Escribe el director Lorenzo Prezzi de la prestigiosa revista dehoniana italiana “Settimana”: “Desde hace 80 años en la sociedad de la China continental post-maoista, hay un renacimiento religioso sin precedentes. Hay una sorprendente expansión de las religiones, en especial del Cristianismo”.
Según Prezzi, debido a la incapacidad de erradicar la religión como se proponía Mao, en los últimos años el régimen comunista ha sido cada vez más represivo. El presidente Xi Jinping ha consolidado su poder autoritario en todos los ámbitos de la sociedad, en un nivel nunca visto desde los tiempos de Mao. Desde que llegó al poder en 2012, su política religiosa, según algunos observadores, es la más represiva desde la “revolución cultural” de Mao y en el marco de una ideología cada vez más antioccidental. Hubo un proceso de relativa liberalización en los años del 80 al 2000, pero con el actual presidente se inició la llamada “chinización” nacionalista y comunista, bajo el control estricto del partido.
Son constantes los ataques, violaciones, intromisiones, encarcelamientos no solo contra protestantes y católicos (que son de 10 a 12 millones) sino contra todas las religiones (tan solo cinco son reconocidas) que tratan de llenar, con éxito, el vacío espiritual dejado por el materialismo comunista.
A pesar de las persecuciones, la expansión de las religiones está en constante aumento y la actual política represiva resulta contraproducente porque robustece la resistencia de los creyentes. Los protestantes son 30 millones (algunas fuentes calculan 70 millones). Según varios observadores en las próximas décadas China podría llegar a ser el primer país cristiano del mundo.
Los musulmanes son 23 millones y con budistas, taoístas etc., los adeptos a las distintas religiones llegan a 280 millones.
El protestantismo crece más que la Iglesia Católica por su estructura familiar, sus líderes naturales, los pocos vínculos jerárquicos, la variedad de las confesiones; y por lo tanto es también menos controlable por parte del gobierno.
El control es asfixiante en los seminarios (24 protestantes y 13 católicos). En los templos hay videocámaras para identificar a los fieles; no pueden entrar menores de 18 años.
Las cruces arriba de los templos han sido derribadas, miles de templos destruidos o destinados a otro uso. Para los funcionarios del gobierno está prohibido participar de cualquier culto. Las asociaciones caritativas son aceptadas, sobre todo donde el estado es aún inexistente.
Los medios son estrictamente controlados sobre todo las noticias que se refieren a las tres T (Taiwan, Tibet, Tiananmen). Sobre el Acuerdo con la Santa Sede de 2018, renovado en 2020 y que debería confirmarse en el próximo octubre, hay que reconocer que con esto se comprueba el fracaso del marxismo chino que se proponía eliminar toda religión y se da un paso en adelante para la Iglesia Católica con la última decisión reservada al Papa en el nombramiento de obispos.
Los frutos a nivel de Iglesia en general son escasos y la represión comunista parece victoriosa en los tiempos breves. Se han registrado desde 2018 seis nombramientos episcopales de común acuerdo con el gobierno. El Acuerdo no ha hecho disminuir la presión violenta que se ejerce sobre la Iglesia, pero al mismo tiempo ha impedido el cisma y está logrando la reconciliación entre los católicos chinos, divididos desde 1957 entre patrióticos y clandestinos.
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