Setiembre: mes de la Biblia

Sí, se trata de textos sagrados, pero de todas formas hay muchos interrogantes sobre estos textos, porque en realidad la Biblia no es un libro, sino varios libros. De hecho, la palabra viene del griego y significa: “Librillos”.
Siempre han existido objeciones y críticas a las religiones y a los creyentes. Se leen comentarios que dicen: “La Biblia es literatura pura, y la religión se apoya en cuentos y nada más”. En nombre de la ciencia, muchos atacan la fe y la religión, entonces, es necesario afrontar los cuestionamientos y vivir una fe madura. Por eso traemos algunas preguntas que trataremos de contestar. Estamos seguros que muchos de nuestros lectores se las han hecho ya. Reflexionemos entonces, en torno a ellas.
1) ¿Cómo sabemos los Cristianos que la Biblia es la Palabra de Dios?
En primer lugar, no somos los únicos que decimos que un determinado libro no es sólo creación humana, sino que está inspirado por Dios. Por ejemplo, la religión más antigua del Mundo, el hinduismo, tiene los libros Vedas, y el Bhagavad-guita, como sus libros sagrados. Los musulmanes, el Corán. Entonces ¿en qué nos fundamentamos para decir que nuestros escritos sagrados son Palabra de Dios?
Se trata ante todo de una afirmación de fe, pero empecemos por el principio…
¿De dónde surge esta creencia?
Los cristianos creemos que la Biblia es la Palabra de Dios. Nuestra fe nos lo dice y la experiencia del Pueblo de Dios, tanto del antiguo (Israel) como del nuevo (la Iglesia) nos lo confirma.
2) ¿Pero cómo habla Dios?
De muchas formas, la Biblia es una de ellas, y la más privilegiada.
Dios habló a todas las personas en primer lugar a través de la Creación del Mundo y de la belleza de la Naturaleza. Pero no todos escucharon y valoraron esta presencia.
Dios nos habla a través de la historia. Pero no siempre sabemos escuchar.
Para empezar, fue Él mismo quien eligió a Abraham, un patriarca arameo que no tenía tierra propia, y cuya mujer era estéril.
Dios hizo Alianza con él, o sea un pacto de amistad; cosa que los dioses -según los antiguos- no hacían. Esto sorprendió al Patriarca, pues no era lo habitual. Pero él le invitó a abandonar el lugar donde vivía para ir a una tierra que Dios le daría en herencia, y también le dijo que le daría muchos descendientes, y bendeciría a toda la humanidad a través suyo. (Gén 12,1-11)
No sabemos si le habló directamente en una aparición, o si le habló en sueños, pero lo cierto es que Abraham le creyó y emprendió su aventura, la de un viaje incierto, sin prueba alguna de que tendría lo que Dios le prometía.
En esto consiste la fe: en responder al llamado del Señor. Por eso Abraham es considerado el padre del Pueblo de Israel, por su hijo Isaac, el hijo de Sara (Gén 21,1-7); el padre de los pueblos árabes, a través de su hijo Ismael, el hijo de Agar, su concubina (Gén 16,1-15) y también padre de la fe de los cristianos, ya que José -padre adoptivo de Jesús- es descendiente de Abraham. (Mt 1,1-17)
Será este pueblo, nacido de Isaac, el hijo de Abraham, el primer pueblo elegido de Dios, y que recibirá la revelación de Dios.
Nuestra fe, es una fe revelada (palabra que quiere decir quitar los velos, o sea dar a conocer lo que estaba oculto) porque es Dios, que se da a conocer y toma la iniciativa para manifestarse a la humanidad.
La palabra escrita en los textos sagrados es Palabra de Dios, porque nace de la experiencia histórica de un pueblo que encontró a Dios en su vida. Por eso es que llamamos a Abraham, el primer enviado de Dios, nuestro Padre en la fe.
3) ¿Cómo fueron escritos los textos bíblicos? Entramos en el tema de la inspiración divina.
No pensamos que vino Dios en persona y le dijo a los autores bíblicos: “escriban”, dictándoles lo que quería decir.
Más bien creemos que los autores escribieron algo que para ellos era muy valioso, al relatar cómo ellos y el pueblo habían descubierto la presencia y la voluntad de Dios.
No todos los autores humanos de los libros de la Biblia creían o eran conscientes de que Dios les inspiraba.
