
El papa Francisco se ha convertido en uno de los primeros líderes globales en reclamar el acceso gratuito y para todos a las vacunas y ha pedido la suspensión temporaria de los derechos de propiedad intelectual de las mismas. Repetidas veces ha denunciado el “nacionalismo cerrado que impide el internacionalismo de las vacunas”; ha definido a las vacunas como “un bien común universal” y ha pedido “mecanismos para garantizar una distribución equitativa de las mismas, no basada en criterios puramente económicos sino teniendo en cuenta las necesidades sobre todo de los más pobres”.
Hace poco también 150 iglesias cristianas de todo el mundo, coincidiendo con el drama de la India, publicaron una carta abierta a los gobernantes pidiendo el acceso global a las vacunas. El presidente norteamericano Joe Biden se adhirió a la propuesta del Papa, liberando temporalmente las patentes de las vacunas anti-covid en favor de los países más pobres, frente a la escasez de dosis en casi todo el planeta y a la profundización de la pandemia. Recibió el rechazo de las farmacéuticas pero se les respondió que “las circunstancias extraordinarias de la pandemia exigen medidas extraordinarias”. Biden informó y se consultó con el Papa sobre su decisión, antes de hacerla pública. La respuesta del Vaticano llegó por boca del arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia por la Vida: “Ha sido una decisión sabia. Es importante en este tiempo una visión planetaria, no individualista ni nacionalista”. Paglia exigió también a las empresas farmacéuticas “dar un paso humanista eliminando las patentes en este momento, porque la vacuna es la única forma de vencer la pandemia; para lograr eso, debe ser para todos y sin discriminaciones”.
La presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, una médica alemana madre de siete hijos, también apoyó los esfuerzos del Papa y en un discurso público recordó que “en los años sesenta un joven maestro de una aldea fuera de Florencia, el sacerdote Lorenzo Milani, escribió sobre la puerta de su escuela en ingles : ‘I care’ (=me importa) como contracara del dicho fascista: ‘no me importa un comino’. Estas dos palabras de don Milani deben ser el lema de Europa, durante y después de la pandemia. Esta de hacerse responsables de los demás, creo que es la más importante lección que podemos aprender de esta crisis”.
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