
Frente a la polémica desatada en la Iglesia por el documento del papa Francisco “Traditionis Custodes” (=custodes de la Tradición), escribe el teólogo Xavier Pikaza: “El documento dice cosas importantes en cuanto a la unidad litúrgica de la Iglesia, pero hay otros temas hoy mucho más urgentes y evangélicos en la Iglesia para encarar”. Según el teólogo, sería como una tormenta en un vaso de agua.
Efectivamente la controversia que está produciendo este documento parecería regresarnos a una Iglesia del templo y de la sacristía, cuando lo urgente es una Iglesia en salida; cuando, según Pablo VI, la parábola del buen samaritano es el fundamento bíblico de la renovación conciliar y no el culto.
Si bien todo esto es cierto, llama la atención la virulencia de los que se oponen al papa Francisco y el silencio de muchos. Es que más allá de los rituales, el problema está antes que nada en la comunión con la Iglesia, bajo el cuidado de sus legítimos pastores y en especial del Papa. Seguramente el Papa no actuó por revancha contra sus opositores; es conocida su paciencia para con ellos. Para este documento ha consultado al episcopado mundial. A él le preocupa la unidad de la Iglesia y la fidelidad al Concilio, superando el estado de excepción que hubo hasta ahora en el campo litúrgico.
A sus opositores no hay que confundirlos con los Lefebvristas que han dejado la Iglesia. Se trata de católicos tradicionalistas que están en la Iglesia y la socavan desde adentro en nombre de la Tradición. Son grupos minoritarios, pero poderosos e influyen negativamente sobre el Pueblo de Dios. Tampoco hay que confundirlos con los sectores conservadores que hay en la Iglesia como Opus Dei, Catecumenales, etc.
¿QUIÉNES SE OPONEN?
El Papa ha intervenido por verse atacado y entorpecido constantemente en sus reformas para llevar a cabo el Concilio después de 50 años. El tema de la misa en latín no es en sí de gran importancia, pero alrededor de esta cuestión se han aglutinado todos los opositores al papa Francisco y al Concilio.
Los que se oponen hoy al Papa son el mismo grupo minoritario o sus herederos, que en el Concilio se opusieron a la gran mayoría de los padres conciliares y al Papa; y después del Concilio lo siguieron haciendo. A Francisco lo acusan de apóstata, hipócrita y masónico, arrogante y despótico, de ser motivado por el odio y la venganza, de hacer una guerra sucia.., y llaman a la desobediencia porque las suyas son normas inválidas e injustas.
El superior general de los jesuitas, p.Arturo Sosa, ha dicho que hay un verdadero complot contra el Papa para que renuncie o se den las condiciones para que el próximo Papa vuelva a la Iglesia de antes.
Como botón de muestra del lenguaje usado por los opositores del Papa, pueden valer estas expresiones de uno de sus líderes, el cardenal Gerhard Muller: “En lugar de apreciar el olor de las ovejas, el pastor ha golpeado a las ovejas con fuerza usando su cayado sin la más mínima empatía para los sentimientos religiosos de tantos católicos, a menudo jóvenes. Sus argumentaciones son teológicamente rechazables y nos condenan a una uniformidad estéril, como si la iglesia fuera una cadena hotelera internacional. Lo más importante para un Papa es hablar de Dios y de Jesús, de la Gracia y la vida eterna. Jesús no fundó la Iglesia para hablar de cosas secundarias como los migrantes y la ecología. Uno no se ordena sacerdote para luchar contra el cambio climático”.
ATAQUE AL CONCILIO
La misa tridentina, o de Pio V, se ha convertido en una bandera para protestar contra el Concilio y los cambios que se han dado y se dan sobre todo en orden a la libertad religiosa, corresponsabilidad de los laicos, ecumenismo, diálogo interreligioso, rol de las mujeres en la Iglesia, colegialidad y sinodalidad, iglesia de los pobres… A estos católicos les incomoda que el Papa denuncie el actual sistema económico y que ponga el dedo en las llagas de la sociedad y de la misma Iglesia; por eso lo atacan sin piedad con el pretexto de ser fieles a la verdadera Iglesia.
