INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Este tema central está dedicado a la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) inaugurada hace 130 años con la encíclica “Rerum novarum” (= de las cosas nuevas) del 15 de mayo de 1981 por el papa León XIII, en los primeros tiempos de la época moderna.
En realidad la enseñanza social de la Iglesia surge del mensaje social del Evangelio, de la predicación de los primeros Padres de la Iglesia (Basilio, Juan Crisóstomo, Ambrosio, Agustín, etc.) y forma parte desde siempre de su misión evangelizadora. Pero su articulación orgánica y sistemática es fruto del magisterio social de los Papas modernos desde León XIII en adelante, en relación primero a los problemas vinculados con la revolución industrial y la llamada “cuestión social” y más tarde con la guerra y la paz, el desarrollo, las relaciones norte-sur, la ecología etc.
De las ciencias sociales, la DSI extrae elementos de conocimiento de la realidad, y de la Palabra de Dios criterios y orientaciones, normas y directrices de acción para transformar la realidad según el proyecto del Reino de Dios. El Reino de Dios, que es un reino de justicia, de amor y de paz ya ha llegado con Jesús a este mundo, pero todavía no se ha instaurado plenamente y Él quiere que colaboremos en su construcción.
Se le llama “doctrina” o cuerpo doctrinal porque hay en la DSI principios y valores universales y permanentes como la dignidad y centralidad de la persona humana, la justicia social, la búsqueda del bien común para todos, el destino universal de los bienes, la solidaridad y la opción preferencial por los pobres…; por lo demás la DSI está en permanente desarrollo frente a la realidad cambiante. No propone soluciones técnicas para la economía ni proyectos políticos concretos sino que denuncia (a la manera de los profetas) las situaciones injustas y de pecado, convocando al compromiso en la línea del proyecto de Dios.
ENSEÑANZA DE LOS PADRES DE LA IGLESIA
“Si llamamos ladrón al que despoja a una persona de sus propias vestiduras, ¿no es también ladrón el que no viste al desnudo pudiendolo hacer? El pan que tú acumulas para ti, es del hambriento; los zapatos que se pudren en tu casa son del peregrino que anda descalzo” (san Basilio, año 379).
“El Señor hizo la tierra para todos; ¿y cómo es que los ricos tienen de todo y los pobres nada? Si tu posees más bienes que otros, no es para derrocharlos sino para compartirlos con los necesitados” (san Juan Crisóstomo, año 407).
“Todas las grandes riquezas en general no tienen otro origen sino la injusticia y los ricos no pueden hacerse dueños de tantos bienes sin que esto no implique la ruina de otros” (san Girólamo, año 420).
“Jesús envió a los apóstoles sin oro ni plata, fundó la Iglesia sin oro ni plata. Si la Iglesia posee oro no es para retenerlo para sí, sino para repartirlo entre los necesitados. Jesús dijo al joven: “Vende lo que tienes y dalo a los pobres”. Sería oportuno decírselo también a los prelados de la Iglesia respecto a los bienes de la misma Iglesia” (san Ambrosio, año 397).
“Tú dices: yo no hago injusticia a nadie, porque gasto de lo mío. Pero dime: ¿qué es lo tuyo? Estas insípidas palabras “mío, tuyo”, han traído ya tantas guerras al mundo. Así hacen los ricos: ocupan las cosas que Dios ha destinado para todos y por haberlas ocupado antes que los demás, las consideran propias” (san Basilio, año 279).
“Si cada uno tomase para sí lo necesario para vivir dejando lo restante para aquellos necesitados que también tienen que vivir, serían pocos los ricos pero tampoco habría indigentes y miserables” (san Gregorio Niseno, año 385).
“Robas y te adueñas de las riquezas, no forzado por la necesidad, sino para recubrir de oro el freno de tus caballos y los capiteles de tus columnas. Serás digno de ir al infierno si cuidas más a tus perros que a los necesitados” (san Agustin, año 430).
EL TERREMOTO DE LA RERUM NOVARUM
George Bernanos en su novela “Diario de un cura de campaña” cuenta cómo en esa época el manifiesto de León XIII sonó en los oídos de mucha gente religiosa, como un terremoto. “La idea de que el trabajo no era una mercancía dependiente de la ley de la oferta y la demanda, de que no se podía especular sobre los salarios y la vida de la gente ni sobre el trigo, el azúcar y el café era algo revolucionario”.
Efectivamente la encíclica sonaba a socialista y en muchas diócesis francesas, entre las cuales las grandes ciudades industriales de Lyon, Cambray, Rouen no fue publicada; fue presentada tan solo por 13 obispos sobre 89. En ella se denunciaba como “un número muy pequeño de opulentos y excesivamente ricos había impuesto sobre la multitud de los proletarios un yugo casi de esclavos”.
