
El 27 de agosto pasado la Iglesia brasileña hizo memoria de tres obispos que dejaron una huella profunda por su santidad y espíritu profético. Fue justamente un 27 de agosto que murieron tres grandes protagonistas del postconcilio: Helder Cámara (+1999), Luciano Mendes de Almeida (+2006) y José Maria Pires (+2017).
Los tres se destacaron por su lucha por un Brasil más justo y solidario y fueron precursores de una Iglesia en salida, pobre y para los pobres en un país profundamente marcado por las desigualdades sociales.
Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife, fue uno de los protagonistas del Concilio y uno de los firmantes del Pacto de las Catacumbas. Fue la voz de los sin voz durante la dictadura militar; ya ha sido proclamado Siervo de Dios y avanza su proceso de beatificación.
Luciano Mendes de Almeida, obispo de Mariana, fue un jesuita de gran experiencia espiritual y pastoral, dos veces presidente de la Conferencia Episcopal brasileña.
José Maria Pires, obispo de Paraiba, fue un afrodescendiente que participó del Concilio y luchó por la causa negra contra el racismo y en defensa de indígenas y campesinos.
El espíritu de estos tres pastores se vio actualizado hace poco en la postura valiente del actual presidente de la Conferencia Episcopal Walmor Oliveira de Azevedo y otros cuatro obispos acompañados por una monja y un laico que se hicieron presentes en el reciente campamento indígena en Brasilia. Fue la más masiva manifestación indígena que se recuerda, con seis mil personas recorriendo kilómetros con todos los medios para marchar sobre Brasilia protestando contra el gobierno, del 22 al 28 de agosto.
El presidente Jair Bolsonaro está avasallando sus derechos y desde agosto del año pasado a julio de este año ya se han deforestado 10.476 kilómetros cuadrados de selva, una área 9 veces la ciudad de Río.
Los obispos se han solidarizado con los indígenas yendo a su campamento en nombre de la Iglesia que desde hace 70 años trabaja activamente por la causa indígena.
También el 27 de agosto desde Roma se anunció la beatificación de otro gran pastor y profeta de la Iglesia de El Salvador padre Rutilio Grande, un jesuita gran amigo del santo arzobispo Oscar Romero que también fue asesinado en 1977. Será beatificado junto a sus dos compañeros laicos, el catequista Manuel Solórzano y el joven de 16 años Nelson Lemus, los tres ametrallados mientras viajaban a una parroquia.
El obispo Gregorio Rosa Chavez, en nombre del Papa, beatificará en la misma ceremonia del 22 de enero próximo también al fraile misionero italiano p. Cosme Spessotto (+1980), igualmente eliminado por los escuadrones de la muerte frente al altar mientras rezaba antes de oficiar misa. Había sido párroco por 27 años entre la gente de la montaña y construido una iglesia con un colegio para mil niños. Tenía sus puertas abiertas para todos. Presagiando su muerte, poco antes de morir dejó escrito: “Morir como mártir sería una gracia que no merezco. Lavar con la sangre, vertida por Cristo, todos mis pecados, defectos y debilidades de la vida pasada, sería un don gratuito del Señor. De antemano perdono y pido al Señor la conversión de los autores de mi muerte. Agradezco a todos mis feligreses que con sus oraciones me han ayudado a dar testimonio de Jesús; espero que ellos también sean buenos soldados de Cristo. Espero seguir ayudándolos desde el cielo”.
Estos asesinatos por parte de la dictadura militar han sido impunes hasta el día de hoy.
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