
Los norteamericanos y sus aliados, al huir de Kabul, no solo abandonaron en las manos de los talibanes una impresionante cantidad de armas: 40 aeronaves, 2 mil vehículos blindados, drones militares, súper helicópteros, miles de fusiles, millones de municiones, etc. sino que abandonaron al mismo pueblo afgano (solo se llevaron a algunos que habían trabajado con ellos) que huye masivamente hacia los países limítrofes.
Se estima además que gastaron 300 millones de dólares al día en estos últimos veinte años.
Pero el peor drama fue y sigue siendo con las mujeres afganas que habían soñado con un futuro mejor; su destino es lo que más ha conmovido a la opinión pública mundial. La ONU ha pedido expresamente a los talibanes “respetar los derechos de mujeres y niños, según las normas internacionales y los derechos humanos establecidos en todos los tratados de los que Afganistán también forma parte”. Los talibanes han garantizado por ahora el respeto a sus derechos. Pero en su gobierno anterior de 1996 a 2001, las mujeres no podían salir de casa sin el burka y sin un pariente varón que la acompañara, no podían ir a la escuela, practicar deportes, ejercer una profesión, ni reír en público o hacer ruido al andar.
Ahora, después de unos años de libertad, se teme una vuelta al pasado. Sin embargo, según la revista católica italiana “Settimana”, “hay un clima que siempre estuvo presente, aún con las tropas occidentales, sobre todo en el interior del país. Según los datos del “Observatorio Afganistán” del año pasado, se constata que el analfabetismo femenino alcanza entre el 84 y el 87%. El 66% de las chicas entre doce y quince años no estudian. Entre el 60 y 80% de las jóvenes es obligada por la propia familia a casarse con alguien contra su propia voluntad. La mayoría de las mujeres solo trabaja en limpieza, cocina y costura. El 50% de las mujeres dan a luz a sus hijos en su propia casa con la sola asistencia de comadronas. La mortalidad materna es altísima y el 95% de suicidios es de mujeres. Más de la mitad de las mujeres sufre violencia machista en familia. La verdad es que hay una sorda resistencia a la modernidad, una realidad cultural que occidente no percibe. La misma religión musulmana, más allá de los extremismos islamistas, no parece haber creado un contexto favorable a la emancipación femenina. Es evidente el contraste con lo que ha acontecido en el mundo occidental por influjo del Cristianismo y por cómo este ha evolucionado con los tiempos. La sura 34 del Corán establece que “los varones están por encima de las mujeres y estas deben obedecerle y si no obedecen hay que golpearlas”. Es cierto que también en el Nuevo Testamento hay textos ambiguos y negativos, pero reflejan la mentalidad de la época en la que fueron escritos. Se espera una interpretación crítica y contextual, no literal, también de los textos sagrados del Islam y una evolución cultural también por parte de los musulmanes. Según la Premio Nobel de la Paz 2011, la yemenita Tawakkod Karman “el enemigo de la emancipación femenina no es el Corán, sino los regímenes, la corrupción y las tradiciones arcaicas”.
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