EL HAMBRE: «un ESCÁNDALO y un CRÍMEN”

manifestantes portan carteles en olla popular de la periferia de buenos aires. uno dice: barrios de pie, el otro, en primer plano, dice: ciudad rica con hambre.
Olla popular en Buenos Aires, en 2020.

En ocasión de un congreso preparatorio en Roma del summit de la ONU en New York durante el mes de setiembre, el Papa envió un mensaje al secretario de la ONU pidiendo un “cambio radical” en vista del Objetivo “Hambre Cero” para 2030.

Dice el mensaje: “Hay que ir a la raíz del actual sistema alimentario injusto. Nuestras hermanas y hermanos más pobres y la tierra nuestra casa común, exigen un cambio radical. Desarrollamos tecnología para aumentar la capacidad del planeta para dar frutos y al mismo tiempo explotamos la naturaleza hasta esterilizarla. Producimos alimentos para todos y al  mismo tiempo demasiada gente se queda sin el pan de cada día. Este es un verdadero escándalo; es un crimen que viola derechos humanos básicos. Esta injusticia hay que erradicarla con políticas locales e internacionales audaces, con una correcta transformación de los sistemas alimentarios, recuperando la centralidad del sector rural, dando facilidades a los pequeños agricultores y a la agricultura familiar..”.

El Papa reivindica los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de los cuales el segundo era erradicar la inseguridad alimentaria para 2030. Francisco se pregunta cómo se podrá abastecer a las 9 mil millones de personas que poblarán el planeta en 2050.

Lamentablemente con la pandemia, al número abultado de los que ya sufrían el hambre se han añadido otros 118 millones más; y ahora se calculan en 811 millones las personas que se levantan por la mañana sin saber si podrán comer algo en el día.

En múltiples ocasiones el Papa habló enérgicamente del tema porque el hambre en el mundo actual es el problema más grave para la humanidad y por ende para la Iglesia. Es la peor epidemia, para la cual no hay vacunas y que mata diariamente a 7 mil niños menores de cinco años (tres millones por año).

Hablando a la FAO el año pasado, el Papa invitaba a todos los gobiernos a reducir los gastos militares y con parte del dinero que se gasta en armas, crear un Fondo Mundial para derrotar el hambre. Y decía: “El hambre no solo es una tragedia, sino una vergüenza, ya que en su mayor parte está causada por una distribución desigual de los frutos de la tierra”.

Como todos los profetas, solo encontró oídos cerrados. Es sabido que hoy hay posibilidades reales de vencer el hambre. Ya decía  F. Weizsacker: “Nunca tantas personas han vivido en tan grande bienestar como  hoy; nunca tantas personas han vivido con tanta hambre como hoy; nunca ha habido tanta conciencia de lo uno y de lo otro”.

El 25 de julio pasado el Papa comentando el milagro de los panes en el evangelio volvía a repetir que “la multiplicación de los panes no se da sin una justa distribución. Si el dinero es acaparado y se acumula en las manos de unos pocos, ya no hay pan para todos”.

La OXFAM ha declarado sin medios términos: “En cuestión de calorías hay para alimentar a todo el mundo. No es un problema de  mayor producción de alimentos; por el contrario hay demasiado despilfarro de alimentos. El problema es de distribución; es un problema de desigualdad”.
Mientras por un lado aumenta la obesidad (uno de cada ocho adultos), por el otro lado sigue aumentando peligrosamente el hambre en el  mundo.