8 de Marzo: MUJERES en la IGLESIA

que estas voces sean escuchadas…
diálogo con Margarita Saldaña

la iglesia del cordon, en montevideo, con 4 gigantografias de mujeres

Queridas hermanas y hermanos que leen Umbrales: en este Día Internacional de la Mujer -en el que hacemos nuestra las luchas y reivindicaciones que a lo largo de los siglos se han evidenciado en nuestras historias y cuerpos- queremos conmemorar la muerte de aquellas 129 mujeres, que haciendo una huelga por sus derechos laborales murieron trágicamente. En su memoria hacemos nuestra sus luchas y denuncias ante la sociedad, que hoy tienen una presencia actual y protagónica por la igualdad, participación y empoderamiento de la mujer, sobre todo en aquellos lugares donde esta lucha implica la muerte, el castigo o la negación de sus derechos fundamentales.
Desde nuestro lugar particular queremos en este día hacernos una invitación a escuchar la voz de mujeres en la Iglesia; sus reflexiones, anhelos, denuncias, caminos a seguir. Queremos que estas voces sean escuchadas, dialogadas y compartidas durante todo el mes de Marzo.

La primera mujer que hoy nos ilumina con sus reflexiones es Margarita Saldaña, licenciada en Periodismo y en Teología Dogmática, escritora, quien ha publicado últimamente su libro “El hermano inacabado” sobre el hermano Carlos de Foucauld, quien será canonizado este 15 de mayo. Leemos y escuchamos sus palabras.

¿Cómo vives la participación de la mujer en la Iglesia? ¿Es protagonista de este momento?
Las mujeres llevamos muchos siglos siendo protagonistas en la Iglesia, en el sentido de que desempeñamos muchos papeles principales. Sin nosotras, no solo los templos estarían casi vacíos sino que también se resentiría gravemente la dimensión contemplativa, caritativa y pastoral de la Iglesia. Sin embargo, creo que existe un doble problema. Por una parte, este protagonismo no termina de ser reconocido y valorado por los varones, especialmente por aquellos que se aferran a ese clericalismo tan denostado por el papa Francisco. Y, por otro lado, nuestro protagonismo no abarca todos los estratos. Hay un «debe» muy claro en el ámbito de la toma de decisiones y del gobierno.

¿Cuáles son los caminos que se deberían abrir? ¿Cuáles son los debes?
Hasta que las mujeres no tengamos libre acceso a esos espacios que continúan monopolizados por los varones, la igualdad no será real. Me parece que estamos abriéndonos a una etapa nueva y que el proceso sinodal despierta cada vez más la conciencia de que «caminar juntos» debe suponer «caminar juntos y juntas», en un plural verdaderamente inclusivo. En el proyecto de Jesús, todas y cada una de las personas hemos de encontrar nuestro lugar y nuestra voz; no se trata, por tanto, de repetir los mecanismos que han generado la opresión de las mujeres en la Iglesia, sino de dejar que el Espíritu nos lleve hacia estructuras inclusivas, capaces de acoger toda diversidad para el bien común. Y ahí, las mujeres tenemos mucho que aportar.

Acabas de lanzar un nuevo libro: «El hermano inacabado. Carlos de Foucauld»…
¿Cómo vives tu reflexión espiritual y teológica en tu voz de mujer?
Me da mucha alegría, y también mucha esperanza, sentir cada vez más que la palabra teológica de las mujeres va siendo acogida con naturalidad en el seno eclesial. A veces sucede que son las mismas mujeres quienes desconfían de las mujeres. Hace poco, la priora de un monasterio me llamó para que les diera un retiro y me «confesaba» que era la primera vez que se atrevían a llamar a una mujer; acepté enseguida, con el deseo de ayudar a otras mujeres a crecer en confianza y en sororidad. También el otro día, un amigo me dijo que en el retiro de sacerdotes de su diócesis habían estado rezando durante dos días con textos míos; me alegré, no porque fueran míos, sino porque el clero se deje iluminar en la oración por la palabra de una mujer. Son gestos pequeños, pero significativos. Mi nuevo libro, sobre Carlos de Foucauld, tiene la particularidad de ser la primera biografía escrita en castellano por una mujer. Para mí es importante aportar lo que está a mi alcance, desde mi mirada y mi sensibilidad, a la reflexión espiritual y teológica del Pueblo de Dios. La inclusión, la diversidad vivida como oportunidad y no como amenaza, es el camino.

María José Encina Muñoz
Hermana Comunidad Adsis