Sólo los profetas parecen haberlo sido. Así ellos escriben, por ejemplo: “Así dice Yavé………..” (Jeremías 33,36) comunicando a continuación el mensaje. No dicen cómo fue que Dios lo quería expresar, o cómo ellos lo supieron. En realidad ellos lo descubrieron mirando la vida del Pueblo con una mirada de fe, y porque eran hombres de oración. Pero con la cabeza en la tierra, no en las nubes. Porque es en la historia, que Dios nos habla.
4) ¿Quiénes dicen que un texto es Palabra de Dios?
Primero, el mismo Pueblo de Dios en su devoción y fe, y lo determinan teniendo en cuenta esto, en primer lugar las autoridades religiosas de Israel, hasta la venida de Jesús.
Jesús y los apóstoles aceptaron como inspirados por Dios los textos del Antiguo Testamento.
Concretamente y respecto al Antiguo Testamento hay dos versiones, una hecha en hebreo primitivo, que comenzó a escribirse en el año 970 antes de Cristo (en la época del Rey Salomón) y otra, una traducción de estos textos al griego, con algunos libros añadidos, y que fue compuesta hacia el siglo II antes de Cristo en Alejandría (en Egipto).
La versión hebrea
Esta versión surge de relatos orales, transmitidos de generación en generación, y de escritos aislados muy antiguos que dan cuenta de la historia de la relación de Alianza y amistad entre Israel y Dios.
Esta versión no se escribió de un tirón, de hecho los escritos del Antiguo Testamento son varios libros, surgidos en diversas épocas.
En el siglo IV antes de Cristo, y luego del Exilio del Pueblo de Israel en Babilonia, serán recopilados por los sabios judíos y los sacerdotes israelitas, formando lo que hoy conocemos como el Antiguo Testamento.
Pero esta versión primitiva se perdió en casi su totalidad. Tenemos, sí, las copias más recientes que se hicieron de ella. Todas en Hebreo.
Las más antiguas son las encontradas accidentalmente en unas ánforas de arcilla, en la región de Qumrán, en unas cuevas cerca del Mar Muerto, en el año 1947. Son del siglo I, aproximadamente. Lo más valioso es que hay allí libros enteros de los profetas, sobre todo de Isaías.
Pertenecieron a una comunidad de eremitas judíos, que se llamaban a sí mismos “esenios” (algo así como “los piadosos”) y que al parecer tuvieron relación con Jesús y los primeros cristianos.
Se piensa que Juan el Bautista había pertenecido a esta comunidad. Sobre todo por su vida en el desierto, y la práctica del Bautismo, que los esenios realizaban y que está documentada en uno de los rollos del Qumran, que también nos dice cómo era la vida de la comunidad (Lc 3,1-2)
La versión griega
Pero allá por el siglo II o III antes de Cristo, muchos judíos se fueron de Palestina, pues hubo guerras y persecuciones contra los creyentes. Así fueron a otras regiones y ciudades más pacíficas.
Esa fue la llamada “Diáspora” (que significa dispersión) de Israel.
Una de estas comunidades, que fue la más próspera e importante de aquella época, fue la de la ciudad de Alejandría en Egipto.
El Rey Ptolomeo, que había sido uno de los generales de Alejandro Magno, gobernaba ese país.
Este Rey era un sabio, y una de sus obras más importantes fue la Biblioteca de Alejandría.
Fue él quien le propuso a los judíos de la ciudad que le permitieran financiar una traducción de sus libros sagrados al idioma griego. Su intención era tener una copia en la Biblioteca y le daría la otra copia a los judíos; al finalizar la traducción, que era un trabajo muy costoso y se hacía todo a mano, le devolvería a la comunidad los textos originales hebreos.
La comunidad aceptó y así surgió una versión del Antiguo Testamento más clara y legible para la época, ya que el griego era el idioma más extendido en el Mediterráneo.
Cuando los romanos conquistaron el territorio, respetaron la biblioteca y a la comunidad judía. Los textos de la Biblia griega se difundieron mucho. Tanto es así que los apóstoles como San Pablo y los primeros predicadores cristianos, usaron esta versión de las Escrituras Sagradas, ya que todo el mundo hablaba griego.
Este es el origen de la Septuaginta, la versión también llamada de los 70, porque se creía que la habían realizado 70 sabios doctores judíos.
Los apóstoles de Jesús consideraron inspirada a esta versión griega, y fue la que los cristianos utilizaron en adelante.
