El 9 de mayo pasado fue beatificado en Agrigento (Italia) Rosario Livatino, un juez anti-mafia católico, modelo de cristianismo vivido desde su profesión laical. Livatino se añade a la lista cada vez más numerosa de laicos beatificados por la Iglesia como los siete indígenas de Guatemala, el médico José Gregorio Hernandez de Venezuela, el cooperativista Wenceslao Pedernera de Argentina, el joven Carlo Acutis en Italia.
Livatino es el segundo mártir anti-mafia que llega a los altares después del sacerdote Pino Puglisi, eliminado por Cosa Nostra en 1993. Livatino fue eliminado por la Stidda de Agrigento. Lo molieron a golpes y lo ultimaron con siete tiros. Ferviente católico, todas las mañanas antes de ir a la Corte, iba a rezar en la iglesia. En la mesita de noche guardaba la Biblia y el rosario, junto con el código de leyes. “¡Que Dios me ayude a respetar el juramento que hice y a ser fiel a la educación que me dieron mis padres!” escribió el primer día que accedió a la magistratura.
Había dicho en una ocasión: “Es sumamente difícil juzgar y decidir; por eso es necesario tener una relación directa con Dios a través de la oración para no equivocarnos”. Respetaba y estrechaba la mano a todos; inclusive iba a la morgue para rezar al lado del cadáver de algunos mafiosos. A los que lo criticaban: “Frente a un muerto quien tiene fe reza, quien no la tiene calla”.
Quería “darle un alma a las leyes; la justicia ha de ser superada por la caridad”. Sabía que se lo quería eliminar, pero su única preocupación era el dolor que su muerte les procuraría a los padres; por eso tampoco se había casado y viajaba sin ninguna escolta policial para no poner en peligro a los demás. Los asesinos y los mandantes fueron condenados gracias a testigos que después tuvieron que mudarse por miedo a represalias. Uno de los asesinos se arrepintió en la cárcel y relató las últimas palabras de Livatino: “Hermano, ¿qué te he hecho?”. Añadió el arrepentido: “Hoy me haría matar antes que hacer lo que hice” y desaconsejó a los “jóvenes que piensan encontrar en el crimen organizado éxito, plata fácil, honores… Es una vida frustrada”.
Livatino en su coche tenía escrito en latín: “Sub tutela Dei” (= «me pongo bajo la protección de Dios”). Fue asesinado el 21 de septiembre de 1990 en Agrigento. Ha sido beatificado como “mártir de la justicia y de la fe”, por ser un juez íntegro que nunca se dejó corromper y que juzgaba no para condenar sino para redimir. A un cura que le pedía recomendaciones: “¿usted cuando confiesa acepta recomendaciones?”.
En la solemne ceremonia de la beatificación se mostró al público como reliquia su camisa manchada de sangre. Tenía 38 años. El mismo Livatino había dicho: “Cuando moriremos nadie nos pedirá si hemos sido creyentes, sino creíbles”.
COMISIÓN VATICANA ANTIMAFIA
En ocasión de la beatificación de Livatino el Papa creó una comisión para estudiar la postura de la Iglesia frente a las mafias, presidida por el arzobispo de Monreale (Sicilia) Michele Pennisi. No solo se estudiarán las mafias italianas, sino todas las mafias que hay en el mundo (trata de personas, secuestros, narcotráfico etc..) para definirlas como inconciliables con la Iglesia y trabajar en favor de las víctimas.
Se trata de elaborar nuevos textos a incluir en la Doctrina Social, en el Código de Derecho Canónico y en el Catecismo de la Iglesia Católica. Según el teólogo palermitano Augusto Cavadi: “Se ha beatificado a un juez no porque rezaba rosarios o participaba en peregrinaciones sino por ser un magistrado justo que aplicaba la legalidad democrática siguiendo los dictámenes de su consciencia. Entre los católicos, como entre los que no lo son, la legalidad es un tema menor y, frente a las mafias todavía la mayoría es como si no viera; no están con las mafias, pero tampoco contra las mafias. Esta mayoría silenciosa garantiza a los mafiosos la sobrevivencia, la impunidad, la corrupción. En Italia los mafiosos siempre se han declarado católicos y han participado activamente de momentos importantes de la vida eclesial, por lo que los feligreses pensaban que tenían el reconocimiento de la Iglesia. Esto tiene que terminar”.
El papa Francisco en Calabria donde reina la “ndrangheta” había afirmado en 2014: ”Los mafiosos no están en comunión con Dios; son excomulgados”. Ahora los mafiosos saben que tienen en la Iglesia a un enemigo.
Las enérgicas palabras de Juan Pablo II en 2013 sobre el juicio de Dios y la invitación a convertirse, merecieron este comentario del “capo di tutti i capi” Totó Rihina en la cárcel: “Nos ha exhortado a convertirnos, pero nosotros somos todos gente honrada”. El mensaje les ha llegado y dolido.
Sigue diciendo Cavadi: “Pero no se trata tanto de excomulgarlos y echarlos de la Iglesia, sino de elaborar una teología y una catequesis evangélica que ofrezca una visión del mundo y de la iglesia incompatible con las mafias. En la Iglesia en todos los niveles de la catequesis no se habla de estos temas. No basta depositar en un nicho a los héroes anti-mafia, si después el grueso de la Iglesia no actúa”. También el famoso cura anti-mafia italiano Luigi Ciotti, que hace parte de la comisión, denuncia en la Iglesia “demasiadas ambigüedades y silencios: no se puede caer en la ingenua ilusión de mantenerse equidistantes de las mafias sin denunciarlas”.
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