El papa Francisco, que repetidas veces ha dicho que estamos viviendo “una tercera guerra mundial en capítulos”, en el caso de Ucrania ha repetido una y otra vez que “la guerra es una locura”. Ha recordado las advertencias de sus predecesores. De Pio XII: “con la paz nada se pierde, con la guerra se pierde todo”, y Pablo VI: “nunca más la guerra”, la enseñanza de Juan XXIII en “Pacem in terris” sobre la locura de la guerra en la época atómica.
El mismo Francisco condenó como inmoral no solo el uso sino la posesión de armas nucleares. En “Fratelli tutti” (n.262) había pedido que con el dinero que se usa en armas y guerras se constituya un Fondo Mundial para acabar con el hambre y la miseria de los países más pobres.
Con respecto al conflicto entre Rusia y Ucrania el papa Francisco ha lamentado que “personas y pueblos orgullosos de ser cristianos, miren a otros también cristianos como enemigos y se hagan la guerra”. Y ha dicho: “Toda guerra deja al mundo peor de lo que lo había encontrado; es un fracaso de la política y una derrota de la humanidad”.
El 25 de febrero pasado Francisco visitó la embajada rusa ante el Vaticano para intentar alguna mediación ante el conflicto y telefoneó al presidente de Ucrania Zelensky.
Invitó a toda la Iglesia para una Jornada de Ayuno y Oración para el 2 de marzo.
El embajador ucraniano en el Vaticano dijo que un diálogo entre Rusia y Ucrania sería posible en un territorio neutro como el Vaticano, pero del lado ruso no hay condiciones para un diálogo.
La postura pública del Vaticano ha sido expresada hasta ahora por el secretario de estado, Pietro Parolin, que sigue pidiendo “un espacio para la negociación” inclusive “después del inicio de las operaciones militares rusas en territorio ucraniano. Si se quiere la paz siempre hay tiempo para parar y negociar; la guerra no es inevitable”. Y advirtió: “Quien quiere pasar a la historia, debe construir la paz, no desatar la guerra”.
El Vaticano habló del “mayor ataque de un estado contra otro en Europa desde la segunda guerra mundial”.
Sin ruido, la diplomacia vaticana está trabajando desde hace tiempo para lograr negociaciones. El Papa no ha nombrado expresamente a Rusia ni ha condenado directamente la agresión rusa para contribuir, como siempre hizo la Iglesia, en una posible mediación.
La Comunidad San Egidio hizo un llamamiento al alto al fuego y pidió que Kiev fuera declarada “ciudad abierta”. Muchos temen que esta invasión sea el detonante de una guerra más amplia, aunque Putin se proponga tan solo derrocar el gobierno democrático ucraniano e instaurar un gobierno títere a él asociado.
El Papa podrá hablar próximamente con el patriarca ortodoxo de Moscú porque Francisco no se ha inmiscuido en el cisma originado entre Moscú y Constantinopla, pero esta guerra en Ucrania hará todavía más difícil el diálogo ecuménico entre católicos y ortodoxos.
La Iglesia frente a posibles negociaciones para parar la guerra, tiene en cuenta también una necesaria autocrítica de occidente. Escribe por ejemplo el teólogo español Ignacio Faus: “La actitud de Estados Unidos y Occidente ante la Rusia tras la caída de la URSS, ha sido idéntica a la que hubo al final de la primera guerra mundial con la derrotada Alemania en la paz de Versalles. De la Alemania humillada surgió Hitler que reivindicó la grandeza de Alemania. La paz nunca se consigue humillando al vencido. Occidente ha contribuido a la aparición de un dictador nacionalista como Putin que tiene el apoyo de la mayoría del pueblo ruso.
Además la NATO nació para defenderse de la amenaza soviética y debió desaparecer cuando desapareció el Pacto de Varsovia; por el contrario se expandió en las ex repúblicas soviéticas que pedían su protección, aprovechando la debilidad de Rusia. Se le había prometido a Gorbachov que la NATO no se extendería en el este de Europa y no hemos cumplido con la promesa. Por eso ahora la NATO es vista por los rusos como una estructura agresora que mantiene un clima de guerra fría y mortifica su orgullo nacionalista.
En occidente como siempre, actuamos con dos medidas distintas. Cuando la crisis de los misiles cubanos, Estados Unidos tenía razón en no tener tan cerca esa amenaza; pero no le reconoce a Rusia el mismo derecho a temer la misma amenaza tan solo a 500 km de sus puertas.
A los pueblos de Europa no nos interesa una política de enemistad con Rusia sino de buena vecindad. Obviamente condenamos la invasión militar rusa de Ucrania. En la era atómica toda guerra es insensata e ilegítima, como ya decía el papa Juan XXIII sugiriendo desterrar la carrera de armamentos y establecer una verdadera autoridad pública universal”.
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