Es el título y subtítulo del último libro del historiador católico Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio. Es un análisis serio sobre la situación actual de la Iglesia Católica, especialmente en Europa. El análisis se inspira en el incendio de la basílica de Notre Dame de París en abril de 2019 como símbolo de la crisis actual de la Iglesia.
Riccardi habla de “un mundo cristiano en transición” y detalla cómo “en Francia e Italia se padece la reducción de la práctica religiosa, la disminución de las vocaciones, la escasa incidencia en la vida social. En Alemania para contrarrestar la crisis de los abusos se han propuesto algunas reformas que ciertamente no están en línea con lo que el Papa le había escrito al Pueblo de Dios en Alemania en 2019: de “involucrarse en la conversión pastoral, evitando creer que la solución de los problemas vendría tan solo de reformas puramente estructurales, orgánicas o burocráticas “.
Que haya cierta preocupación en el Vaticano por Alemania está claro, pero que se hable de cisma me parece exagerado. En Europa no es la Iglesia alemana la que más se está quemando; la Iglesia francesa por ejemplo tiene problemas mucho más graves. La alemana es la que más discute, pero la discusión es un hecho positivo. Lo cierto es que las Iglesias occidentales no han tomado con entusiasmo las posturas pastorales de Francisco.
En Polonia y Hungría se sigue dando un nacionalcatolicismo que defiende los “valores no negociables” como una forma fácil de parte de la derecha de acreditarse como fuerza católica.
España se ha secularizado rápidamente y la Iglesia condujo una política de oposición a la secularización de la sociedad y se ha identificado con el pasado y a veces con el pasado franquista. Además los opositores a Francisco y la resistencia reaccionaria y silenciosa a los cambios en la Iglesia, están atascando el proceso de reformas del Papa.
Este pontificado deja como herencia en un occidente opulento a los pobres como lugar teológico y existencial de los cristianos; en sus encíclicas ha propuesto verdaderos sueños de igualdad y fraternidad para un mundo global. En Europa la reforma de la Iglesia ha de hacerse pero a nivel europeo en un sínodo continental sobre temas comunes.
Antes hubo crisis que vinieron de afuera por el impacto laicista, las persecuciones comunistas etc. Hoy la crisis de la Iglesia proviene de adentro, del descenso de los indicadores de la vitalidad católica. No se trata de luchar contra nadie o de excomulgar a alguien; tenemos que convivir con el descrédito, la indiferencia, una senilidad que nos empuja a mirar hacia atrás con nostalgia.
Hoy sin embargo se es menos cristianos que ayer, pero menos anticristianos que en el pasado; se dan las premisas para mirar hacia adelante y generar futuro. Los que creemos sabemos que la historia de los creyentes no es solo nuestra, sino que está animada por el Espíritu, y entonces todo puede cambiar. La historia, también la de la Iglesia, está llena de sorpresas que son regalos de Dios pero al mismo tiempo logros humanos, fruto de las corrientes profundas que atraviesan la Iglesia”.
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