Las recientes elecciones presidenciales han dado una victoria limitada al maestro rural y gremialista Pedro Castillo y, como es de costumbre, los seguidores de la hija de Fujimori ya han impugnado por fraude a 802 mesas electorales.
Escribe Juan Miguel Espinoza, profesor universitario de la Pontificia Universidad Católica de Perú: “Todo esto es signo de una democracia frágil e inestable que produjo cuatro presidentes en los últimos cinco años y un golpe de estado en noviembre del año pasado. La desconfianza en los políticos, las desigualdades, la corrupción y la prepotencia han opacado la democracia”.
Hubo 18 candidatos esta vez a la presidencia en medio de una muy dura pandemia, con dos candidatos finales acusados de extremistas; ninguno de los dos logró más del 20%. Los aliados de Fujimori hicieron una campaña publicitaria inmensa contra el cuco del comunismo.
Castillo, hijo de campesinos y maestro de primaria en Cajamarca con 51 años de edad, representando a los campesinos e indígenas del interior, ha sido apoyado por un partido (Perú libre) que se define marxista-leninista, pero él no se reconoce ni marxista ni comunista y siempre se adhirió al partido de Alejandro Toledo (Perú posible). Con su lema: “No más pobres en un país rico” tuvo amplia eco en los sectores más postergados de la población.
Después de la primera vuelta electoral, para presionar a los dos últimos candidatos a respetar la democracia, surgió la “Proclama Ciudadana” sobre 12 puntos clave que fue iniciativa de la Conferencia Episcopal y de las Iglesias evangélicas, pero muy especialmente del cardenal Pedro Barreto que presidió el juramento de Castillo y Fujimori. Estos se comprometieron públicamente a respetar los resultados, a priorizar el tema de la pandemia, a la no reelección, al respeto de los Derechos Humanos y de la Constitución, a la independencia de los poderes, a la libertad de prensa y asociación, a la lucha contra la corrupción.
Según Juan Miguel Espinoza “un espectáculo lamentable fue ver obispos, sacerdotes y grupos de laicos plegarse acríticamente a la campaña contra Castillo proclamando que la Iglesia condena el comunismo. Y esto contribuyó a una mayor polarización, dándole una dimensión religiosa”.
Por el contrario, el arzobispo de Lima Carlos Castillo recordó que “la Iglesia es respetuosa del pluralismo ideológico ya que hay cristianos en todas las tiendas políticas” y el obispo Alfredo Vizcarra criticó a los “profetas del anticomunismo porque al avivar ese fantasma desvían la atención de los problemas reales del país, negándose a escuchar el reclamo de los más pobres que reclaman, no dádivas sino dignidad, derechos y representación política”.
Según el sacerdote Xavier Arlex que trabaja en la Amazonia peruana, “se han enfrentado una candidata acusada de delitos importantes y un outsider en política al que le resultará difícil gobernar frente a la izquierda radical de su propio partido y a la falta de apoyo en el parlamento. A nivel sociopolítico estamos en un callejón sin salida y con perspectivas inciertas”.
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