Para el teólogo italiano Massimo Faggioli “la sinodalidad es un modo de gobierno de la Iglesia; es su forma original y peculiar. Por eso es necesario saber escuchar a las personas y al Espíritu Santo a través de ellas, mediante un proceso representativo. La Iglesia en el pasado se preocupó más de enseñar que de escuchar. No es que hoy se democratice la Iglesia; la sinodalidad es su identidad profunda.
Hasta hoy no todos los bautizados han participado activamente de la vida y misión de la Iglesia; prevaleció una visión piramidal, jerarquizada. Hoy no se busca una democracia en la cual la minoría esté sometida a la mayoría. Pero es un hecho que ‘la Iglesia ya no necesita monarcas’, dijo recientemente el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo. Hoy la Iglesia está desmontando la dinámica del culto a la personalidad, que se había instalado en el catolicismo durante las últimas décadas. Hay que introducir la sabiduría de la sinodalidad, lejos de modelos verticalistas de autoridad, ajenos al espíritu evangélico. Se quiere volver en una palabra a dar centralidad y valor vinculante al Concilio Vaticano II contra los que acusan al Concilio de vender la identidad católica, de relativismo y herejía. Los textos magisteriales del Concilio y sus desarrollos doctrinales han sido en gran parte marginados hasta hoy en muchas partes de la Iglesia Católica. Según algunos, el Concilio permitió la crisis en la Iglesia y provocó el colapso del catolicismo, como si la crisis no hubiera empezado décadas antes y el Concilio no fuera la respuesta”.
Por otra parte es sabido cómo la recepción plena de un Concilio precisa de muchos años. El español Felipe Dominguez, profesor universitario: “Nunca en la historia de la Iglesia ha habido un intento como este de consultar a todos los católicos del mundo. Obviamente nadie va a ir de puerta en puerta para consultar a todos, pero han de realizarse reuniones y asambleas en parroquias y grupos con adecuados cuestionarios. La sinodalidad debe llegar a ser una mentalidad permanente en toda la iglesia, aun manteniendo su estructura jerárquica. Siempre será la autoridad, la que tomará la decisión final, pero esta ha de ser iluminada por la base. La consulta pública en ocasión del Sínodo será democrática, pero el Papa tendrá la última palabra”.
Según el teólogo José María Castillo “la sinodalidad no es un invento de ahora. Se dio casi la mitad del tiempo que la Iglesia lleva existiendo en este mundo. Fue la forma de gobierno que asumió la Iglesia en sus orígenes hasta finales del primer milenio, muy distinta de la actual. El centro de la vida de la Iglesia estaba en la comunidad cristiana”.
Gabriel Otalora explica que la sinodalidad “enfoca a la Iglesia no tanto desde el “qué” (hacer), sino desde el “cómo”, no desde el Orden Sagrado sino desde el Bautismo”.
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