
Leonardo Boff cuenta en un artículo, con una parábola, como los africanos, mucho más pobres que nosotros, son mucho más ricos en solidaridad. Esta se expresa con la palabra “ubuntu” muy usada por Nelson Mandela y Desmond Tutu en su lucha antiracial en Sudáfrica y que significa: “yo soy yo a través de ti”.
Un viajante europeo y blanco, puso una hermosa canasta de variados frutos sobre una mesa y les dijo a un grupo de chicos negros que jugaban al futbol:
“Vamos a hacer una apuesta. Pónganse todos en fila y cuando yo dé la señal empiecen a correr. El que llegue primero podrá coger la canasta y comer todo lo que quiera”.
Dio la señal de partida, pero los chicos se dieron la mano y juntos corrieron hacia la canasta y empezaron a comer solidariamente de los frutos. El europeo les preguntó porqué hacían eso.
Le respondieron: “Ubuntu, Ubuntu” y el mayor de ellos explicó: “¿Cómo uno de nosotros podría ser feliz si todos los demás estuvieran tristes? Sin los demás no seríamos nada; estaríamos siempre solos. Por eso compartimos: todos ganamos la carrera y juntos disfrutamos”.
Comenta Boff: “Los africanos nos enseñan cómo salir de la barbarie en la que vivimos. Este pequeño relato es lo contrario de la cultura capitalista que considera a uno tanto más feliz cuanto más acumula y disfruta para sí. Para vivir bien por parte de pocos, la mayoría ha de vivir mal.
La pandemia ha mostrado una abismal desigualdad mundial y una cruel falta de solidaridad hacia los que tienen menos oportunidades. Todo un continente con más de mil millones de habitantes, África, ha sido olvidado; apenas el 10% de su población ha sido vacunada. También entre nuestros pobres, especialmente los Sin Tierra, han sido solidarios distribuyendo decenas de toneladas de alimentos del campo y muchos centenares de marmitas para saciar el hambre de miles de personas en las calles y periferias de nuestras ciudades. Hay civilización cuando los seres humanos se consideran iguales, con iguales derechos y conviven pacíficamente. Si esto es así, estamos todavía en la antesala de la civilización y navegamos aún en plena barbarie. Si el problema es internacional, debería haber también una solución concertada internacionalmente, ¿pero quién cuida de lo internacional?.
La ONU no cumple sus objetivos fundamentales, porque se ha transformado en una agencia que defiende los intereses de las naciones poderosas que tienen derecho al veto en el Consejo de Seguridad. Somos rehenes aún de la obsoleta visión de la soberanía nacional. El virus de la pandemia no respeta las fronteras nacionales. Aún así no hemos entendido que la humanidad ha entrado en una nueva fase planetaria, la de la única Casa Común. El destino de nuestras vidas y de todo ser viviente depende de las decisiones colectivas a nivel global. En caso contrario, conoceremos el camino ya recorrido por los dinosaurios. La epidemia lo único que ha logrado es que muchos que llevaban la máscara por dentro, ahora la lleven también por fuera”.
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