Entrevista: Cristina Inogés Sanz

que estas voces sean escuchadas…
diálogo con la Secretaria del Sínodo de los Obispos

retrato de la entrevistada, que sonrie a la camara. lleva gafas, y un pañuelo lila al cuello. al fondo la explanada vaticana

Desde nuestro lugar particular, queremos durante el mes de Marzo hacernos una invitación a escuchar la voz de mujeres en la Iglesia; sus reflexiones, anhelos, denuncias, caminos a seguir. Queremos que estas voces sean escuchadas, dialogadas y compartidas.

¿Cómo vives la participación de la mujer en la Iglesia?
La veo como va siendo. Es lenta, pero con pasos muy visibles. Nadie puede negar que Francisco está haciendo mucho por nosotras, pero también es verdad que hay muy pocas diócesis en las que se recogen y ponen en práctica los avances de Francisco.
En todo caso, lo más interesante es que, pese a todo, y la historia de la Iglesia lo demuestra, las mujeres siempre hemos estado ahí. Ni contra nadie, ni a pesar de nadie. Hemos estado, estamos, y estaremos porque nuestro sentido eclesial es muy firme, y tenemos clara nuestra pertenencia a la Iglesia por el bautismo. Un bautismo que nos iguala a todos.

¿Cuáles son los caminos que se deberían abrir?
Se acaba de hacer público el documento sobre la reforma de la Curia Romana, Praedicate Evangelium, donde se nos abre el camino a todo el pueblo de Dios al haber transformado congregaciones y Consejos Pontificios en Dicasterios. Los Dicasterios los pueden presidir también los laicos. Ese es el camino y me refiero, concretamente, que no hay que hacer grandes algarabías. Sencillamente se trata de dar lo pasos con normalidad, y a sabiendas que todo cargo pasa, cualquiera que sea, sin embargo, el pueblo de Dios permanece.
Y Francisco ha vuelto a recuperar la fuerza teológica del pueblo de Dios. Y el pueblo de Dios somos todos, varones y mujeres. Por lo tanto, mucho camino ya está abierto porque, imaginemos de aquí a unos años, que el dicasterio para la Doctrina de la Fe, que no olvidemos va precedido del Dicasterio para la Evangelización, estuviera presidido por una mujer que es totalmente posible ahora. A partir de ahí, y sumando la gran autonomía que está dando Francisco a los obispos en sus diócesis, muchos obstáculos ya han caído. Ahora falta que el laicado se prepare a conciencia -teológicamente hablando- para estar listo. Así de sencillo.

Llevas un tiempo largo investigando la vida de las mujeres en la Iglesia, por ejemplo, las beguinas.
Desde una mirada histórica, ¿cómo lees la historia de la mujer en la Iglesia?,
¿qué cosas de otros momentos son parte de nuestro presente y qué espacios se viven de cara al futuro?
Todo pasado es nuestro presente porque todo pasado afecta al presente de una u otra manera. La historia de las mujeres dentro de la historia de la Iglesia tiene que ser todavía reivindicada. Y debe serlo desde la objetividad. Quiero decir que no valen argumentos reivindicativos para justificar ahora nuestra presencia en determinados puestos. No se trata de eso. Se trata de situar a la mujer en el «lugar» que le corresponde por el bautismo. En nuestro bautismo recibimos una vocación y, a través de esa vocación, descubrimos nuestro lugar en el Iglesia.
A lo largo de la historia, muchas mujeres han descubierto esa vocación y el lugar en el que tenían que vivirla y desarrollarla. Eso es lo que tenemos que aprender, que esas mujeres no se dejaron manipular por quienes creían (y algunos creen) que tenían el poder para situarlas donde ellos querían. Habría que considerar, desde un trabajo hecho por varones y mujeres, la posibilidad de elaborar algún manual de historia de la Iglesia donde la inclusión de las mujeres fuera la norma.
Por otra parte, no siempre mirar al pasado es la clave de interpretación del presente. Me refiero a que buscar en el pasado los argumentos para justificar o no que pueda haber ahora mujeres diáconos, no tiene sentido porque las circunstancias son diferentes y, sobre todo, porque hay ya muchas mujeres que ejercen de diáconos «sin papeles” que regulen su situación.

¿Cuál sería tu palabra, tu mensaje, para la Iglesia uruguaya, y para las mujeres de la Iglesia uruguaya?
Que el ejemplo de Jesús de Nazaret no puede ser manipulado, y si Él nos trató con total normalidad, nadie puede ni debe manipular eso. Y que siempre tengamos presentes, todas, que nuestro lugar en el Iglesia nos lo da el bautismo.

 

María José Encina Muñoz
Hermana Comunidad Adsis