La noticia de la muerte, como consecuencia de un cáncer, del incansable misionero padre José Luis Caravias en Asunción el 25 de marzo pasado, fiesta de la Anunciación, fue opacada por la de la muerte del teólogo Hans Kung. Sin embargo, la de Caravias es una figura inolvidable para nuestra Iglesia latinoamericana.
Era un cura español que llegó como misionero a Paraguay en 1961. Fue uno de los fundadores y después asesor nacional de las Ligas Agrarias Cristianas; conocía perfectamente el guaraní y lo hablaba. No fue un gran teólogo, pero su librito “Vivir como hermanos” fue una catequesis popular que tuvo una difusión enorme entre los campesinos paraguayos el mismo año (1971) en que salía el libro “Teología de la Liberación” de Gustavo Gutiérrez, poco después de la Asamblea de Medellín.
En los años setenta muchos campesinos paraguayos fueron apresados y torturados por tener entre sus manos y usar ese librito de catequesis, una brillante síntesis bíblica desde el enfoque liberador. El texto era considerado por el gobierno del dictador Alfredo Stroessner “un panfleto altamente subversivo” y lo prohibió, expulsando a Caravias de Paraguay. Éste cuenta cómo en mayo de 1972, de noche, un piquete policial lo secuestró violentamente y, después de hacerle cruzar el río, lo arrojó en una calle de Clorinda (Argentina) sin ropa, sin dinero, sin documentos. En el Chaco fue apresado, conoció las rejas y un simulacro de fusilamiento.
Bajó a Buenos Aires y colaboró activamente con el Equipo de Pastoral Paraguaya (EPPA) en las villas junto con el padre Francisco de Paula Oliva, otro jesuita expulsado de Paraguay. Caravias no fue bien visto por las autoridades religiosas argentinas. Relató que alguien de confianza le había dicho que el presidente de la Conferencia Episcopal, arzobispo Adolfo Tortolo había expresado que “a comunistas como Caravias habría que echarlos de la Iglesia por los medios que fuera”.
En marzo de 1974 caía asesinado el padre Carlos Mujica. El provincial de los jesuitas que en aquel tiempo era el padre Jorge Bergoglio, convocó a Caravias para decirle que tenía noticia de que la Triple A había decretado su muerte y la de los dos jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio; y lo convenció para que volviera a España. Así lo hizo Caravias y afirmó después: “Bergoglio fue noble conmigo, me salvó la vida. Y sin la intervención de Bergoglio, también los dos colegas Jalics y Yorio hubieran desaparecido. Ellos estuvieron en una cárcel clandestina, atados y con los ojos vendados, durante cinco meses. Nunca Bergoglio me cuestionó nada de lo que yo hacía. Inclusive desde Argentina, estando yo en España, me cuidaba y me pedía no regresar”.
Acompañado por la desconfianza de muchos de sus colegas, gracias al superior general de los jesuitas Pedro Arrupe, pudo refugiarse en 1975 en Ecuador donde el obispo Leónidas Proaño lo recibió con los brazos abiertos. Allí se dedicó a lo largo de 14 años al trabajo con los indígenas, promoviendo comunidades eclesiales de base y obras de promoción social. En 1989, después de la caída de Stroessner, volvió a Paraguay, su primer amor, concentrándose en la formación de los laicos. A pesar de una vida tan tumultuosa, Caravias escribió más de treinta libros de espiritualidad, predicando el amor y la cercanía de Dios para con los humildes, los pobres, los que sufren. Sus libros “Dios es bueno”, “Cristo es la esperanza”, etc., no tenían pretensiones editoriales sino pastorales y populares, con un lenguaje extremadamente sencillo a la vez que profundo, que contrastaba con los documentos solemnes y difíciles de la Iglesia. Su preocupación principal era concientizar sobre la relación entre fe y vida, fe y justicia, fe y solidaridad.
Según Mauricio López de la Conferencia Eclesial de Amazonia “fue alguien que enseñó a todos a soñar y actuar en la búsqueda de otros mundos posibles”.
Escribe Victorino Perez Prieto: “Vivir como hermanos” tuvo una difusión inusitada también fuera de Paraguay con ediciones en portugués, inglés y alemán. Ese libro termina con estas palabras: “Los poderosos hace tiempo ya que han demostrado que no son capaces de arreglar el mundo. Están atados a sus propios intereses y el triunfo de la fraternidad sería el fin de sus privilegios. Solo la fuerza de los pobres, multiplicada por el Espíritu de Cristo, será capaz de superar el desorden actual y construir un mundo de hermanos”. El concepto de Hermandad en Caravias se anticipa a la visión del papa Francisco en “Fratelli tutti”. Los obispos paraguayos han reconocido en él “un activo protagonista en el quehacer pastoral y social de nuestra Iglesia”.
Caravias había hecho una auténtica opción preferencial por los pobres, transitando su vida en todas las periferias de la sociedad, brindando amistad y una profunda sabiduría humana y espiritual. Su ideal de vida era seguir a Cristo por los caminos polvorientos de Galilea y anunciarlo a los pobres. Escribió: “Conocer y amar a Cristo, hacerlo conocer, es lo más humano, lo más grande, lo más liberador y revolucionario que se pueda hacer en el mundo”.
Que Jesús lo lleve a nuestro PadreMadre Dios. Y consuelo para su Familia, amistades y comunidad de fe.
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