En un videomensaje enviado a unos mil asistentes al encuentro anual de la Acción Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) en Buenos Aires, el Papa invitó a los empresarios cristianos a “no esconder la plata en los países fiscales…
…Cuando uno esconde algo es porque no tiene la conciencia tranquila o está rabioso. Cuando escondemos algo, es porque algo se está haciendo mal. En el campo dicen que cuando la vaca no da más leche, es porque algo le pasa. Tenemos que emprender el camino hacia una economía social. Necesitamos volver a la economía de lo concreto; y lo concreto es la producción y que haya trabajo para todos. Hay que invertir para el bien común y evitar el riesgo de que las finanzas desplacen la producción”.
El tema del encuentro de Buenos Aires fue: “Hacia un capitalismo más humano”.
El Papa empezó diciendo: “Nuestra mirada de cristianos sobre la economía y la sociedad es distinta de la pagana y la ideológica; nace de las Bienaventuranzas y Mateo 25. Hay que construir confianza social y el desafío es crear empleo; en eso hay que destacar el rol de las PYMES (=pequeñas y medianas empresas) para generar empleo y dinamizar la economía. Esto no significa negar la justa ganancia para el empresario, la que es un móvil legítimo porque sin ella no podrían existir empresarios y empresas exitosas. Pero hay que ir más allá; la función social del empresario es dar trabajo, crear fuentes de trabajo”.
El acto se celebró en el aniversario del nacimiento del empresario argentino Enrique Shaw, que el Papa Francisco declaró “venerable” y ya se proyecta como el futuro primer santo empresario. Enrique Shaw nació en París en 1921 pero creció en Argentina, se destacó como dirigente de la Acción Católica, fundó la ACDE y fue uno de los promotores de la actual Universidad Católica. Casado con la argentina Cecilia Bunge, fue padre de ocho hijos. Como empresario de una importante cristalería en 1959 se negó a despedir a 1.200 obreros frente a una severa crisis de la empresa, asumiendo las pérdidas. Decía: “El desempleo viola el plan de Dios que quiere que el hombre trabaje para ganarse su propio pan. Nunca aceptaremos el materialismo que sacrifica a las personas humanas en pos de dinero y ganancias. La desocupación no solo es un mal económico sino moral, porque destruye a las personas y a las familias”. Murió de un cáncer el 27 de agosto de 1962, con tan solo 41 años. Muy querido por sus trabajadores, más de 250 de ellos se presentaron a la clínica para donarle sangre y murió diciendo: “ahora casi toda la sangre que corre por mis venas es sangre obrera”.