Descalifican al papa Francisco y exaltan al papa Benedicto, el cual nos dio un gran ejemplo haciéndose a un lado a tiempo, no agarrándose al poder. Nunca atacó a su sucesor, sino que le prometió obediencia y lo respetó en todo momento. Detrás hay algunos cardenales y obispos resentidos que le tienen miedo a las reformas y temen perder el poder. Se respaldan detrás de la Tradición de la Iglesia, pero el Papa no rompe con la Tradición de la Iglesia. Sin tocar los dogmas o la moral, reforma lo que hay que reformar a la luz del Concilio. El Concilio es el último eslabón de la Tradición de la Iglesia. La Iglesia Católica es fiel a su Tradición en la medida que transmite (en latín= trádere) el Evangelio.
El Evangelio es siempre el mismo, pero hay que actualizarlo como “buena noticia” para las personas de hoy. La Iglesia es depositaria de la Revelación de Jesús y de la predicación apostólica y por eso ha de revisar constantemente sus doctrinas y prácticas pastorales a la luz del Evangelio, guiada por el Espíritu Santo. La Iglesia no es un cuerpo muerto o paralizado en el tiempo.
DANDO LA ESPALDA AL PUEBLO
Además, detrás de la misa preconciliar hay una visión distorsionada de la Iglesia. Es que “detrás del presbítero que celebra misa dando la espalda al pueblo, hay una Iglesia alejada de la gente y de la realidad, hablando un idioma y realizando signos que nadie entiende y eso es lo que está en juego. El primer documento conciliar fue el de la reforma litúrgica; no es el más importante pero quizás el más significativo porque sirve de clave de lectura de todos los demás” (Juan Bosco Monroy).
Para los que defienden esa misa, la dimensión comunitaria es inexistente, la participación de los feligreses nula, la liturgia de la Palabra ausente, el pueblo de Dios en silencio; se oye la misa pero no se celebra.
Los cambios en la misa de parte del Concilio son importantes porque son signos visibles de esa Iglesia configurada por el Concilio en la huella de la Iglesia primitiva. No es solo un modo de celebrar, sino de ser Iglesia. El Papa está preocupado porque se cuestiona el Concilio, porque de los seminarios en estas últimas dos décadas han salido, en muchos casos, jóvenes sacerdotes embebidos de ideas tradicionalistas.
En enero pasado el Papa les decía a los catequistas de la Iglesia italiana: “Para Pablo VI el Concilio debía ser “el gran catecismo de los nuevos tiempos”. El Concilio es el magisterio de la Iglesia. Si se está con la Iglesia, se sigue el Concilio; si no se sigue el Concilio o se lo interpreta cada cual a su manera, no se está con la Iglesia. Debemos ser exigentes y estrictos en este tema. El Concilio no puede ser negociado. También después del Concilio Vaticano I, un grupo de obispos y laicos dejaron la Iglesia para continuar defendiendo la “verdadera doctrina” y esto se repite hoy. Querer ser guardianes de la fe sin el magisterio de la Iglesia, lleva a la ruina”.
APROVECHAR LA OPORTUNIDAD
Finalmente, hay que entender que la Cristiandad heredada desde los tiempos del emperador Constantino (IV siglo ) ha terminado. No terminó el Cristianismo o la Iglesia, sino su figura histórica. El Concilio Vaticano II quiso que la Iglesia volviera a ser como la de los primeros tiempos, más conforme al Evangelio. Muchos católicos hoy dejan la Iglesia, pero es que nunca han entrado realmente en ella; no hubo una opción por Cristo, una conversión personal al Evangelio. Antes había una sociedad cristiana y la mayoría eran cristianos de tradición, de costumbre, de familia.
Hoy hay que asumir esta sociedad secularizada, aprovechando la oportunidad que nos da para pasar de la cantidad a la calidad y ser fermento auténtico del Evangelio en la masa.
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