En realidad la encíclica era la respuesta a un movimiento social cristiano que desde hace tiempo y en varios países denunciaba los abusos del capitalismo y pedía la subordinación de la economía a los principios morales, la intervención del estado en vista del bien común, una legislación laboral, salario justo, sindicatos libres.
El p.León Dehon describe en su diario lo que pasaba en su parroquia de San Quintín (Soisson): “Hombres, mujeres y niños trabajan en las hilanderías de algodón de 14 a 15 horas diarias, con salario de hambre. El calor en las fábricas llega a veces a 37 y 40 grados. La situación de esta gente es peor que la de los esclavos de la antigüedad que eran parte de la familia del patrón”.
El Papa en su carta afirmaba que la propiedad privada es de derecho natural pero también tiene una hipoteca social. Condenaba la lucha de clases, pero el estado debe proteger a los obreros que tienen derecho a reunirse en sindicatos, a un salario que les asegure una vida digna y hasta a la huelga. La encíclica fue recibida con entusiasmo por los laicos y curas más sensibles a la cuestión social (los curas demócratas) entre los cuales en Francia el padre Lemire y el padre Dehon. A esta encíclica fundamental, cuarenta años después siguió la encíclica “Quadragesimo anno” de Pío XI y de similar impacto. La Iglesia que en un primer momento había considerado perdida la clase obrera, progresivamente llegó con el tiempo a ser factor de avanzada y esperanza para el mundo del trabajo.
¿LA DSI VALE PARA TODOS LOS CRISTIANOS?
La Doctrina Social es una doctrina para la acción y pertenece a la teología moral. Cuando se habla de moral o ética, muchas veces se suele pensar en la moral individual o familiar, pero no en la moral social que tiene que ver con el trabajo, la economía, la política, la educación, la salud, el medio ambiente etc. Por eso se da muchas veces un divorcio entre la fe y la vida; se va a la iglesia pero se falta de honestidad en el trabajo y se dice: “los negocios son negocios” como si la economía no tuviera nada que ver con la moral.
La DSI está destinada a todos los cristianos porque es un elemento integrante de la misión profética de toda la Iglesia y obliga en conciencia. Ya el papa Juan XXIII en su encíclica “Mater et Magistra” (n.60) del año 1961 y con él los Papas posteriores exhortaron a enseñar la DSI como disciplina obligatoria en universidades, colegios y seminarios, como así también en los movimientos y en la catequesis parroquial, lo que está todavía muy lejos de lograrse.
Muchos se preguntan: ¿acaso la Iglesia no se preocupó siempre de la cuestión social y de los pobres? Es verdad que la Iglesia siempre ha desarrollado una importante acción asistencial no solo en forma individual, sino organizada. En este campo, se adelantó al Estado y durante siglos la enfermedad, el analfabetismo, la pobreza y la marginación contaron con la exclusiva presencia de la Iglesia. Pero esa ayuda era fruto de la beneficencia de los poderosos y a ellos no se les criticaban sus privilegios y abusos ni se cuestionaban el orden socio-económico y las causas reales de esos males. Eso se comenzó a hacer con la DSI frente a la pobreza “inmerecida” (León XIII) del proletariado industrial.
La Iglesia comenzó a percibir que la inmensa mayoría de los problemas sociales no son algo natural, fruto de la casualidad o del escaso esfuerzo humano, sino el resultado de ideologías perversas y estructuras injustas (normas, leyes, sistemas de gobierno, de propiedad, de producción, de comercio…) que pueden y deben ser cambiadas.
Antes había pobres; con el capitalismo comenzó a haber una fábrica de pobres. Estos aumentaron drásticamente hasta conformar la clase obrera. Ellos no pedían ni caridad ni asistencia, sino justicia.
LA JUSTICIA PRECEDE A LA CARIDAD
Frente al capitalismo explotador y a la violencia desatada por el marxismo con la lucha de clases, la Iglesia empezó a elaborar su respuesta, que no es una tercera vía entre capitalismo y marxismo ya que no es una ideología, pero toma distancia sea del uno como del otro.
Hasta entonces había una mayoría católica conservadora que defendiendo el orden establecido, se conformaba con predicar a los ricos la caridad identificada con la limosna y a los pobres la paciencia y la resignación. La palabra “caridad” que viene del latín “cáritas” (=amor) se había desgastando con el tiempo confundiéndola con la limosna. Por eso la Iglesia hoy nos invita a cumplir antes que nada las obligaciones de la justicia, para no dar por caridad lo que ya se debe por justicia.
