”. Si las acólitas llevaran alba en el altar, después de ser investidas en una ceremonia pública, les daría más visibilidad. Podrán exponer el Santísimo; algo que parecía reservado al sacerdote y no lo es.
El lectorado abre la posibilidad a la mujer en el futuro de predicar en la Iglesia. Inclusive según el Papa hay posibilidad de crear nuevos ministerios laicales que no conocemos aún, pero que se pueden crear en función de las necesidades de las diócesis y esto es importantísimo; ahora los obispos tienen una autonomía nunca vista.
Estos ministerios emanan del sacramento del Bautismo, no del Orden Sagrado y por eso parece que no habrá diaconado femenino. Pero si hay Diáconos Permanentes varones, no se entiende porqué no exista un Diaconado Permanente femenino. En realidad el principal problema de la Iglesia hoy es el clericalismo, no la ordenación de las mujeres. La mujer ha de entrar en los seminarios no solo como profesora sino como formadora del clero, desde el comienzo de su formación. Los laicos están acostumbrados desde siempre simplemente a obedecer: “lo que diga el cura, lo que diga el obispo”.
Estamos pasando de una Iglesia de ordenados a una Iglesia de bautizados, en la cual los laicos y en especial las mujeres somos mayoría. Las mujeres no queremos que se nos dé, como si fuera una donación, un rol en la Iglesia; nosotras tenemos un lugar en la Iglesia y ese lugar nos lo da el bautismo. Esta transición llevará tiempo. Me imagino que llegarán también los Sínodos del Pueblo de Dios. Los bautizados somos el centro de la Iglesia; los lugares y funciones que ocupan unos y otros no es tan importante.
Terminado este Sínodo, empezará la práctica real de la sinodalidad. Es necesario antes que nada recuperar el sacerdocio bautismal, para acabar con el clericalismo.
Hoy por hoy no tiene sentido que se ordenen mujeres al sacerdocio, porque deberían enmarcarse dentro del actual marco clerical y corporativista. Si las mujeres accedieran hoy al sacerdocio sería muy contraproducente, no por el peligro de clericalizarse sino porque se ayudaría a mantener una estructura que tiene que transformarse. Lo único que haría, sería llenar los huecos que deja la falta de curas y en consecuencia alargar la agonía de esta forma de Iglesia que tiene que morir para resucitar.
El sacerdocio ministerial de la mujer llegará, pero dentro de un marco mucho más eclesial. No hay que promover un feminismo de la confrontación, sino de la diferencia. Hemos entrado en una nueva etapa histórica de la Iglesia. Por primera vez un Papa quiere saber lo que pensamos los laicos y las laicas porque no somos tan felices en la Iglesia como deberíamos.
Este proceso sinodal no acabará en octubre del año próximo; será el comienzo de algo que deberá cultivarse y acrecentarse en las generaciones futuras. En este proceso todos y todas tenemos que escuchar con tanta humildad sin prejuzgar aún escuchando cosas que no nos gustan, pero también tenemos que hablar con total libertad y valentía, no solo criticando sino argumentando y proponiendo.
Hay que recordar también que la mayoría del laicado todavía no está suficientemente preparado para enfrentar algunas controversias que por su espesor polémico y agresivo, se las ve como enfrentamiento puro y duro. Tenemos que aprender a ser Iglesia de otra manera”.
El destacado moralista Marciano Vidal se declaró de acuerdo con la Inogés: “Hay que feminizar la Iglesia porque es muy masculina. Desde allí será posible el ministerio ordenado de las mujeres. Las mujeres no pueden ser sacerdotes mientras no haya sacerdotes casados, mientras no haya igualdad en la Iglesia”.
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