
Nelly León es una religiosa de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad, profesora universitaria e integrante de la comisión nacional de la Pastoral Carcelaria de Chile. Una mujer, según la Iglesia, no puede ser capellán pero a ella la llaman “capellana” del Centro Penitenciario Femenino de san Joaquín, sin que eso le quite el sueño.
Nelly es además delegada episcopal, la primera en Chile, de la pastoral general de San Felipe y Petorca (Valparaíso). Hace 15 años que trabaja y vive en el mismo Centro Penitenciario. Es titular de la Fundación “Mujer levántate”. Esa fundación se dio porque Nelly al poco tiempo de frecuentar la cárcel se dio cuenta de que la mayor parte de las mujeres que salían de la cárcel al poco tiempo volvían. Al peguntárseles el por qué, señalaban que afuera nadie las esperaba.
El programa de esta Fundación empieza en la cárcel pero sigue a lo largo de dos años después de la salida en una casa especial para ayudarles a descubrir sus habilidades y talentos, ayudándolas con talleres y herramientas.
En una entrevista Nelly comenta: “Me dediqué a la cárcel porque allí nadie quería ir. Allí encontré personas muy humanas. El 90% de ellas son madres y cuando se les regala algo , lo conservan para sus hijos. Viven tan solo esperando que sus hijos las vengan a ver. Estas mujeres sufren una triple condena: la del juzgado, la de la opinión pública y la ausencia de sus hijos. En la cárcel nadie se muere de hambre o de frío; se muere de soledad. Ni los maridos aparecen; por lo general los varones arman otra familia y los niños quedan desplazados. Se desentienden de la compañera, no asumen ninguna responsabilidad por lo hecho por ella. Se trata aquí de puro machismo, propiciado y tolerado por las mismas mujeres. Las mujeres presas se preocupan de que sus hijos estudien y trabajen. La mujer que cae presa normalmente es pobre y delinque por necesidad. Roba para darle de comer a sus hijos, para que puedan ir al colegio. En Chile se encarcela la miseria. Nosotros no hablamos de “reinserción social” sino de “inclusión social” porque casi todas son víctimas de la exclusión y la marginación. De sufrir la promiscuidad, el hacinamiento, los abusos (6 de cada 10 mujeres han sido violadas desde muy pequeñas). La mayoría de estas mujeres no conocen lo que es el amor, el amor sincero y verdadero. Hay 45 mil presos en Chile, pero en las cárceles de mujeres tampoco hay ninguna consideración de género y la vida es dura. Nosotros los cristianos somos los que damos esperanza a la gente. Una vez le dijeron a Jesús de no ir a curar a una niña de 12 años porque ya estaba muerta y ya no había nada que hacer. A nosotros nos dicen lo mismo ya que esta gente es irrecuperable, según ellos. Jesús le devolvió la vida a la niña. Tampoco esta gente está muerta; está tan solo dormida, aplastada; pero puede revivir”.
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