La Biblia Hebrea actual
Luego de que Jerusalén fuera destruida en el año 70 después de Cristo. Los rabinos israelitas, reunidos en Yamnia en el año 120 después de Cristo, adoptaron una traducción del hebreo más reciente que eliminaba algunos libros que sólo tenían versión original en la Biblia griega, o sea los famosos libros deuterocanónicos (que quiere decir, segundos en el canon). Esto lo hicieron en parte por polémica contra los cristianos. Pero los católicos y los ortodoxos aceptamos la versión griega como inspirada, puesto que fue la que los apóstoles aceptaron.
En cambio los judíos y los protestantes aceptan la versión hebrea.
No hay casi diferencias entre ambas versiones, sólo faltan esos libros. Al conjunto de libros inspirados que forman nuestra Biblia y que son considerados Palabra de Dios se le llama Canon Bíblico.
Los libros deuterocanónicos
Considerados inspirados por los católicos y ortodoxos, pero no por los Judíos, Protestantes y Evangélicos, son los siguientes:
Los libros de Tobías, de Judith, el primero y el segundo de los Macabeos, el libro de Baruc, el libro del Eclesiástico (+), y algunas adiciones griegas presentes en el Libro de Ester (Prólogo y Epílogo), y un capítulo adicional añadido al libro de Daniel.
5) ¿Qué es la Vulgata?
Es una traducción que se hizo -por encargo del papa San Dámaso- de la Biblia griega al latín, pero no a cualquier latín. No al latín erudito, sino al latín vulgar. Este era el latín que la gente sencilla hablaba en el Imperio Romano. Como a la gente sencilla le decían “el Vulgo”, la versión recibe el nombre de la Vulgata. Se usó y se usa mucho, y es la versión que la Iglesia considera inspirada, y la oficial. Proclamada por la Iglesia como la versión autorizada luego de la polémica con los protestantes (en el Concilio de Trento, en el Siglo XVI).
Esta versión fue realizada por San Jerónimo en el siglo IV después de Cristo. En esa época se adopta también el latín vulgar como idioma litúrgico, porque todo el mundo lo hablaba.
Antes de eso se usaba el griego en la liturgia, pero la gente del Occidente ya no lo hablaba.
Recién se dejará de rezar en latín -en la liturgia- luego del Concilio Vaticano II (1963) para adoptar en la liturgia oficial la lengua de cada país.
6) ¿ Qué es el Canon?
Se llama Canon al conjunto de libros bíblicos considerados por los creyentes y la Iglesia entera como Palabra de Dios, obra humana y divina, inspirada.
Durante los primeros cuatro siglos de vida de la Iglesia nadie cuestionó la inspiración de estos textos, pero luego el papa Dámaso en el siglo IV los declaró inspirados y fijó el canon.
En el siglo XVI el Concilio de Trento reafirmaría lo que el papa Dámaso había dicho.
Respecto al Nuevo Testamento, obviamente los judíos no lo aceptan como inspirado, pero fueron escritos en griego y luego de la muerte y resurrección de Jesús. Todos los grupos cristianos, católicos, protestantes, evangélicos y ortodoxos los aceptan como inspirados por Dios.
A) Canon católico del Antiguo y Nuevo Testamento
(Aceptado por la Iglesia Católica, y las Iglesias Ortodoxas griega y rusa)
Libros del Antiguo Testamento
Libros Históricos (de carácter narrativo)
Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, Rut, 1 y 2 de Crónicas o Paralipómenos, Esdras y Nehemías, 1 y 2 de los Macabeos, Judith, Ester y Tobías.
Libros proféticos
Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Baruc, Lamentaciones, Oseas, Habacuc, Joel, Sofonías, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Ageo, Zacarías, y Malaquías.
Libros sapienciales
Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Eclesiástico y Sabiduría.
Libros del Nuevo Testamento
Libros históricos
Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Hechos de los apóstoles.
Cartas de los Apóstoles
Romanos, Corintios (primera y segunda)
Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Tesalonicenses, (primera y segunda)
Timoteo (primera y segunda) Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, Pedro (primera y segunda)
Juan (primera, segunda y tercera) Judas.
Libros proféticos
Apocalipsis.
B) Canon Hebreo del Antiguo Testamento
(este canon es aceptado también por los hermanos evangélicos y protestantes)
Se divide en tres partes:
a) Torah (La Ley de Dios)
Los cristianos los llamamos pentateuco. Son los libros más importantes para los judíos y son atribuidos a Moisés.
Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
b) Nebim (Palabra derivada del hebreo Nabí, que significa vidente, o profeta)
Se divide en dos grupos:
1) Profetas anteriores
Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, Rut, 1 y 2 de Crónicas, Esdras y Nehemías, y Ester.