Hoy la Iglesia habla más bien de solidaridad y lucha por una igualdad de oportunidades en lo que hace a los derechos fundamentales de la persona humana. Inclusive la organización social de la Iglesia, conocida por “Cáritas” y que se dedica a la asistencia de necesidades primarias (el hambre no puede esperar) no debería estar disociada de la promoción humana y de las reivindicaciones socio- políticas.
En realidad cuando se habla de “caridad”, se entiende una virtud teologal que se concreta en un amor fraterno que va más allá de la misma justicia y abarca el diálogo, el perdón y la reconciliación, complementa la justicia sin sustituirla. Lo cierto es que aún hoy, como decía el recordado obispo argentino Miguel Hesayne “las comunidades católicas no tienen conciencia del pecado social. No conocen ni denuncian las injusticias en los barrios, se conforman con la beneficencia. Los pobres no son sujetos ni protagonistas en las parroquias”. La opción preferencial por los pobres, que es una opción por la justicia, realmente no se nota en muchos casos y los que la promueven son tildados de izquierdistas. Se hizo famosa la frase de dom Helder Cámara, obispo de Recife (Brasil): “Cuando ayudo a los pobres con una limosna me llaman santo, pero cuando pregunto sobre la causas de su pobreza me llaman comunista”.
El teólogo argentino Juan Carlos Scannone escribía: “A veces el diagnóstico de los obispos se reduce a denunciar una crisis moral, pero no se condenan las estructuras y los pecados sociales que claman al cielo como la fuga de capitales, el lavado de dinero, la evasión fiscal, la concentración de la riqueza, la destrucción del medio ambiente…”.
SOLIDARIDAD NO ES DAR, SINO COMPARTIR
Hay un uso y abuso de esta palabra cuando se hacen ciertos shows televisivos, iniciativas de marcas comerciales, donaciones de gente famosa en pos de la publicidad… Juan Pablo II ha definido así la solidaridad: “es la determinación firme y perseverante de vivir la corresponsabilidad como miembros de la misma familia humana en la búsqueda del bien común para que todos sean responsables de todos” (Sollicitudo rei socialis”,38). Es una virtud por la cual unas personas o grupos se sienten ligados (del latín “in solidum”) a otras personas o grupos por vínculos comunes. Cada miembro es corresponsable de todo el grupo y el grupo es responsable de cada miembro: uno para todos y todos para uno. Su concepto ha sido formulado por primera vez por san Pablo (1Cor 12,12-31) cuando compara la Iglesia a un cuerpo cuya cabeza es Cristo y nosotros sus miembros; todos somos interdependientes y nos necesitamos unos a otros.
La primera comunidad cristiana de Jerusalén compartía los bienes y los más favorecidos económicamente se sentían responsables de los más débiles e indefensos, que a su vez aportaban sus capacidades y servicios; debido a eso no había ningún necesitado entre ellos (He 4,34).
La solidaridad no es dar lo superfluo, lo que está de más o estorba en casa; además para la gente egoísta nunca nada es superfluo. La solidaridad no está relacionada tampoco con el verbo “dar” que fácilmente encubre actitudes paternalistas que crean dependencia y no ayudan a crecer, sino con el verbo “compartir”. El compartir lo propio, abarca el aspecto económico pero también el poner en común nuestro tiempo libre, nuestras capacidades y dones a favor de los que tienen menos oportunidades. Vivimos en un mundo donde las 26 personas más ricas poseen la misma riqueza que otras 3.800 millones de personas.
El 30% de la producción alimentaria mundial se despilfarra cada día, mientras 18 mil niños mueren de hambre cada día. Esta cruel desigualdad, que sigue aumentando, exige de nosotros otro estilo de vida más sobrio, más solidario, porque todos, y la pandemia lo ha demostrado, estamos en la misma barca y nos necesitamos unos a otros.
En “Fratelli tutti”, la última encíclica social de la Iglesia, el papa Francisco desarrolla plenamente el concepto de solidaridad entre personas y países, la que es exigida hoy a todos los cristianos y a las personas de buena voluntad.
¿METERSE EN POLÍTICA?
Muchas veces se acusa a la Iglesia o al Papa de meterse en política. Hay una política partidista en la que la Iglesia como institución no se involucra, si bien es muy deseable y loable que los cristianos laicos se adhieran a esa vocación de servicio. También hay una política de alcance más amplio que busca el bien común, el bien de la “polis” (=ciudad, en griego) para la que todos estamos llamados a trabajar. Es en defensa de los derechos humanos, de los más vulnerables, de la democracia, de la justicia social, de la paz, del medio ambiente… Es lo que el papa Francisco hace constantemente. Y esta es la verdadera lucha hoy para lograr la transformación de la sociedad, a la luz del Evangelio. No solo se trata de ayudar a los pobres sino de acabar con la pobreza, no solo de luchar por la paz sino de acabar con las guerras…
Cuando la Iglesia en el pasado se mantuvo vinculada al poder económico y político, pudo construir grandes catedrales, hospitales, escuelas, etc. Pero hoy ha descubierto que la opción por los pobres y el cambio de las estructuras sociales son parte constitutiva de la evangelización y ha vuelto a caminar por los caminos de la pobreza evangélica; por eso muchas veces sufre persecución.
