ASAMBLEA ECLESIAL: TERMINÓ FASE de ESCUCHA

muchachas y muchachos latinoamericanos llevan una enorme cruz de madera al hombro. van por un camino selvatico y estan empapados, por la lluvia intensa que cae.
“Hay mucha esperanza y confianza de que algo va a cambiar en la Iglesia».

La asamblea eclesial de América Latina y el Caribe inaugurada en enero pasado y que tendrá su realización presencial en la ciudad de México del 21 al 28 de noviembre, ya terminó con su fase de escucha el pasado 30 de agosto. Según el Celam participaron de este proceso, de manera directa y formal, 60 mil personas.

Con el cierre de esta etapa se pasa al proceso de discernimiento. Fue el mismo papa Francisco que propuso esta Asamblea Eclesial en lugar de una sexta Conferencia de Obispos (la quinta fue la de Aparecida en el 2007) que pedían los obispos del Celam. Le pareció que podía ser más acorde con la idea de la Iglesia sinodal que él propone, para que el laicado y la vida religiosa pudieran participar en pie de igualdad con los obispos.

Escribe la teóloga colombiana Consuelo Velez: “Hay mucha esperanza y confianza de que algo va a cambiar en la Iglesia. Pero los que más participan en esta Asamblea son los grupos establecidos en la dinámica eclesial y su aporte va en la línea de lo comúnmente aceptado. No hemos encontrado todavía los mecanismos adecuados para que los que no están en la Iglesia o los que la dejaron por alguna razón, participen activamente. Esa sería una escucha más valiosa porque entenderíamos mejor por donde van los desafíos actuales desde el mundo tal como es y donde sin duda Dios habita, habla y nos interpela.
El proceso de escucha ha sido muy valioso, pero el esfuerzo para que más gente participara no ha sido suficiente para escuchar de veras el sentir del pueblo de Dios.  Falta  conciencia crítica en la Iglesia para  promover un cambio de modelo eclesial, el fin del clericalismo y la participación plena del laicado y de la vida religiosa. Por “plena” me refiero a que tengamos voz y voto en los niveles de decisión.

Es cierto que el laicado y especialmente las mujeres, de hecho organizan y llevan adelante la pastoral de la Iglesia, pero otra cosa es pensar, planear y dirigir; las dos cosas son necesarias y deben ser ejecutadas, sin excepción, por todos los miembros del pueblo de Dios. Sinodalidad es vivir y obrar como la primera comunidad cristiana (He 2,44-47).
El Papa para expresar la sinodalidad usó la figura de una “pirámide invertida”. Significa recuperar el protagonismo del pueblo de Dios y la esencia de los ministerios ordenados  que es el servicio a ese pueblo. No es querer dar vuelta a la tortilla porque nadie quiere quedar debajo de nadie. La Iglesia debería ser una “comunidad de iguales” cuyo símbolo más claro es el circulo. Es hora de proponer modelos más circulares, donde hasta externamente se vea que en la Iglesia “no hay diferencia entre judíos  y griegos, esclavos y libres, varones y mujeres” (Gal 3,28).
También habría que revisar la institución del Sínodo de Obispos para que allí donde se toman las decisiones haya espacio para que todo el pueblo de Dios tenga voz y voto”.

No será nada fácil concretar estas aspiraciones legítimas cuando el arzobispo de Lima Carlos Castillo Mattasoglio tan solo por promover, ante la escasez de sacerdotes, laicos como párrocos recibió muy graves amenazas y presiones de grupos tradicionalistas.