2) Profetas posteriores
Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Lamentaciones, Oseas, Habacuc, Joel, Sofonías, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Ageo, Zacarías, y Malaquías.
c) Ketuvim (Los libros que los católicos llamamos Sapienciales, o libros de sabiduría)
Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, y Cantar de los Cantares.
7) ¿Y los libros sagrados de las otras religiones? ¿Tienen algún valor?
San Ireneo de Lyon dijo una vez que el Espíritu Santo actúa donde quiere y trata de iluminar a todas las personas. Por eso no era de extrañar que hubiera sabios de otros pueblos y no necesariamente israelitas o cristianos, que decían y afirmaban cosas que estaban ciertamente en consonancia con las verdades que las Escrituras nos revelaban.
Al decir esto él pensaba en los sabios filósofos griegos como Sócrates, Platón, Aristóteles, etc.
Irineo afirmó que su sabiduría era ciertamente una inspiración del Espíritu Santo, que había sembrado en sus escritos y corazones, verdaderas “semillas del Verbo de Dios” que de alguna manera anticipaban y anunciaban la salvación.
Usando este criterio y descubriendo por ejemplo lo que dijo Buda, o Zoroastro, Mahoma y otros sabios creyentes de otras religiones, incluso Gandhi, el sabio hinduista que buscó la paz entre su pueblo, y que admiraba a Jesús, o el Dalai Lama, un hombre bueno de origen budista, podemos pensar que San Ireneo decía algo muy sabio y oportuno.
Pero Ireneo y todos los cristianos, seguimos pensando que las Escrituras bíblicas son la verdadera revelación de Dios, sin dejar de respetar a los otros pensadores y creyentes.
8) ¿Qué pasaría si se encontrara por ejemplo una carta de San Pablo o de los apóstoles que fuera desconocida?
Eso no es ciertamente imposible. Sabemos que hay por lo menos dos cartas más de San Pablo a los Corintios que se han perdido, y que la que llamamos 1ª Carta de Pablo a los Corintios es en realidad la segunda que él escribió.
No pasaría nada, puesto que es muy difícil que la carta aportara algo nuevo.
De hecho ya hay un escrito contemporáneo al Evangelio canónico de San Mateo, y que fue escrito incluso antes que el Evangelio de San Juan. Se llama “Didaché” que se podría traducir como “Doctrina”, popularmente conocido como “La doctrina de los apóstoles”. No se sabe quién lo escribió, sí sabemos que puede ser un discípulo directo de San Mateo o de alguno de los apóstoles. Pero lo que no dudamos es de que no dice nada nuevo, ni hay ningún tipo de mensaje distinto al que contienen los Evangelios.
Lo que pasa es que el Pueblo de Dios siempre creyó en los escritos considerados inspirados por Dios y que están tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Solo cuando alguien (generalmente una persona o un grupo aislado) pone en duda la inspiración divina de algún libro, es necesario que la autoridad de la Iglesia (o sea el Magisterio) aclare las cosas y las defina.
Recién en el siglo IV el papa San Dámaso tuvo que hacer esto. Posteriormente en el siglo XVI el Concilio de Trento, fijará definitivamente el Canon.
9) Entonces: ¿los otros escritos no tienen ningún valor?
Nadie dice eso. La “Didaché” es un libro muy interesante, así como los escritos de los Santos Padres de la Iglesia como San Agustín y San Ambrosio, en cuanto que nos ayudan a comprender mucho más lo que la Biblia nos dice. Prácticamente son un comentario de los escritos canónicos, que nos ayudan a comprenderlos mejor.
Lo mismo pasa con los documentos de la Iglesia contemporánea. Por ejemplo, si leemos el Concilio Vaticano II y sus documentos, eso va a ayudar a comprender mucho mejor lo que la Biblia dice.
10) ¿Pero entonces el mensaje de Dios no está solo contenido en la Biblia?
Exacto. Existe lo que se llama la Tradición, que se compone de los escritos de los Santos Padres de la Iglesia, de las cartas de los obispos y de los Papas, de las conclusiones de los Concilios, y sobre todo de la fe del Pueblo de Dios, y su vivencia de la Palabra de Dios.
Desde allí nos llega también el mensaje del Señor.
De todas maneras los aportes de la tradición no agregan nada nuevo al contenido del mensaje de la Biblia, pero lo aclaran y lo hacen más entendible. Esto significa que si queremos comprender por ejemplo lo que el Señor nos dice sobre la Virgen María, tendremos entonces que comprender mejor lo que nos dice no sólo la Escritura bíblica sino también lo que dicen los Padres de la Iglesia, los documentos del Magisterio, y la fe sencilla de la gente.
