Como resultado del terremoto del 14 de agosto pasado en el oeste de la isla, las autoridades de Haití hablan de más de 2 mil muertos, 12 mil heridos, destruidas unas 60 mil viviendas y 142 edificios de la Iglesia, centros sanitarios arrasados, hospitales saturados. Más de medio millón de personas requieren ayuda inmediata.
Este terremoto, más fuerte que el de 2010, se dio un poco más de un mes después del asesinato del presidente Jovenal Moise, en el contexto de la pandemia y de una pobreza extrema con hambre en un país que fue la segunda república de América a lograr la independencia tan solo después de Estados Unidos.
Cunde la inestabilidad política y la violencia en las calles, desatada por bandas criminales. Haití y la República Dominicana comparten el mismo territorio y la furia de los huracanes y terremotos, pero la segunda es diez veces más rica que Haití y tiene una infraestructura que resiste a los embates de la naturaleza.
El terremoto de 2010 dejó cerca de 200 mil muertos y una devastación de la cual todavía el país no se ha recuperado. El obstáculo principal para la recuperación del país, además de la falta de trabajo es la corrupción política y gubernamental. “Después de ese terremoto el país ha sido beneficiado con mucha ayuda internacional, pero esa ayuda no llegó al pueblo haitiano. Todas las grandes ONG trabajan activamente en el país y las Iglesias también, especialmente la Católica, pero es una labor de Sísifo. Hoy la población está tan agotada y la violencia es tan grande que no se ve qué puedan hacer los haitianos ellos solos”, escribe el diario “El Universal”.
Por su parte la Iglesia local con la ayuda de todas las Iglesias como ha pedido el Papa, está desarrollando una movilización solidaria a lo largo y ancho de toda la isla. Los obispos han pedido inclusive a las bandas armadas que depongan las armas, que se unan al dolor ajeno y faciliten el paso de la ayuda internacional en los departamentos afectados por el terremoto.
La reconstrucción de Haití llevará años pero, así como sucedió en el pasado, se teme que dentro de pocos días y semanas Haití ya no será noticia en los medios internacionales. Las Iglesias latinoamericanas a través del Celam y la Clar han organizado en todo el continente la campaña “Juntos por Haití”.
Según el obispo Pierre André Dumas, titular de una de las diócesis más afectadas con más de la mitad de las iglesias destruidas: “Es un momento duro que hay que vivir con mucha fe. Siete casas sobre diez han sido destruidas. La gente necesita de todo, hasta del agua. Como Iglesia Local hemos compartido lo poco que tenemos, alternando la solidaridad con la oración. Los sacerdotes y las religiosas acompañan y ayudan a la gente para mostrarles que Dios no ha abandonado a su pueblo”.
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