El papa Francisco en un mensaje a la Semana Litúrgica Nacional de Italia ha recordado que “el encuentro semanal comunitario con el Señor los cristianos lo han vivido desde sus inicios como una realidad indispensable e indisolublemente ligada a su identidad”. El Papa se ha mostrado preocupado porque “después de un largo ayuno eucarístico debido a la pandemia, la frecuencia dominical está en baja y esto constituye una señal grave”.
Por eso el Papa pide “nuevas líneas de pastoral litúrgica para las parroquias a fin de enfrentar la marginalidad hacia la que está llegando el día domingo y la asamblea eucarística; se trata de recuperar la centralidad de la fe y la espiritualidad de los creyentes”.
Escribe Lucetta Scaraffia: “Muchos que estaban acostumbrados a ir a misa ya no van; esto demuestra que para ellos la misa no era más que nada una costumbre a la que se puede renunciar. En realidad se trata de un proceso de alejamiento, no solo inducido por la pandemia sino que se va dando desde hace mucho tiempo. La culpa no es tan solo de la secularización que avanza, sino también de liturgias descuidadas, de sacerdotes que celebran sin ponerle el alma y sobre todo de homilías largas, aburridas, tediosas y francamente insoportables. El Papa tendría que hablar más directamente a los curas que, al parecer, ya no saben despertar las conciencias”.
Ya en enero de este año otra mujer, la teóloga colombiana Consuelo Velez escribía en un artículo titulado: “¿Después de la pandemia volverán los cristianos al templo?” los siguientes conceptos. “Fácilmente se ha pasado de ir al templo a participar por televisión o algún medio digital de la celebración eucarística dominical. Se ve y escucha la misa, se reza en la intimidad del corazón, pero hay una diferencia fundamental; porque no se come el Pan partido y no se vive la comunidad. La liturgia eucarística ha de ser una experiencia comunitaria. Lo que muchos han extrañado durante la pandemia es el culto, el rito en sí, no tanto la comunidad. Se olvida el contexto de este sacramento: es una mesa común en la que todos comparten el mismo Pan, que es Jesús y su mensaje, como hermanos para formar una común-unión. Lamentablemente la parroquia sigue siendo un lugar en el que se asiste a misa de manera anónima y nadie te echa en falta si no vas un domingo a misa, a no ser que formes parte del pequeño círculo de colaboradores. Se ha hablado mucho de la parroquia como comunidad o comunidad de comunidades, pero sin resultados satisfactorios. Comunidad es quererse y ayudarse, compartir la fe, la oración, las alegrías, las dificultades; es una experiencia no muy común en nuestras parroquias. Si este tiempo de pandemia no nos sirve para tomar el pulso de lo que hay que fortalecer en la Iglesia, habrá sido tiempo perdido”.
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