
Según Manuel Corral, un religioso verbita español que trabaja en México desde hace cincuenta años y es secretario de la Conferencia Episcopal para las relaciones institucionales, gracias a Carlos Aguiar, arzobispo de la Ciudad de México, se está dando una renovación de la Iglesia local. En una entrevista a Religión Digital cuenta cómo tan solo hace 30 años se establecieron relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano y se ha reconocido a la Iglesia como asociación religiosa.
Sin embargo, afirma, “la libertad religiosa no es aún completa. Nos controlan para saber quiénes son los ministros de culto, hay que pedir permisos y autorizaciones por ejemplo para hacer una procesión. No se puede enseñar religión en las escuelas aún las privadas y entonces se recurre a la simulación con otros nombres. No hay apoyo del estado para la Iglesia. Con el presidente Lopez Obrador que no se considera de ninguna religión, hay cierto acercamiento y se puede trabajar.
Cuando el gobierno dispuso cerrar las iglesias por la pandemia, Aguiar acató la directiva, se vacunó y aconsejó a todos a vacunarse a pesar de un fuerte movimiento antivacunas. Si bien en general los obispos son muy temerosos para abrirse a los cambios del papa Francisco para una iglesia en salida, el cardenal Aguiar, que es muy cercano al Papa, está protagonizando un momento de cambios. Existe el miedo a lo que va a suceder después del papa Francisco.
A nivel local, Carlos Aguiar ha unido a varias parroquias en Unidades Pastorales. Siguen estando las parroquias, pero los sacerdotes viven en comunidad en una misma casa, donde hay un coordinador y se comparte la pastoral. La primera Unidad Pastoral que se creó fue la episcopal; los cinco obispos auxiliares del cardenal viven con él en la misma casa. Se encuentra dificultad y oposición en los curas mayores para estas Unidades Pastorales, pero el cardenal apunta sobre todo a las nuevas generaciones. No solo hay oposición de curas sino también de laicos y religiosos que tienen sus feudos y les cuesta una pastoral de conjunto, comunitaria y participativa.
Los seminaristas han de vivir en parroquia acompañados por un formador y el párroco y acudiendo a clase en el seminario. Se quiere que los jóvenes tengan un conocimiento de la realidad y vivan los problemas de la gente. Por un año tienen que salir, en el marco de su itinerario formativo, a trabajar en empresas.
En las visitas pastorales del obispo todo el mundo debe tener la oportunidad de opinar y participar. Se crearon otras tres diócesis alrededor de la capital, de diez millones de habitantes, con sus obispos para que la gente sea mejor atendida. Hay que recordar que también en México los jóvenes, las parejas, las familias se alejan de la Iglesia y hay que formular una nueva pastoral. Es necesaria una iglesia de laicos formados, más que informados, no clerical, más humana y cercana a los problemas de la gente, encarnada en el mundo social”.
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