Pongamos otro ejemplo: la fe en la inmaculada concepción de María: fue declarada dogma de fe en el siglo XIX. Pero el Pueblo cristiano en su absoluta mayoría creyó en esta verdad de fe. Cuando a principios del siglo XIX hubo gente que lo puso en duda, fue que el Magisterio de la Iglesia lo tuvo que definir.
Los hermanos protestantes creen en que la Tradición de la Iglesia no es fuente de revelación divina.
Nosotros por el contrario creemos que la Biblia y la Tradición son fuente de revelación del mensaje de Dios.
Así, los protestantes dicen que solamente la Biblia es Palabra de Dios.
Pero ambos, católicos y protestantes, coincidimos en que los escritos bíblicos contienen todo lo que Dios nos quiso transmitir y lo que es necesario para nuestra salvación.
Otro principio que plantean los protestantes es que existe la libre interpretación de la Biblia
Esto quiere decir en otras palabras que el mensaje bíblico debe ser entregado a todos, y lo que cada uno interpreta de él es válido. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo obrará y evitará los errores que pudieran darse. Este principio tan libertario parece muy correcto pero tiene sus grandes problemas.
El primero y más que evidente es que entonces cada uno de los que interpretan la Palabra terminarían dividiéndose en grupos diversos, que sostendrían diversas interpretaciones de un mismo texto.
Esto es lo que pasa entre los Protestantes, que tienen más de 1000 Iglesias diferentes, y todas dicen ser la misma Iglesia auténtica de Jesús.
Los católicos dicen que los únicos que tienen autoridad para interpretar el mensaje son las autoridades religiosas que el Pueblo de Dios tiene. Los primeros: Jesús y los apóstoles. Por eso la Iglesia admite como inspirada la versión del Antiguo Testamento que Jesús y los 12 admitieron como tal (la versión griega de la Biblia).
Posteriormente, los pastores que fueron designados por los mismos apóstoles y sus legítimos sucesores, que mediante el Sacramento del Orden gozan de la gracia del Espíritu Santo que los hace ser los legítimos intérpretes de la Palabra del Señor. Pero en comunión con sus hermanos Pastores y el resto del Pueblo de Dios. Porque esta autoridad no la tienen por ellos mismos, sino por el Señor que los eligió y por la Iglesia de la cual forman parte y la que ellos representan.
11) ¿Y qué pasa con los Evangelios apócrifos?
No hay ninguno de estos escritos que sea anterior o más antiguo que los Evangelios canónicos de Mateo, Marcos, Lucas, y Juan.
Algunos de ellos nos permiten comprender la fe de los cristianos de los siglos II; III y IV, que son las fechas en las que fueron escritos.
Varios textos no contradicen la fe común, y nos traen datos muy importantes, por lo cual son objeto de un estudio minucioso, puesto que recogen tradiciones antiguas que nos agregan datos que no conocíamos, como por ejemplo, los nombres de los padres de la Virgen María, o los de los Magos de Oriente, como lo hace el Evangelio apócrifo de Santiago.
Algunos de estos escritos, sin embargo, contradicen a los Evangelios inspirados. Esto ocurre porque son falsificaciones de los Evangelios que tratan de legitimar una doctrina herética, que contradecía la fe del Pueblo de Dios.
Pero que quede claro, por más que lleven el nombre de los apóstoles no fueron escritos por éstos ni provienen como los evangelios que conocemos en la Biblia, de las primeras comunidades cristianas, ni están como los cuatro canónicos, inspirados en la auténtica enseñanza y testimonio de los apóstoles.
Eso sí, apócrifo no significa “prohibido”. La Iglesia no los prohibió, los estudió y comparó con los canónicos, pero no los prohibió. Muchos se perdieron, y eso es porque las comunidades que los escribieron eran cismáticas y no aceptaban la fe del pueblo de Dios, además no los compartían, porque consideraban que estaban destinados a un grupo de selectos.
Muy diferente de los evangelios inspirados, que estaban destinados a ser difundidos a todo el pueblo de Dios.
Eduardo Ojeda
Nota:
(+) El libro del Eclesiástico figura en algunas Biblias con el nombre de Sirácides. Pues en el mismo libro se afirma que las sentencias y reflexiones de sabiduría son compuestas por el Rabino Jesús Ben Sirac. Probablemente un ilustre maestro de la comunidad de Alejandría.
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