
Padre León Dehon. Fundador y primer Superior general dehoniano. Nació el 14 de marzo de 1843 en La Capelle (Francia). Fue ordenado sacerdote en Roma el 19 de diciembre de 1868. Escribió las Constituciones el 31 de julio de 1877 e hizo su primera profesión el 28 de junio de 1878, día de la fundación de la Congregación. Murió en Bruselas el 12 de agosto de 1925, con 82 años. Está enterrado en la iglesia de San Martín, por él fundada, en San Quintín (Francia).
Carta Circular del P. L. Philippe con motivo de la muerte del P. Fundador:
23.08.1925
Las fuentes sobrenaturales
Volvamos a las fuentes sobrenaturales donde [P. Dehon] alimentaba la energía para cumplir su deber y tener un delicado ánimo. Me parece que la doctrina espiritual, y por lo tanto el fundamento de la vida interior de nuestro Très Bon Père [Muy Buen Padre], puede ser fácilmente trasladado a la vida de unión con Nuestro Señor.La enfermedad de nuestro santo fundador y especialmente las interminables noches de insomnio no fueron más que una continua oración. Esta oración se convirtió en más ardor y súplica cuando, en la mañana, se llevaba la Sagrada Comunión al enfermo. En los primeros días de su enfermedad se vio obligado a renunciar a la Eucaristía; esto fue un gran sacrificio para él, por lo que el primer viernes, cuando ya no pudo hacerlo, suplicó que se le permitiera comulgar, obligándose a privarse de toda bebida hasta después de haber recibido la santa comunión.
Sus palabras favoritas, que repetía con su acostumbrada vivacidad, fueron: “Jesús lo es todo, es el amigo. Traiganme a mi Jesús”. Estas exclamaciones no eran más que el eco del anhelo de su alma de unirse al Maestro; por eso, la noche se convertía así en una continua comunión espiritual, una preparación constante para la visita del huésped divino.
Junto a su cama había mandado colocar una pequeña postal con la conocida imagen de Ary Scheffer: San Juan descansando en el pecho de Jesús. A menudo decía a los visitantes, señalando esta imagen, “He aquí mi todo, mi vida, mi muerte y mi eternidad”.
Estos sentimientos, que nunca abandonaron al enfermo, ¿no son quizás a la vez prueba y manifestación de una intensa y ferviente vida interior?
Hacer la voluntad del Padre era la disposición constante del Corazón de Jesús; aceptar plenamente la voluntad de Dios era también la disposición íntima que dominaba en el alma de nuestro Rev. Padre General.
Parte del Testamento espiritual del Fundador (San Quintín, 1914)
A mis religiosos, mi Testamento Espiritual
Muy queridos hijos:
les dejo el más maravilloso de los tesoros: el Corazón de Jesús. Pertenece a todos; pero tiene manifestaciones especiales de ternura por los sacerdotes que están consagrados a él, que se entregan totalmente a su culto, a su amor y a la reparación que él ha pedido, con tal de que sean fieles a esta hermosa vocación…
Con todas mis fuerzas les confío al Corazón de Jesús. Los encomiendo a su misericordia. Hago la misma plegaria que él dirigió a su Padre por sus discípulos: “Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado” (Jn 17,11).
De igual modo, los confío a nuestra Madre del cielo. Que el Señor diga también de ustedes lo que dijo de san Juan en el Calvario: “Ahí tienes a tus hijos” (cf. Jn 19, 26).
… Nuestro Señor me ha conservado la misión confiada, a pesar de mi indignidad, para resaltar la inmensidad de su misericordia. No obstante, espero la salvación, porque el Señor no querrá desmentir su misericordia; pero tendré que hacer una gran expiación y pido vivamente sus oraciones por el descanso de mi alma.
¿Será menester que les diga que, si el Señor quiere aceptarme a su lado, rogaré por todos ustedes y por la obra tan querida a su Sagrado Corazón?
Perdonen las molestias que les haya podido causar y el mal ejemplo de tibieza que les he dado. Como san Juan, mi maestro y mi modelo, les digo a todos: “Amense unos a otros como Jesucristo los ha amado” (cf. Jn 13, 34).
Con todo afecto, y por el que ustedes me han dispensado, les ruego que obren de modo que la santa caridad reine siempre entre ustedes…
…Mi última palabra será aún para recomendar la adoración cotidiana, la adoración reparadora oficial, en nombre de la santa Iglesia, para consolar al Señor y para acelerar el reinado del Sagrado Corazón en las almas y en las naciones.
Ofrezco y consagro de nuevo mi vida y mi muerte al sagrado Corazón de Jesús, por su amor y por todas sus intenciones.
¡Todo por tu amor, Corazón de Jesús!
Dado en San Quintín, durante las tristes jornadas de la guerra del 1914.
JUAN DEL CORAZÓN DE JESÚS.
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