
El Papa dedicó cuatro días a visitar Eslovaquia donde la presidenta es una mujer, Zuzana Caputova, abogada y activista de los Derechos Humanos, ambientalista y admiradora de Francisco. La mujer de 48 años elogió al Papa por su lucha contra los que explotan la religión por fines políticos, contra el populismo nacionalista, el fundamentalismo y el fanatismo; por ser fiel al evangelio y por sus encíclicas sociales.
Allí Francisco tuvo un encuentro ecuménico, otro con la comunidad hebraica, otro con los jóvenes y otro con los gitanos de un barrio de Kosice en el que viven como en un gueto cinco mil personas sin gas, luz, agua corriente; allí trabajan los religiosos salesianos con una amplia labor pastoral y social. Les dijo el Papa a los rom: “Ustedes son el corazón de la Iglesia; la Iglesia es su casa”.
Visitó en Bratislava también un centro para personas sin hogar dirigido por las Hermanas de Teresa de Calcuta.
Hablando con los obispos, sacerdotes, religiosos/as, seminaristas y catequistas de Bratislava el 13 de septiembre, dijo entre otras cosas: “Alguien me dijo que en Evangelii Gaudium hablé demasiado de la homilía; pero es uno de los problemas de la Iglesia hoy. La homilía no debe ser un sermón cuaresmal; está metida en el corazón de la Eucaristía. Lo que sucede es que los feligreses muchas veces han de escuchar homilías que duran 40,50 minutos y además sobre argumentos que no entienden, que no les llegan. Hay que preparar mejor la homilía y ponerse en contacto con la gente. No se debe ir más allá de los 10 minutos, porque después la gente se desconcentra. La homilía debe tener coherencia interna: una idea, una imagen, algo que llegue al corazón. Y ser concretos partiendo de la vida cotidiana, como hacía Jesús. Pido disculpas por volver sobre este tema, pero me preocupa”.
Escribe la vaticanista Lucetta Scaraffia al respecto: “No es la primera vez que el papa Francisco invita a los sacerdotes a limitar el tiempo de las homilías a diez minutos y no más. Si lo repite, es porque sus palabras han caído en oídos sordos. Los pocos que aún participan de las misas dominicales son casi siempre sometidos a largas e inútiles homilías que hacen dolorosa la frecuencia dominical. Inútiles porque largas, pero sobre todo por ser poco significativas, con discursos genéricos en los que la palabra “amor” recorre seguido pero sin eficacia; no tiene relación con la vida real. Casi siempre las homilías repiten las mismas cosas, a diferencia de las palabras de Jesús que eran breves y concretas. Se oscila entre un buenismo genérico y banal y en algunos casos una exhibición de competencias teológicas y bíblicas sin mayor interés por parte de los feligreses”.
Dijo el cardenal Ratzinger alguna vez: “Una prueba de la divinidad de la fe cristiana es que sobrevive a millones de homilías todos los domingos”. Y el escritor católico Vittorio Messori: “Las homilías son a menudo ocasiones desperdiciadas frente a una enorme audiencia impensable para cualquier programa televisivo”.
El Papa siguió diciendo en su discurso a la Iglesia eslovaca: “Hay que construir una Iglesia humilde como Jesús. La Iglesia no es una fortaleza, una potencia, un castillo situado en lo alto que mira al mundo con distancia y suficiencia. El centro de la Iglesia no es la Iglesia y sus estructuras. Estamos al servicio de la gente; tenemos que compartir, caminar juntos, acoger las expectativas espirituales de la gente y remediar sus necesidades. Se nos pide hoy ser cristianos responsables y adultos, saber dejarse cuestionar sin pretender controlarlo todo con el miedo de perder autoridad. Que el anuncio del evangelio sea liberador y creativo; ¡basta de atrincherarse en un catolicismo defensivo ante las crisis y acusar al mundo y a los demás!”.
Debe estar conectado para enviar un comentario.