
En ocasión de la fiesta de san Pedro y Pablo se hizo presente en el Vaticano como todos los años -así como lo hace la Iglesia Católica en Estambul en la fiesta de san Andrés (30 de noviembre)- una delegación del Patriarcado de Constantinopla, ya que el patriarca Bartolomé no pudo viajar por motivos de salud.
En esta ocasión el Papa les pidió a los ortodoxos “inaugurar una nueva etapa de relaciones que tengan como objetivo la plena comunión”. Habló de “derribar viejos prejuicios y superar definitivamente las rivalidades, sin desconocer las diferencias. Una creciente comunión, una colaboración más estrecha en la evangelización y pasos reales serían un ejemplo para toda la humanidad”.
El jefe de la delegación ortodoxa, el metropolita de Calcedonia Emmanuel concordó: “Estamos pensando más en la supervivencia del Cristianismo que en compartir la Buena Noticia. Lo que pasa hoy con la secularización no es muy diferente de lo que los primeros cristianos tuvieron que pasar durante 300 años de persecución cristiana”.
Por su parte el metropolita de Italia Policarpo, dijo: “El diálogo de los católicos y ortodoxos va por buen camino en dirección de la unidad plena y bajo la acción del Espíritu Santo avanza hacia su objetivo”.
Muy diferente fue la reacción del patriarcado ortodoxo de Moscú. Critican a Bartolomé por tomar decisiones sin consultar a las demás iglesias, sin resolver las tantas cuestiones todavía abiertas en el diálogo católico-ortodoxo. Hablan de “papismo constantinopolitano” que busca importar el modelo católico de jerarquía y administración. El metropolita ruso Hilarión afirmó: ”No sabemos los planes que está tramando Bartolomé en El Fanar. Él Se imagina a sí mismo como árbitro de los destinos de la Ortodoxia. Cree que puede tomar decisiones por sí mismo. Entre tantas decisiones absurdas, no sería de extrañar que anunciara la reunificación con los católicos y firmara algún tipo de papel: para nosotros ese papel no significaría nada”.
Es conocida la alianza estrecha de la Iglesia Ortodoxa rusa con el gobierno. Por eso, el mismo ministro de exteriores Sergey Lavrov acusó a occidente de promover un cisma entre ortodoxos y de enseñar a los chicos en las escuelas que Cristo era bisexual. Lamentablemente en la última década los rusos se han retirado también de todas las comisiones de diálogo católico-ortodoxo.
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