
En ocasión de la reunión anual de la organización empresarial Fedecamaras, el 19 de julio pasado el cardenal Pietro Parolin, ya nuncio apostólico en Venezuela e invitado personalmente a la reunión, envió una carta a la asamblea que mereció significativos conceptos por parte del presidente de la República.
Dijo Nicolás Maduro: “Esta carta es una basura; un compendio de odio, veneno, intrigas, cinismo. Cuando todo el mundo está hablando de producir, de unirse por Venezuela, de superar la crisis económica, la única nota discordante en la reunión fue la de un cura totalmente desconocido que leyó una carta supuestamente de Pietro Parolin que habla de desastre nacional. La carta no debe ser de él, ya que tiene mucho trabajo en Roma. ¿Qué tiene que ver el canciller del Vaticano con la asamblea de un organismo empresarial venezolano?; es algo raro”. Y tuteándolo le pide a Parolin explicaciones.
El cura “totalmente desconocido” que leyó la carta es el obispo Ricardo Barreto, auxiliar de Caracas, presente en la asamblea. Barreto dijo: “Hace falta un cambio de rumbo con la participación de todos sin que se imponga el punto de vista tan solo de algunos. Hay desde hace tiempo una profunda recesión económica que ha llevado a que emigren cinco millones de venezolanos y a una grave crisis política para la que hace tiempo se propone un diálogo entre el partido de gobierno y la oposición”.
La carta de Parolin simplemente decía: “Es importante que la sociedad civil sea también protagonista de la solución de la crisis actual. Habrá solución si todos, especialmente los que tienen responsabilidad política, están dispuestos a sentarse y negociar de manera seria sobre cuestiones específicas durante un periodo limitado de tiempo, dando respuesta a las verdaderas necesidades de los venezolanos. Si la negociación tiene éxito, será necesaria una gran generosidad y paciencia, porque la crisis actual no se resolverá de inmediato. Que el bien común prevalezca sobre intereses particulares, con el apoyo responsable de la sociedad civil y de la comunidad internacional”.
La reacción inmediata a la carta de Parolin y al discurso del obispo, vino de la vicepresidenta Delcy Rodriguez también presente en la asamblea: “A la Iglesia venezolana le queda aún mucho camino para un diálogo con las verdaderas autoridades del país, elegidas por el pueblo” y acusó a la Iglesia de entrometerse en política: “los curas que quieren meterse en política, que se quiten la sotana”.
El botón de oro lo puso Maduro: “Que los demonios y los diablos se pongan la sotana, no nos importa nada”. Un análisis serio de la realidad nacional lo hizo la Conferencia Episcopal el 14 de julio con una carta pastoral titulada con las palabras evangélicas: “Todo reino dividido va a la ruina”. Es una carta que habla de una “refundación nacional” llamando a la solidaridad y a la unidad frente al deterioro generalizado del país.
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