La denuncia profética de las injusticias y el anuncio liberador del Evangelio han causado muchos mártires en nuestra América Latina, y eso ha hecho que la Iglesia sea más creíble. América latina tiene una rica tradición profética desde el defensor de los indios Bartolomé de las Casas hasta Helder Cámara, Leonidas Proaño, Oscar Romero, Samuel Ruiz, Pedro Casaldaliga, Enrique Angelelli, etc.
La Teología de la Liberación, que es una relectura de toda la teología desde un enfoque liberador, ha sido de gran ayuda para que la Doctrina Social descubriera sus fundamentos bíblicos y a la vez apuntara más a los cambios estructurales de la sociedad.
Es indignante y disgustoso haber visto por televisión ridiculizar al papa Francisco por haber dicho que la propiedad privada es “un derecho secundario” frente a los elementales derechos de todos las personas a la vida y a una vida digna, sea que haya nacido en la periferia, sea un extranjero o un discapacitado.
Ya había dicho el papa Pablo VI: “No hay ninguna razón para reservarse para uso exclusivo propio lo que supera a las propias necesidades, cuando a los demás les falta lo necesario para vivir”. (Populorum Progressio n.24).
OTRO MUNDO ES POSIBLE
La DSI abarca temas como los derechos humanos, el trabajo, la economía, la política, la propiedad privada, la desigualdad entre países, ideologías, paz y guerra, ecología, migraciones… En general puede decirse que la DSI no es conocida por los laicos ni es predicada por los curas. Repetidas veces los obispos latinoamericanos en Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida han hecho propuestas y denunciado las injusticias de nuestro continente supuestamente católico, pero no hay huella de ello en la habitual predicación dominical o en la catequesis parroquial. La voz de los obispos no puede bajar a los problemas concretos de cada lugar; solo pueden ser encarados por los laicos con coraje y responsabilidad.
No hay consciencia de que la justicia es un tema religioso; sin embargo serán los pobres nuestros jueces en el juicio final (Mt 25). El cristiano común muchas veces se deja guiar en estos temas por los medios de comunicación, sin una actitud crítica. No es de extrañar que haya crecido tanto la corrupción pública y que la Iglesia en los últimos tiempos haya perdido fuerza en los ámbitos públicos; no sabe decir su palabra como lo hace el Papa y comprometerse en los puntos neurálgicos del quehacer social. Hay dificultad en asumir la opción preferencial por los pobres, en superar el clericalismo y darles lugar a las mujeres y a los jóvenes. Hesayne le echaba la culpa a “una pésima catequesis, tan solo sacramental y ritual sin llevar a compromiso alguno. Existe un desconocimiento inmoral de la Doctrina Social. Es un pecado grave ignorar el proyecto de Jesús sobre nuestras realidades terrenas”. Y sin embargo Aparecida había pedido “una catequesis social incisiva para que la vida cristiana se exprese también en las virtudes sociales” (n.505).
Hoy ya no se trata de trabajar “por” los pobres desde arriba, sino “con” los pobres, junto a ellos, pisando el barro con ellos y acompañándolos en sus organizaciones y luchas. La democracia no es real cuando el sistema o el poder económico impiden el acceso a las tres T del papa Francisco (tierra, techo, trabajo), a la salud y a la educación. Así como ha caído el comunismo por ser un gigante con pies de barro, también fracasará el neoliberalismo o capitalismo salvaje actual.
Se habló del “fin de la historia” (Francis Fukuyama) con el fin del comunismo, pero nunca como hoy hubo una brecha tan escandalosa entre ricos y pobres, entre norte y sur del planeta. La Iglesia proclama que el Reino de Dios avanza por obra del mismo Dios y no puede fallar. Junto con tantas personas honestas que luchan por un nuevo orden mundial, también nosotros decimos: “otro mundo es posible”.
PRIMO CORBELLI
Excelente! Lo sumo este año al compendio para mis alumnos/as de quinto año. Gracias!
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Excelente este articulo sobre la DSI, breve, conciso, amplio. Si la DSI es como decimo en broma el secreto mejor guardado de la Iglesia, este artículo puede ayudara irlo dando a conocer. Mil gracias
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