
El pasado 11 de junio, el Dicasterio Pontificio para los Laicos, la Familia y la Vida emitió un decreto, refrendado por el Papa, por el cual las personas que guían movimientos eclesiales y asociaciones reconocidas por la Iglesia, no han de estar en el cargo más de diez años consecutivos, con posible excepción de algunos fundadores. El decreto entrará en vigor en octubre próximo.
El Papa y el Vaticano manifiestan su preocupación por los abusos, sobre todo de poder y de conciencia por parte de líderes eclesiales idolatrados por grupos cerrados a la manera de sectas, en daño de las personas a ellos confiadas.
Ulrich Rhode, jesuita de la Universidad Gregoriana de Roma explicó que “la alternancia en el mando trae grandes beneficios para la vitalidad de un movimiento o asociación y evita los personalismos. Hasta ahora había demasiada libertad en estos movimientos, en comparación con los institutos de vida consagrada”.
Sin embargo, muchos han leído el decreto como un golpe del Papa a los movimientos, como queriendo eliminar a los líderes para tener un control más directo sobre ellos. La verdad es que el Papa quiere evitar el riesgo de una total auto-referencialidad de los movimientos.
El documento se refiere a más de un centenar de agrupaciones que han surgido en las últimas décadas y en algunas de las cuales se han practicado el culto de la personalidad, abusos de poder y en algunos casos hasta violencia sexual y de todo tipo; el caso de los Legionarios de Cristo no es el único.
Por eso el Papa quiso regular la duración de los mandatos de gobierno, de cinco años renovables tan solo por otros cinco, para todas las asociaciones internacionales de fieles. Dice el documento vaticano: “No pocas veces la falta de una sana rotación y de límites a los mandatos fomenta apropiaciones del carisma, personalismo, mal manejo del dinero, centralización de funciones y fácilmente conduce a abusos y graves violaciones de la dignidad y la libertad personal”.
Las elecciones internas, con el derecho al voto de todos, deben ser representativas y transparentes. El Papa también instó a los obispos a obtener la autorización de la Santa Sede antes de aprobar un nuevo instituto a nivel diocesano. Después de su reciente internación, Francisco ha recordado cómo “tantas veces hemos visto en la historia que hay movimientos que empiezan con predicar el evangelio con un carisma propio reconocido por la Iglesia y que después reducen todo el evangelio al movimiento y a la enseñanza del fundador o de la fundadora; esto no produce frutos en profundidad”.
Según el teólogo Massimo Faggioli “el 4% de las nuevas agrupaciones religiosas laicales han sido objeto de una visita apostólica, es decir de una investigación vaticana. Los miembros de las agregaciones religiosas más pequeñas pueden ser más fácilmente manipulables. Hubo fundadores que hasta abusaron sexualmente de sus miembros o se han negado a ceder el control de sus miembros. Esto se ha dado en asociaciones cristianas fundadas y dirigidas por laicos carismáticos que capitalizaron el vínculo de la obediencia. En el peor de los casos se ha dado una lealtad ciega y la entrega total a la voluntad del líder; y se trata de movimientos que no se identifican con una ideología clericalista y antimoderna. El papa Francisco quiere evitar el riesgo del sectarismo y pide que se respete la libertad personal y espiritual de los fieles. Su eclesiología del Pueblo de Dios y la recuperación de la sinodalidad chocan con todo tipo de elitismo en la Iglesia, incluido el elitismo de los líderes y fundadores carismáticos”.
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