Se conoció el texto del “Pacto por la Vida y por Brasil” lanzado por la Conferencia Episcopal y otras entidades civiles en ocasión de la pandemia, que está arrasando a Brasil. Es un grito de alarma muy duro. “No hay tiempo para perder; el negacionismo mata. El virus circula del norte al sur del país, replicando cepas, afectando a diferentes grupos de edad, castigando a los más vulnerables…
…Los pacientes mueren en agonía por falta de recursos hospitalarios y los trabajadores de la salud están al borde del agotamiento. La gente no puede pagar con la propia vida. Se necesitan vacunas ahora mismo y para todos. El virus no se erradica con oscurantismo, discursos enfadados o frases ofensivas. ¡Basta de locura e irresponsabilidad! Hacemos un llamado al ministro de salud para que cumpla su función, garantizando un rápido acceso a los medicamentos y test científicamente validados. Es conocida la ineficiencia del gobierno federal, principal responsable de la tragedia que vivimos y que sorprendentemente cuenta con el apoyo de la tercera parte de la población. Apoyamos a gobernadores y alcaldes en sus esfuerzos para asegurar el cumplimiento de las medidas de protección a la salud y la rápida inmunización de la población. Fuera de la vacuna, la única opción es el distanciamiento social. Apelamos al Congreso Nacional para que de la máxima prioridad a este tema, ya que preservar la vida es lo más importante y al Poder Judicial para que defienda los derechos humanos de todos; y a la prensa para que actúe éticamente y cumpla con su misión de transmitir información confiable sobre lo que está sucediendo”.
Este Pacto busca el entendimiento, el acuerdo y el compromiso de toda la sociedad a través de un proceso tendiente a resolver la crisis actual. Por el drama de la pandemia se ha llegado en Brasil a destapar tumbas en los cementerios para hacer lugar a los nuevos fallecidos.
Por su parte el arzobispo Claudio Hummes lamentó “la ausencia de directrices seguras, competentes y sintonizadas con las recomendaciones de la OMS, lo cual revela una profunda falta de respeto para el pueblo. La preocupación del gobierno por la economía y el consumo es un discurso reduccionista que defiende en especial los intereses económicos de unos pocos y condena a muerte a los más frágiles cuando el tema se reduce solamente al cálculo de conveniencias para la productividad. Lo vemos de hecho con la población amazónica, explotada de forma depredadora y criminal por intereses económicos, legitimados por el gobierno”.
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