Robert Sarah es conocido por ser uno de los cardenales, junto a Muller, Burke y Brandmuller, que constantemente dan lecciones al Papa. El africano Sarah quiere que la misa se rece “ad orientem”, es decir hacia oriente como los primeros cristianos que miraban hacia oriente esperando el regreso de Jesús; que no haya más creatividad y adaptación en la liturgia; que haya silencio en la misa.
Sarah critica la misa con danzas, música y guitarra por ser un “teatro”. Pide comulgar de rodillas, recibir la comunión en la boca y una “reforma de la reforma” litúrgica del Concilio. Ahora que ya no es prefecto de la Congragación del Culto Divino, sigue interviniendo y en un largo escrito se queja con el Papa de que se haya suprimido la celebración de misas individuales en los numerosos altares laterales de la basílica de San Pedro. Habla de disposiciones que “faltan a la justicia y al amor”, que “no corresponden a la verdad ni al derecho” y “ponen en peligro la libertad de los hijos de Dios”. Sigue diciendo: “El decoro de la liturgia no se obtiene imponiendo la concelebración con una violencia inusitada”. El pedido de revocación está dirigido justamente a un Papa que está buscando por todos los medios de llevar a cabo después de cincuenta años las reformas del Concilio. El cardenal llega a pedir, casi como una advertencia en el caso de que no haya respuesta, que “los obispos, sacerdotes y el pueblo de Dios hagan oír, con respeto, su voz”. Pretende además representar “un número ilimitado de bautizados”.
Esta intervención de Sarah se dio mientras, por orden del Papa, se realizaba una visita para supervisar las actividades de su dicasterio, encargada al obispo Claudio Maniago presidente de la comisión episcopal litúrgica italiana, antes de nombrar un sucesor. Las nuevas disposiciones del Vaticano sobre las misas individuales en San Pedro han sido interpretadas por lefebvristas y ultraconservadores como un ataque del sector progresista de la Iglesia a las misas en latín, de espaldas al pueblo, con separación varones-mujeres.
Para entender lo lejos que está cierta gente de la realidad pastoral, es bueno escuchar lo que dice el competente historiador católico, sacerdote Juan Maria Laboa, autor de “Integrismo e intolerancia en la Iglesia”. En una entrevista a “Alfa y Omega”, así declara: “Los cismas son mucho más frecuentes entre los conservadores que entre los progresistas; el de mons.Lefebvre es el único cisma desde el Concilio. Los progresistas pueden ser muy críticos, pero no llegan al cisma. No se ven en la Iglesia ataques al Papa como se dan ahora contra Francisco. Francisco es calumniado, hasta de “hereje”, como ningún grupo progresista calumnió a Juan Pablo II. Me parece bien que se critique al Papa, pero cuesta admitir que se pueda ser creyentes y lanzar ataques de tal magnitud al Papa. Estos ataques despectivos son los que se lanzan a un enemigo. Hasta se llegó a decir , con un atrevimiento inconcebible, que Francisco era un falso Papa”.
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