
Punto ciego: es una zona del ojo que carece de células sensibles a la luz, perdiendo así toda la sensibilidad óptica. Normalmente no percibimos su existencia debido a que el punto ciego de un ojo es suplido por la información visual que nos proporciona el otro.
Hace días que vengo pensando en esto, producto de muchísimas situaciones que no han salido a la luz pública como la movilización que ha anunciado la “coordinadora popular y solidaria por vida digna”.
En el comunicado que han escrito dicen que la primera constatación es que el fenómeno de las Ollas, lejos de apaciguarse tiende a aumentar y cada vez más personas dependen de la solidaridad de vecinos y vecinas para poder alimentarse, expresan junto a esto la escasez de ayuda de parte del Gobierno, que descansan en el esfuerzo material, emocional y físico de los colectivos solidarios, y por otro lado fortalecen un asistencialismo tercerizado privatizado que muy lejos estaba de cualquier política que ataque al fondo de los problemas.
Muestra de nuestra ceguera es la poca divulgación que ha tenido en Facebook, (que podríamos decir que es un medio donde aparecen distintas realidades que normalmente son censuradas por los medios de comunicación masivos), menos va a salir la cantidad de gente que está en situación de pobreza y que con suerte tienen para pagar lo mínimo para cuidar a sus familias o a ellos mismos.
Esta realidad Uruguaya se replica en toda Latinoamérica. Es llamativa esta realidad que las ollas populares colocan delante nuestro. En estos días, en la Iglesia Católica, vamos reflexionando sobre el discurso del Pan de Vida, en el capitulo 6 del evangelio de San Juan. Jesús ha realizado la señal de la multiplicación de los panes y los peces, ¿no pareciera ser que el llamado de las ollas populares son una interpelación evangélica al cuidado de todos?
Pienso en amigos que en estos años me he ido haciendo, Carlos, Raúl, José, Julio, viven en la calle, cuidan y hacen trabajos pequeños pero a muy pocos les interesa sus vidas y menos sus historias, pienso en María, Carmen, Vanessa, Cecilia, madres abnegadas, trabajadoras, solidarias hasta la muerte, preocupadas por sus familias y la familia ampliada que se agranda, cada vez que alguien las corre del lugar en donde viven o pueden por mucho trabajo ir a un lugar mejor. Y sé que sus rostros son acompañados por miles y miles de mujeres y hombres que luchan sin cesar por el pan de cada día.
Pero vuelvo al comienzo, punto ciego. Nuestra realidad dista de la de ellos, y lo más terrible es que ni siquiera hemos hecho una trinchera que nos separe o un gran muro que nos impida acercarnos. El gran problema, la gran tristeza, es que estamos con un punto ciego. Nuestra mirada no logra verlos, no los contempla, pasamos por el lado sin saber que hay un ser humano que es igual a nosotros.
Cada vez la vida, los medios, los que creen que somos sus marionetas de juego dirigen nuestra mirada y la llenan con otras imágenes, para que lo que nuestro punto ciego nos impide ver no sea llenado con la realidad, sino con la superficialidad y que ellos, (los que dirigen el títere) queden como los grandes sabedores que deben conducir la historia.
A nuestro día a día, hace mucho tiempo que le introdujeron la idea de que pronto llegará el Oasis de la felicidad del dinero, del lujo desbordante, del placer sin más. La playa paradisiaca y el azul transparente… mientras nos quitan, y nos quitamos la oportunidad de entrañar la vida, la historia, las relaciones, las personas que aún no son parte de lo que vemos y que por tanto para nosotros no existen.
María José Encina Muñoz
Hermana comunidad Adsis
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