
Es el gran tema que se tratará en el próximo Sínodo de Obispos en octubre de 2022. La teóloga Consuelo Vélez explica su significado que va más allá de la colegialidad de los obispos y nos involucra a todos los bautizados.
“El mayor logro en la reforma de la Iglesia promovida por el papa Francisco ha sido el de introducir el concepto de sinodalidad, es decir de una Iglesia como asamblea del Pueblo de Dios, ya prefigurada por el Concilio. Es un cambio muy radical y que marca la Iglesia del futuro. La sinodalidad creará mecanismos más participativos y que permitirá a la Iglesia adaptarse mejor a los tiempos. Sinodalidad significa “caminar juntos”: los laicos (incluyendo la vida religiosa), los presbíteros, los obispos y el Papa. Es un camino de vida y acción porqué así fue la Iglesia de los orígenes según los Hechos de los Apóstoles. Para expresar con imágenes la sinodalidad el Papa usa la de la “pirámide invertida”: el vértice ha de encontrarse en la base, el Pueblo de Dios y a su servicio todos los demás. Es un llamado a recuperar el protagonismo del Pueblo de Dios, es decir de los laicos, protagonismo que nunca se debió abandonar. Dicho así, esto puede escandalizar a más de uno, porque puede verse como un dar vuelta a la tortilla y nadie quiere quedar debajo de nadie. En realidad la Iglesia ha de ser una “comunidad de iguales” (“todos ustedes son hermanos”, dice Jesús), cuyo símbolo más claro es un círculo por el cual, sin negar el servicio especial de los ministerios ordenados, se recupera la corresponsabilidad y la participación plena del laicado. En la práctica los cambios son difíciles; en la inauguración por ejemplo de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, solo hablaron miembros del clero. Los cambios han de darse con más contundencia para que el sueño de una Iglesia sinodal no quede en un sueño sin hacerse realidad. Significa consultar a los laicos en todos los ámbitos, promover ministerios para las mujeres, una escucha real de todas las demandas del Pueblo de Dios”.
El teólogo J.Moingt añade: “Nos falta un nuevo y más equilibrado reparto de las tareas que corresponden a la comunidad y al sacerdote. Hay muchos obispos incapaces de ejercer la sinodalidad para superar el clericalismo. Se trata sobre todo de superar la sumisión y el infantilismo a los que la comunidad cristiana ha estado sometida durante siglos”.
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