En 1971 salía el libro de Gustavo Gutierrez: “Teología de la Liberación” y a los cincuenta años se le preguntó al teólogo Victor Codina, un español a lo largo de 40 años misionero en Bolivia, qué opina de su actualidad. Contestó Codina: “Se trata de una corriente teológica latinoamericana cuya gran novedad fue mostrar que la pobreza no es casual, sino fruto de estructuras económicas y políticas injustas, y que otra sociedad es posible…
…A la Teología de la Liberación se la acusó de reducir la fe a lo socio-político, de presentar a Cristo como un revolucionario, de apoyar la lucha de clases, de fomentar la violencia… Nada de todo eso. Esta teología tuvo en cuenta los aportes de las ciencias sociales pero nunca aceptó la ideología marxista, no redujo la salvación traída por Jesús a lo socio-político. Enseña que el Cristianismo tiene una dimensión histórica; Jesús curó enfermos, expulsó demonios, dio de comer al pueblo hambriento, se identificó con los pobres. Esta teología no predica la lucha de clases, sino que lucha para que la Iglesia sea una Iglesia de los pobres como pedía el papa Juan XXIII. El centro de esta teología sigue siendo Jesús, el Evangelio, el Reino de Dios. Hay que reconocer que hubo algunas exageraciones, imprecisiones, radicalismos, ingenuidad; pero no fue la tónica general. Hoy la opción por los pobres y por la justicia se ha convertido en patrimonio de toda la Iglesia. A las Iglesias del norte les ha costado aceptar esta teología del sur, una teología no colonial y que critica la grave situación de dependencia y exclusión que sufren los países del sur. No se puede hacer teología desde un despacho, al margen del inmenso clamor de los pobres en el mundo. La teología de la liberación invita a ver a Jesús en el pobre, sin que sustituya a Cristo por el pobre. No es simple moral política o doctrina social, sino una visión global de la fe y de Dios desde los pobres. Parte de la realidad para reflexionar sobre ella, a la luz de la fe, para llegar a un compromiso liberador. La teología de la liberación ha cumplido una función profética a lo largo de 50 años. Ahora se ha abierto a nuevas realidades, contextos y horizontes, quizás con un rol más humilde pero buscando dar respuesta a los nuevos signos de los tiempos”.
Por su parte, el asesor latinoamericano de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) sacerdote Pedro Pierre Rioufrait desde Ecuador comenta: “La Iglesia congrega en eventos y liturgias a miles de personas, pero sin que se promuevan comunidades vivas, católicos con compromiso social y mucho menos con impulso misionero. Las CEBs están presentes en los sectores populares de la ciudad, en el campo y en el mundo indígena, haciendo realidad la opción por los pobres. Se nutren de la oración y la Palabra de Dios, de las orientaciones del Magisterio, pero sufren por la falta de reconocimiento y valoración de los pastores locales. Somos una Iglesia en salida con enfoque liberador desde las periferias, promoviendo nuevos ministerios laicales, en particular el protagonismo de la mujer. Hace falta superar la dicotomía clero-laicado para pasar al binomio comunidad-ministerios con una estrategia sinodal, tal como pide el Papa. Por otra parte, ninguna otra expresión eclesial cuenta con tantos mártires como las CEBs en América Latina, al servicio del pueblo de Dios”.
La teología de la liberación latinoamericana no ni teología al centrarse en el hombre; no en Dios, no es de liberación sino que va en contra de las libertades de los fieles y no es latinoaméricana ya que procede de Holanda donde fracasó por obvias razones.
A eso, desde el plano político sumarle que en todos lados donde se aplicó el socialismo siempre fracasó y donde peores lo pasaron fueron los cristianos, mujeres y homosexuales…. la Unión Soviética fue el gran ejemplo…
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