MYANMAR: “YO TAMBIÉN ME ARRODILLO”

una monja con los brazos abiertos está arrodillada frente a dos policías. uno de ellos se arrodilla y suplica juntando las palmas, el otro permanece de pieDijo el Papa el 17 de marzo: “Siento la urgencia de recordar la dramática situación de Myanmar, de tantas personas, especialmente jóvenes, que están perdiendo la vida para ofrecer esperanza a su propio país. Yo también me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: “Paren la violencia! Yo también extiendo mis brazos y digo: “Que se produzca el diálogo! El derramamiento de sangre no sirve para nada”.

El Papa se refería con esas palabras a la religiosa Ann Un Thawng que arrodillándose frente a la policía y levantando los brazos pudo parar una matanza y salvó a más de un centenar de jóvenes. La imagen de la monja arrodillada dio la vuelta al mundo. Fue en el día que hubo más represión con 18 víctimas mortales. La policía al escuchar la súplica de la monja, se detuvo. Ann Rose es enfermera de una clínica diocesana y ella misma cuenta que cuando llegaron los camiones de la policía ese día disparando “salí para proteger a los manifestantes aún a riesgo de mi vida. Les grité a ellos que se refugiaran en mi clínica y a los policías después de haber visto yo cómo masacraban a la gente en distintos lugares como a animales les dije: “Mátenme a mí y no a la gente”. Entonces dejaron de perseguir a los manifestantes”. Sigue diciendo la monja: “Las clínicas privadas han cerrado; la nuestra sigue abierta. Nos dicen que nuestra vida está en peligro, pero no cerraremos. Nosotras también sufrimos al lado del pueblo y el Papa nos acompaña”. El diario católico “Gloria News Journal” escribió: “La hermana Ann es un modelo para los líderes de la Iglesia; los obispos y sacerdotes están llamados a dejar sus zonas de confort y a dar ejemplo de valentía”. El arzobispo de Yangon, cardenal Charles Bo hizo un llamado al ejército para que respete el resultado de las elecciones y también les dijo a los soldados “que depongan sus armas, se alejen del poder y hagan lo que un ejército debe hacer: defender al pueblo y no atacarlo. Hoy el país ha retrocedido más de una década y hemos vuelto a la pesadilla del despotismo militar, la brutalidad, la violencia, la dictadura. El ejército está atacando a civiles, desplazando a miles de personas y exacerbando una crisis humanitaria que ya existía pero no tan grave”. La Conferencia Episcopal también ha pedido a los militares “dejar de matar, de cometer atrocidades y que los inocentes sean liberados. No hay enemigos; todos somos hermanos y  pedimos diálogo”.